Lo primero que dice Darío Ortíz es que no sabía nada sobre pollos (viene de la construcción) y que todo empezó porque “quería hacer algo productivo”. Después de descartar algunas ideas se decidió por la avicultura, pero en seguida se dio cuenta que no iba a poder ser algo convencional porque la cría de pollos da mal olor y él no quería tener problemas con sus vecinos de Carlos Keen, partido de Luján.
Finalmente resolvió dedicarse a producir pollos de forma extensiva y agroecológica para un productor que ya estaba en el mercado. Pero como al final no llegaron a un acuerdo, se animó a empezar con el proyecto propio.
“Estamos certificados orgánicos (por Food Safety) y arrancamos así, no por lo agroecológico; nos llevó más tiempo pero es lo que queríamos”, cuenta mientras describe que ser orgánico implica mantener una trazabilidad dentro del sistema de crianza, ser sustentable y no usar agroquímicos en ningún momento del proceso, desde que nace el pollo hasta que se convierte en carne.
Cocorokeen hace sus propios granos y compra a acopiadores orgánicos certificados. “El recurso suelo en la agricultura orgánica representa para estos sistemas un capital fundamental para garantizar la sustentabilidad, ya que se debe recurrir a herramientas capaces de mejorar la fertilidad para los cultivos por la imposibilidad de usar fertilizantes de síntesis”, explica Marcelo De Siervi, ingeniero agrónomo.
“En el caso de los lotes en Cocorokeen, se realizó un cultivo de cobertura con vicia más centeno para mejorar la oferta de nitrógeno para el maíz. Luego, previo a la siembra, se disqueó y se sembró”, añadió el profesional.
En cuanto a producción, la empresa apunta a 1.500 pollos pastoriles (que no son orgánicos) por semana, que se faenan cuando tienen entre 56 y 70 días y un peso de alrededor de 2,8 kilos. Por su lado, los orgánicos certificados serán 4.800 cada dos meses. Tienen que tener mínimo 81 días de crianza y cumplir con todas las normas orgánicas que establece el Senasa. Salen con 2,300 kilos. Ambas categorías de pollos tienen una cría con pastoreo.
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“Tenemos estas dos líneas de producto para iniciar el negocio y que se sostenga, aunque a largo plazo la idea es ser una granja exclusivamente orgánica. Ocurre que el consumidor aún no está acostumbrado porque los costos son otros”. (Y sí, un pollo orgánico vale 4 veces más que un pollo común, lo cual se debe a que su cría implica el doble de un alimento que a la vez cuesta un 50% más que el alimento convencional).
“Nos aseguramos de que las aves vengan con las vacunas que pide el Senasa y nos guiamos por sus protocolos. Elevamos el estándar sanitario porque no usamos antibióticos ni promotores de crecimiento”, detalla Raúl Sciarrotta, veterinario.
Nos dice: “Si una ave se enferma, se la aísla y se la observa. Pero hasta ahora ningún animal se ha muerto ni enfermado”. ¿La clave? La prevención: higiene, desinfección y restricción en la entrada de gente. La poca densidad de animales y un sistema de aireación ahorra el 90% de los problemas.
Cocorokeen tiene ahora 4.400 pollos orgánicos y realizará su primera faena a principios de marzo. La idea de negocio es tener presencia en tiendas orgánicas, carnicerías de carne envasada premium y realizar la venta por anticipado: publicar en redes e invitar al consumidor a que se anote para que luego reciba el pollo en su domicilio.
“Somos la primera granja orgánica certificada del país y creemos que tenemos mucho potencial para desarrollar” enfatiza Darío. “Estamos yendo paso a paso dándonos a conocer y haciendo campaña para visibilizar y vender el producto”.
queremos saber si se puede conocer la granja.
Quien le provee los pollitos, y saber si ya los compra recriados