El oficio de “calificador” de vacas lecheras, que el cordobés Juan Bautista Martinengo supo tener hasta hace unos años, es uno de los que se adquiere más que nada con la práctica. Si bien hay libros y tablas que definen ciertos parámetros para elegir a los mejores animales, lo principal es entrenar el ojo. Y a eso Juan lo consiguió luego de recorrer por varias décadas las distintas cuencas lecheras del país, aunque también se lo atribuye un poco al fanatismo que heredó de su padre por la lechería.
“Trabajé durante más de 20 años como calificador de la Asociación de Criadores de Holando Argentino (luego su carrera siguió en una empresa dedicada especialmente a la venta de genética). Un calificador hace un trabajo de selección fenotípica de las razas lecheras, en mi caso fundamentalmente de la Holando, aunque también hacía algo con Jersey. Obviamente es un trabajo técnico donde hay una tabla de defectos y de virtudes. Alguna de esas apreciaciones son medibles, algo más objetivas, y hay otras que tienen un grado de subjetividad como la textura de la ubre, la calidad del hueso de las patas, entre otras”, dijo a Bichos de Campo Martinengo durante la reciente edición de Todo Láctea realizada en Villa María.
¿Y cuál es el objetivo de este oficio? Ayudar al productor a buscar los mejores ejemplares para que así se puede criar una vaca que le dure más tiempo y que le facilite tener una explotación más rentable.
La tarea de Martinengo, con el paso del tiempo y el avance de la tecnología, se hizo más sencilla, pues la selección de individuos de forma más artesanal fue dejando paso a la multiplicidad de información que aportó la genética. De todos modos, considera él, nada reemplaza del todo al ojo de quien entiende de ese asunto.
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“Hasta hace unos años atrás, la única cosa que teníamos para seleccionar era la apreciación fenotípica (ubre, patas, fortaleza, etc.) y luego apareció la genética. Del año 2010 en adelante comenzaron las pruebas genómicas y todos los trabajos genéticos. Hoy los productores disponen de mucha más información. Hubo un progreso genético muy importante de los rodeos”, comentó el analista.
Eso condujo a que los calificadores, incluido Martinengo, debieran adaptar su forma de trabajar para acompañar estos nuevos desarrollos, que aliviaron la búsqueda de vacas con nuevas y mejoradas cualidades reproductivas y lecheras.
“La mejora se notó fundamentalmente en la producción, en la durabilidad y en la calidad de las vacas. Hoy hay muchos rodeos que están en 35 a 40 litros en promedio, muy exigidos”, indicó el cordobés, que fue distinguido en la exposición láctea por su aporte al progreso genético de los rodeos lecheros en Argentina.
Martinengo reconoció que además de la genética, muchas de las mejoras llegaron también de la mano de los cambios en los manejos de los rodeos, en la nutrición y en la sanidad.
“Acá en la provincia de Córdoba hay cada vez mas galpones para hacer lo que se llama free stall, así que las vacas pasan su mayor tiempo bajo techo, con una alimentación súper balanceada. Eso hace que los niveles de producción hayan crecido notablemente en el país. La producción se aumento pero obviamente se concentró”, señaló el calificador, que quizás solo extrañe de sus recorridas de antaño la gran cantidad de tamberos que le salían al paso, muchos de los cuales ya han desaparecido.
De todos modos agregó Juan: “De cualquier manera creo que hay lugar para el pequeño productor. Pasa por la eficiencia. Hoy el pequeño también puede ser eficiente, puede ganar dinero y vivir de su actividad. Lógicamente que el poder de negociación no es el mismo de los grandes productores que sacan 30 mil a 40 mil litros. No es lo mismo el poder de negociación ni de compra ni de venta”.
-¿Cómo se imagina a las vacas del futuro?- le preguntamos a Martinengo.
-Yo un poco por fanatismo quisiera que fuesen siempre Holando Argentino, pero evidentemente que algún cambio va a haber, quizás en un futuro no tan lejano. Hoy los cruzamientos están teniendo cada vez más influencia y el color no será tan importante sino lo eficiente y lo rentable que sea. Hoy al concentrarse la producción en mega tambos, el trato individual de la vaca como era hace unos años atrás prácticamente desaparece. Lo que te dice si la vaca es buena o no es buena lo tenés en la computadora. No importa si es linda o no sino que sea una buena productora, que quede preñada con facilidad, que tenga pocos eventos negativos en su vida, rara vez mastitis, nunca renga, que sea de fácil ordeñe, etc. Eso es lo que precisan los mega-tambos y va para ese lado. Yo creo que la raza Holando va a seguir por muchísimos años mas pero que va a ir habiendo cruces.
-¿Qué le gustaría que pase con la lechería argentina como actor que ha sido durante su vida?
-Uno tiene que adaptarse, la concentración es inevitable. En todos los lugares del mundo desaparecen tambos. Uno lo que no quisiera es que sigan desapareciendo y que los productores más pequeños, que siempre son a los que más les cuesta, no tengan la posibilidad de progresar, de hacer su galpón, de comprar su maquinaria, su mixer, etc. La lechería es una actividad que genera muchísima mano de obra, tiene ingresos mensuales, con precios a veces deprimidos y a veces más altos, pero el dinero siempre está.