Saliendo de Zapala, hacia la localidad de Junín de los Andes, se encuentra un tambo operativo desde la década del 70. Primero se instaló su hermano Germán a dirigirlo y luego, en los 90, tomó las riendas Juan Carlos Sorzana. Hoy continúa el legado su hija Guadalupe con la misma pasión y en pequeña escala.
Zapala se encuentra a 183 kilómetros en dirección sur desde Neuquén capital. Es el centro de la provincia. La localidad, atravesada por la ruta 22, tiene en su salida (en dirección a Junín de los Andes), unas extensiones de tierra que fue ganando el Ejército y que la familia Sorzana compró a otra conocida familia de campo de la que proviene la esposa de Juan Carlos, los Trannack,
Juan Carlos fue presidente por dos períodos de la Rural de Neuquén, líder y referente en el sector agropecuario de la provincia. Oriundo de Buenos Aires, llegó al sur a los 23 años, tuvo 5 hijos y fue abuelo de 14 nietos, pero además inició un tambo que proveía a la zona, bajo el sello “Leche La Travesía”.

Aún sus colaboradores más cercanos ayudan en el lugar y atesoran aquellas experiencias: las fuertes nevadas, los grandes galpones que tenían capacidad para unas 100 vacas Holando Argentino, la manga y las piletas que recorrían los animales para luego entrar de a 12 al tambo donde se hacían dos ordeñes (a las 4 de la mañana y otro a las 16).
La leche hasta llegó a salir en sachet y era una leche homogeneizada que ganó lugar en las góndolas de los supermercados locales, peleándoles con dignidad el tronado a las conocidas La Serenísima y Bachellet.
El tambo funcionaba con 15 colaboradores que se repartían las tareas (repartidores, tamberos, y personal de limpieza). Tenía una importante inversión y es recordado como un tambo modelo comandado por el hermano de Juan Carlos, Germán.

Fallecido en 2023, Juan Carlos ya había dejado su legado a Guadalupe, una de sus hijas. Agradecida por la confianza que tuvo su padre en ella y en la actividad, recuerda aquellos días en los que recién separada, subió a sus hijos al auto y emprendió el regreso al sur para empezar de nuevo.
Era el año 2016, volver a empezar requería un esfuerzo muy grande, y Juan Carlos supo regalarle a su hija las palabras justas como puntapié inicial: “Guada yo te doy unas vacas y con eso vos arrancá que te va a ir bien”, le dijo.
“Ojo de Agua”, es el campo ubicado sobre la margen izquierda de la ruta de salida, un espacio que Guadalupe comparte ahora en propiedad con sus primos y hermanos.

Asi como ella fue sumando voluntades, fue agregando vacas para reactivar lo que su papá había iniciado con tanto ímpetu. “Empecé con tres vacas y después Manuel (su pareja actual) me trajo cinco vacas que tenía, porque él había estado ordeñando y ya no quería hacerlo más, asique ahí arrancamos a mano con José mi colaborador”, relata.
“Después rescatamos una bajada de papá que la tenía un amigo y empezamos con eso hasta que un invierno apareció un productor de Aluminé, que me sumó siete vacas”, recuerda. Así fue añadiendo herramientas y brazos a la tarea: Llegaron dos bajadas más, un colaborador de confianza que estuvo un tiempo y luego mandó al hermano, que vino con su pareja. Esa pareja –José y Jorgelina- aprendió desde cero y acompaña a Guadalupe hasta estos días.
“Los primeros 18 litros de leche que vendí fueron una gloria”, recuerda ella. También explica la dinámica del tambo a la que caracteriza como “un kiosquito, vos todos los días sacas leche, haces queso, lo vendes, es constante”.

Con equipo y actividad ya afianzada, le gusta recorrer sus logros reconociendo que pudo criar a sus hijos, alquilar una casa y formar su plantel de vacas. “Llegué al punto de que quiero tener el tambo-que es una actividad esclavizante- pero también quiero vivir, tener un tiempo para mí y lo puedo hacer porque José y Jorgelina si yo no estoy, ya saben hacer todo”, asegura.
Los productos que salen del tambo además de la leche son quesos, quesillo y dulce de leche, una carta que Guadalupe sabe vender y que reparte por toda la localidad, expandiéndose por otras localidades vecinas como San Martín de los Andes y Cutral Co, además de Neuquén capital.
“Primero se fueron enterando de boca en boca a lo largo de los años y luego por las redes. Ahora también comercializo en una Feria en Zapala, la gente viene, compra, y también llevo a los domicilios”, cuenta.
Con el mismo nombre del campo, los productos llevan un diseño realizado por uno de sus hijos. Guadalupe celebra que “aún la gente elige lo casero: la leche recién ordeñada, el dulce y el queso caseros. Hay todo una onda de los productos menos manufacturados, lo menos procesados posibles”.
Agradecida de la gran herramienta que le dejó su padre, reconoce que se enamoró de la actividad pero que no es lo de sus hijos. “Joaquín, Benjamín y Clara, nacieron en Arrecifes, en el campo. Me han visto trabajar un montón, pero no tienen la pasión por el campo como yo. Yo entro a donde están las vacas y es mi cable a tierra. Me encanta esta producción”, confía con firmeza.

Guadalupe está convencida de que “en Neuquén hay un potencial enorme con esta actividad y debe aprovecharse desde el turismo también; porque hay muchas familias en este rubro y lo importante es que te deja un buen ingreso”.




