Por Fabricio González
Hace 19 años, 15 obreros de la carne, vecinos del barrio JJ Gómez de General Roca, Río Negro, veían como por el portón del frigorífico Fricader, que ellos atravesaron por años, salían compresores, camiones, sierras y todo tipo de herramientas, a pesar de la quiebra y el supuesto resguardo de los bienes para atender el reclamo de los acreedores. Ellos estaban entre esos acreedores. Y estaban pobres y sin trabajo.
Un día pasaron los portones y se quedaron a vivir debajo del tinglado donde guarecían los lanares antes de la faena. Con la gomera bajaban palomas de los tanques de agua, y con la rabia sujetada por las riendas de la necesidad, mangueaban fideos en los almacenes del barrio. El frigorífico le había dado tanto al vecindario: unas 400 personas trabajaron allí cuando Fricader estaba en su esplendor.
Fabricaron chorizos, después faenaron ovejas, luego cerdos, en 2010 comenzaron con los vacunos y en diciembre del año pasado lograron la certificación del SENASA (para poder hacer “tránsito federal”), que los habilita a salir con sus productos a todo el país. En todo 2011 faenaron 3.300 animales. Unos pocos días de trabajo para cualquier frigorífico. Pero las proyecciones para este 2020 es llegar a las 43.000 cabezas.
Lo cierto entonces es que han sobrevivido, ya son 80 en vez de 15, y que en vez de 10 clientes -como en 2010- ya tienen 30 y van por más: pretenden abastecer a las grandes ciudades del sur profundo, como Río Gallegos o Comodoro Rivadavia. Y para eso, quieren a fines del 2021 tener en funcionamiento el Ciclo II, para facilitar la logística mediante la carne trozada.
El veterinario Leonardo Waridel es asesor técnico en la cooperativa y adelantó que “estamos viendo fuentes de financiamiento” para dar esos próximos pasos, porque al igual que el resto de la industria “el precio actual de los cueros, que están por el piso, es un freno muy grande”.
“Nosotros queremos tener un crecimiento, pero mediante el asociativismo, colaborando en lo que se pueda con los productores y los matarifes, para que toda la región mejore”, dice Leonardo. Advierte que, como aún Río Negro genera el 50% de la carne que consume, van ganando terreno los feedlot en la zona del Alto Valle, donde está enclavado el frigorífico.
En 2017 a varios en la planta les temblaron las piernas. Había llegado la noticia que el Gobierno de Mauricio Macri estaba dispuesto a cerrar casi 30 frigoríficos cárnicos luego de un reclamo de los jugadores más fuertes del sector. Es que la figura de la cooperativa se usaba como máscara para tener trabajadores por debajo de las condiciones de convenio y para escamotear cabezas de hacienda a los recaudadores.
Ellos pasaron todos los filtros. Viajaron a la desconocida Buenos Aires y juntaron orín en los pasillos. Y demostraron, junto a un puñadito de 2 o 3 sobrevivientes, que son una auténtica cooperativa.
Pero mientras, las tratativas para obtener el tránsito federal con el SENASA se dilataban. “Muchas trabas burocráticas tuvimos que pasar para dar el salto”, se lamenta Waridel, uno de las personas que más consulta el presidente de la Cooperativa, Felipe Gerbán, quien sigue sumando proyectos y ahora está abocado a desarrollar una granja (en una chacra de 37 hectárea comprada por los trabajadores), para entregar los viernes a cada asociado un bolsón de verduras frescas y con certificación sanitaria.
En los ocho primeros meses de este año el frigorífico JJ Gómez tuvo un crecimiento de la faena de un 20%, lo que indica que había una demanda contenida, sobre todo en el conglomerado urbano de Neuquén, que llega casi al millón de personas.
Respecto del Ciclo II, Waridel explica que “ya estamos trabajando”, y reconoció que “tenemos que pensar en la capacitación y en la adecuación de infraestructura”. Y agrega: “pensamos en otras formas de trabajo, que no pase porque le vaya bien a uno solo, sino a todos los actores de la cadena”, explicó en la charla que brindó en el marco del “Seminario Regional Alto Valle” que organizó el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).
“No es locura pensar en exportar”, se anima Leonardo, el joven veterinario. “Tal vez no a países europeos, pero creemos que es posibles a otros países, como de África, Asia o algunos árabes”. Vincula esta posibilidad “al gran desarrollo de la ganadería regional, donde ya hay muchos productores que se fabrican el propio alimento de sus animales”.
Esta semana las instalaciones fueron examinadas para verificar si se pueden adaptar el método Halal, que es faenar según el rito musulmán. Esto a partir de que la planta quedó comprendida en una iniciativa de la Cámara Argentino Emiratí de Comercio, Industria, Servicios y Transferencia de Tecnología (CARAE), que planea exportar carne ovina y caprina.
“Es un desafío más, porque debemos afrontar estas auditorías para la obtención de la certificación Halal”, detalló Gerbán, en relación a que toda carne que se procese con destino a los países árabes, debe observar el rito musulmán.
Más de 100 ítems fueron verificados en la recorrida por la planta por el enviado de la CARAE, Pablo Nebuloni, de la empresa QMA, que brinda asesoramiento en gestión de calidad e ingeniería.
“La mirada está puesta en carne de oveja vieja y de cabras viejas”, destacó el presidente de la cooperativa, quien participó de varias reuniones previas vía zoom con los líderes de este proyecto. La visita fue coordinada por el Secretario de Ganadería de Río Negro, Tabaré Bassi.
“No deja de ser una oportunidad de dar otro salto de calidad, de poder dar los primeros pasos para exportar, con la importancia que tiene para nuestra región, porque estaríamos integrando en este proyecto a ganaderos pequeños y medianos, ya que la demanda apunta a la oveja y la cabra ya adultas”, detalló Gerbán.
En enero pasado, tres frigoríficos de Paraguay y al menos veinte de Uruguay, recibieron la certificación de método Halal, y fueron habilitados para exportar al Reino de Arabia Saudita.