En la historia de vida de Glenda Hansson el amor pudo más que la relación que surge frente a un micrófono en un estudio de radio. Por eso abandonó la locución y se instaló con su pareja en una hectárea de tierra, ubicada en Rincón del Sauce, a unos 200 kilómetros de Neuquén capital. De eso hace aproximadamente 15 años, pero no fue hasta 2018 que llegó Aurora, una vaca Holando Argentino que abrió las puertas del único tambo que hasta hoy existe en la zona de Vaca Muerta.
El pequeño emprendimiento familiar se llama La Soñada y es una especie de laboratorio donde Glenda y su pareja, elaboran alrededor de 60 kilos de quesos al mes, que van desde el cremoso tradicional hasta una novedosa mezcla con sabor a cebolla y otras hierbas finas.
Pero en el establecimiento, no solo se produce quesos y la leche fresca que comercializa entre los vecinos de la zona. También se dedican a la producción de huevo con unas 460 ganillas ponedores que crían libres de jaula.
“Mi esposo hace mucho tiempo que tiene esta tierra y tenía producción de alfalfa. Me vine hace quince años, cuando esto era nada. Se veía solamente gente del petróleo y nada más. Al tiempo mi esposo me dice, ¿querés que te compre una vaca? Y así arrancamos”, relató la productora.
“Yo vivía en una ciudad, no vengo del campo, pero esa vaca me dio la iniciativa de decir, guau, esto es querer la tierra, amar los animales. Realmente ahí le encontré el sabor y el gusto de lo que es la parte de ganadería”, agregó.
Con La Mole, como también le suelen decir a la primera vaca de los 20 animales (entre vacas y terneros) que hoy conforman el tambo, Glenda comenzó a desandar el camino de la capacitación. Porque cuando llegó la hora de ordeñar, la ilusión de la vaquita se le convirtió en un desafío.
“El tema fue cuando tenía que ordeñar esa vaca, yo no tenía la menor idea, así que fue de a poquito. Empecé a largarle un poco de pasto y atada a una soga se lo revoleaba como cuatro o cinco metros y la iba trayendo despacito. Después para amañarla me daba como una hora, hasta que le empecé a perder el miedo”.
“Cuando me empezó a gustar, me entré a capacitar y estuve tres años en la Fundación Flor de la provincia de Buenos Aires y después entré a capacitarme en paralelo acá en Neuquén, en la Fundación de Estudios Patagónicos”, dijo Hansson en su diálogo con Bichos de Campo.
Una vez diestra con el ordeño y en el manejo de campo, la productora no se quedó a contar los litros de leche que daban sus vacas, celosamente alimentadas con complementos nutricionales específicos para razas lecheras que importan de Cinco Saltos y de La Pampa fundamentalmente, sino que se aventuró a elaborar su propio queso.
“Hace cuatro años que arrancamos con la elaboración de quesos. Actualmente tenemos un queso estacionado, tanto natural como saborizado. Me gusta mucho innovar sabores y ahora voy a empezar a innovar con almendras y licor. Es algo totalmente distinto, porque yo creo que hay que buscarle la vuelta a los sabores”, anunció.
Y añadió: “Después estamos elaborando un queso fresco, natural y saborizado, que por ahí la gente que viene de otros países como Colombia, Venezuela, Perú y Bolivia, te dice que el sabor de este queso es muy de su país. Entonces la verdad que para nosotros es un placer que la gente venga y te diga eso, es un orgullo. Después estamos elaborando dulce de leche y yogur, pero bueno, nos destacamos más por el queso”, enfatizó.
Con todo este camino recorrido, Glenda todavía tiene un sueño que es el mismo que el de los otros 5 tamberos que existen en la provincia de Neuquén: poder llevar sus productos a otras zonas. Sin embargo, las condiciones de un negocio de pequeña escala, no son compatibles con los requisitos vigentes para la comercialización de productos lácteos.
“Todos los productos se venden acá en el establecimiento. Nosotros los tamberos de la provincia de Neuquén, no tenemos todavía tránsito federal. Si bien tenemos todo tipo de habilitaciones, certificaciones, y yo tengo licencia comercial, no podemos todavía sacar nuestro producto fuera de la región o de la provincia”.
Explicó al respecto: “Tenemos que tener una serie de condiciones. Esas condiciones serían tener una sala de elaboración similar a la de La Serenísima y para nosotros sería un golpe duro porque no tenemos ese bolsillo. Somos pequeños productores, pequeños emprendimientos a muy baja escala, no podemos competir con las grandes industrias, no nos pueden hacer competir”, lamentó la tambera.
A pesar de todo, Glenda se siente triunfadora porque en una hectárea y media de campo ella vive un sueño, y quizás de ahí viene el nombre de su establecimiento. Por eso, cuando muchos le dicen que lo que hace en es una locura, siempre responde con la misma frase: “Tengo las vacas vivas en esta zona de Vaca Muerta. Yo tengo las vacas vivas y en producción”.