Ya lo había anticipado la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): los insectos serán el “alimento del futuro”. No solo por sus características nutritivas sino por sus beneficios económicos y su reducido riesgo de transmitir enfermedades zoonóticas. Tal es así que investigadores del INTA Bariloche y el Conicet comenzaron a evaluar la calidad nutricional de la tucura sapo.
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Temida por todos los agricultores, la tucura sapo (Bufonacris claraziana) es un insecto nativo de la Patagonia argentina que se caracteriza por su voracidad y capacidad de comer todo el material verde que encuentre a su paso. Digamos que no le hace asco a nada: se alimenta de los pastos tiernos de los mallines hasta los más duros de la estepa. Y si bien no posee alas, se desplaza a grandes velocidades caminando o saltando.
En los últimos tiempos estuvo haciendo muchos destrozos en la zona precordillerana ubicada entre Río Negro y Chubut, donde habitan mcuhas comunidades mapuches de bajos recursos. Y por eso Senasa ha declarado la situación de emergencia sanitaria por esa plaga
“La búsqueda de una alternativa proteica más sostenible, que sea de calidad y valor nutricional similar a las fuentes de proteínas actuales, es una tarea desafiante. Los insectos son particularmente ricos en proteínas por lo que pueden proporcionar un alto aporte calórico”, explicó Valeria Fernández-Arhex, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB).
El estudio consistió en recolectar ejemplares de esta especie, unos 104 ejemplares adultos para ser exactos, de un pastizal natural en la provincia de Chubut. Se los introdujo en un congelador a -20°C (bajo cero), hasta su muerte. Luego fueron lavados con agua potable de grifo y colocados en horno a 60°C durante 24 horas.
Luego de ser molidas con un tamiz de un milímetro, se obtuvo un polvo fino sobre el cual se realizaron los análisis de composición química: proteína total, grasa total, humedad y cenizas. El nivel de carbohidratos fue de 11,30 %, superior al de otros ortópteros, y se concluyó además que la especie contiene 70% de proteínas, valores comparables a los de la carne de res y leche.
“Se destacó el bajo contenido de humedad, valor que indica una baja susceptibilidad a la contaminación microbiana. Esto sugiere que el polvo se puede almacenar durante un largo período de tiempo sin el riesgo de deterioro microbiano”, destacó la investigadora.
Los investigadores destacaron que el uso de insectos como recurso alimenticio implicaría beneficios ambientales ya que su recolección media herramientas mecánicas reduciría el uso de agroquímicos. Además pueden ser alimentados con residuos de la horticultura, aportando al reciclaje.
“En la Argentina aún no existe un marco regulatorio para la cría de insectos o la producción y comercialización de productos derivados para consumo animal o humano. Este trabajo representa un punto de partida hacia el diseño de intervenciones tecnológicas capaces de fortalecer la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y la autosuficiencia de la producción de proteínas en las comunidades locales de los países en desarrollo”, aseguró Fernández-Arhex.