Cuando Javier Rodríguez llegó a Jujuy desde Buenos Aires, recientemente recibido de ingeniero agrónomo, observó que en la Quebrada de Humahuaca la mayoría de los pequeños productores no estaban organizados y producían únicamente para subsistir. Para los agricultores resultaba muy difícil competir teniendo tan poca escala de tierra y de producción.
Allí fue que germinó la semilla de la Cooperativa Agropecuaria Unión Quebrada y Valles, conocida por todos como Cauqueva, que buscó reunir y organizar a los campesinos de la zona. Aquel sueño acaba de cumplir 25 años.
“Cauqueva primero aprende y después resuelve problemas a medida que van apareciendo, con mucha flexibilidad y capacidad de adaptación. Siempre partimos de lo que tenemos, de lo que hay y de lo que existe. La idea es generar un sistema productivo que sea solidario, que genere beneficios para el productor, para quienes trabajan en la elaboración y para otras organizaciones con las que nos articulamos”, explicó a Bichos de Campo Javier Rodríguez.
El primer paso fue otorgarle valor agregado a lo que en ese momento se producía en cantidad: las hortalizas. El desafío fue lograr posicionarse en el mercado, frente a otros productores de mucha más escala. Es importante tener en cuenta que los campesinos de la Quebrada explotan en promedio poco más de 1 hectárea de tierra cada uno. Con eso deben subsistir.
Mirá la entrevista completa con Javier Rodríguez:
Una estrategia habilidosa fue crear empaques diferenciados para los mismos productos que llegaban en cantidad al Mercado Central de Buenos Aires y al Mercado Concentrador de Córdoba. “Diseñamos cajones diferentes. La espinaca, por ejemplo, no llegaba en atados sino en forma de hojas seleccionadas y lavadas. Y acompañadas de recetas para prepararlas”, recordó el agrónomo.
Cauqueva se hizo bastante popular entre lso círculos gourmet de la Argentina al poco tiempo con uno de sus productos estrella: la papa andina. Esta cooperativa logró seleccionar y clasificar 72 variedades de papa y gracias a la ayuda del INTA luego subió ese número a 102. Si bien comenzó a comercializarlas en bolsones, para poder competir con los grandes centros productores de este cultivo, se las ingeniaron para presentarlas en formato de alimentos ya procesados. Gracias a este impulso, Cauqueva abrió su pequeña planta industrial de alimentos. Está en el acceso a Maimará, en el corazón de la Quebrada.
“La competencia nos obligó a replantearnos cosas y empezamos a trabajar en la transformación de alimentos”, contó Rodríguez.
Comenzaron con puré deshidratado en escamas y alfajores a base de maíz, trigo y amaranto. La planta se transformó luego en libre de gluten y todos los productos pasaron a ser fabricados con distintas variedades de maíz. El stock se completó con diez variedades de fideos, galletas de arroz y snacks como los chizitos, hechos con aceite de oliva certificado sin TACC.
Además de apostar al valor nutricional de los productos, los miembros de Cauqueva apuntan ahora a lograr también alimentos agroecológicos. Si bien Rodríguez reconoce que existe un miedo entre los campesinos de salir de los métodos de producción convencionales, asegura que “la Quebrada no debería perder la oportunidad de tener un producto diferenciado por ser patrimonio de la humanidad y además por ser ecológico”.
Todavía es difícil determinar el impacto económico que esta cooperativa generó en los productores locales. En lo que todos los miembros concuerdan, es que en los peores momentos existió una red de contención que sostuvo y financió a los afiliados y sus producciones.
-¿Por qué el consumidor debería comprar los productos de Cauqueva si los encuentra?
-Porque son sanos, tienen propiedades nutritivas y nutracéuticas, como antioxidantes en buena cantidad. Son ricos y están hechos con un criterio de conservar el medio ambiente. Y porque están hechos por productores que se comen lo que producen y eso ya es un sinónimo de garantía.
Javier Rodríguez no es un agrónomo más perdido en la Quebrada de Humahuaca. Sabe bien a qué vino. “Un productor que está dispuesto a producir un cultivo que no rinde demasiado, que no tiene un sentido económico, pero que igual lo sostiene y lo cuida, habla de una cultura de la tolerancia de manera increíble. Estamos acostumbrados a consumir alimentos que nos dicen que no nos hacen mal. Nosotros queremos producir alimentos que nos hagan bien”, sostiene.