Como un hecho histórico empezaron ahora a aparecer los créditos para el sector tambero. Con ellos florecen los anhelos de los productores de invertir, de crecer, pero sobre todo de incorporar tecnología para que sea más simple el día a día en el tambo.
Es justamente eso, tecnologías, lo que las nuevas generaciones demandan como para asegurar la continuidad productiva, pero también lo que el personal va destacando como una necesidad para agilizar las tareas. Pero más allá de la demanda de dinero para conseguirlas, casi todas ellas requieren de algo fundamental: energía eléctrica, en cantidad, estable y constante.
Desde 2021 y habiendo relevado ya más de 40 tambos, desde el Departamento de Producción Sustentable y Agregado de Valor del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) permiten entender la realidad de las unidades productivas respecto a uno de sus insumos fundamentales. Los responsables de este trabajo de campo, el bioingeniero César Ordano y el ingeniero electromecánico Mariano Cordero, realizaron luego una serie de recomendaciones de mejora, seguridad y eficiencia energética.
Si bien quieren sumar algunos tambos más a su relevamiento, en un péndulo que va de 2.000 a 5.000 litros diarios, para poder tener un número más representativo, creen que “la realidad es lo que ya vimos”.
Cordero explica algo que es básico, pero contradictorio. “Todo lo que sucede abajo del techo del tambo es un proceso industrial, porque hay componentes neumáticos, de vacío, hidráulicos. Todo corresponde a una instalación industrial, y sin embargo el servicio eléctrico y muchas instalaciones no acompañan esas necesidades”.
La electrificación rural se sustenta en una línea de media tensión de 13.200 volts, que luego llega a las unidades productivas según los transformadores para alimentar circuitos trifásicos de 380V o monofásicos de 220V. Debería ser todo trifásico, pero en muchos tambos ese desfasaje es el que complica muchos procesos.
En 2015 el INTA había lanzado un manual de buenas prácticas eléctricas en los tambos, pero nunca se terminó de implementar. Esta es una herramienta que podría colaborar a superar las falencias que en definitiva no les permiten a los productores tener bajos costos de energía, una menor incidencia del costo despreciable, siendo la energía un insumo crítico.
“La mayoría de los tambos están al límite del suministro eléctrico y si quisieran crecer instalando un equipo de frío más grande, ventilación en el corral de espera, por ejemplo, no podrían porque están al límite de la cantidad de energía disponible”, explicó César Ordano.
La baja disponibilidad eléctrica tiene cierta relación con el atraso tecnológico que se ve en muchos campos, porque una actualización requeriría de una mayor demanda que no puede ser respondida, sin descontar que las redes son endebles y que la normativa sobre el tema tiene muchas décadas de distancia sobre las necesidades actuales.
Las salas de ordeño son el corazón de la necesidad eléctrica, y sin embargo no contemplan en su mayoría la prolijidad en la instalación, la higiene y mantenimiento rutinario de equipos, la aislación térmica, e incluso la aireación natural de cada instalación.
“Lo primero que debería plantearse un productor antes de hacer una inversión es si las redes están preparadas para incorporar los equipos que necesita”, indican los investigadores del INTI, “porque lo fundamental es tener un sistema robusto, de calidad y con estabilidad”.
El planteo es que la energía eléctrica tiene una baja incidencia en la estructura de costos de las unidades productivas, no sólo por un bajo consumo general sino por la baja disponibilidad del servicio y el atraso tecnológico en los tambos.
Es destacable que quien quiera cambiar una sala de ordeño tradicional por un robot, debe tener disponible el doble de energía eléctrica para cubrir su demanda. Esto ocurre en muy pocos lugares del país.
En este punto es interesante repasar el ejemplo de lo que sucede en Chile, donde la disponibilidad eléctrica es tan endeble como en Argentina. Sin embargo, una empresa de tecnología que avanza en la instalación de robots comprendió que debía empezar a ofrecerlos junto con paneles solares para su alimentación, con lo cual se asegura el suministro, se bajan los costos, e incluso se pueden volcar excedentes a la red.
Por dos motivos ahí los equipos no se ofertan con baterías para el trabajo en días de poca insolación o de noche, por el impacto ambiental, pero también por el altísimo costo de las baterías, que llega a duplicar el valor total del equipo para el ordeño.
En Tandil, provincia de Buenos Aires, ya hay un tambo que trabaja de esta forma, es el único en nuestro país. “La Colorada” es un tambo robótico y con energía limpia, porque de otra manera no podría estar en marcha.
En Córdoba también hay tambos con instalaciones solares, que se desarrollaron para poder sustentar una mejora eléctrica que no está cerca de llegar.
En la provincia de Santa Fe se está trabajando para mejorar no sólo leyes vetustas sino líneas con adaptaciones para tambos a trifásicas, se completan tramos abandonados, e incluso para el año próximo se esperan anuncios en cuanto a la electrificación rural en general, que no dejará de lado la inclusión de energías renovables.
Deberán también las provincias seguir relevando las conexiones ilegales o los medidores “tocados” que se encuentran en el territorio provincial y que algunos no tienen ni la mínima timidez en ocultar.
Mientras tanto, el trabajo tranqueras adentro es mucho para hacer antes de seguir avanzando.
“Los productores tienen que entender que tienen muchas instalaciones precarias y peligrosas en sus tambos”, explican los especialistas. Si esa base está resuelta, es recomendable hacer un estudio de tensión residual, para asegurar el servicio que en definitiva “no cambia la ecuación económica la energía eléctrica, pero atender el tema libera de futuros conflictos a la producción”.
Quizá esta nota sirva para que algunos vayan a próxima vez al tambo y presten más atención a las conexiones, pongan más inquietud sobre el servicio y su utilización. Observar eso será clave para conseguir más claridad en los futuros pasos de incorporación o mejora tecnológica.