Cuando alguien habla de “drones” se refiere a objetos voladores autónomos, es decir no tienen nadie que los tripule. Pueden ser manejados desde tierra con algún joystick o bien funcionar con algún software de por medio y el GPS como modo de navegación. Se les define cierto recorrido y ellos lo cumplen y vuelven a destino.
En la agricultura estos objetos o herramientas irrumpieron con el objetivo de la toma de datos. Vuelan equipados con cámaras especiales (RGB-NIR multispectral camera) para determinar el estado nutricional de los cultivos o bien determinar la presencia de malezas en el barbecho. Miden el verde en los lotes y sirven para formular prescripciones de fertilización o pulverización, eficientizando los procesos. Estos drones son los que tienen forma de avioncito. Están fabricados con un material tipo telgopor (algo más resistente en realidad) y aterrizan de panza al suelo tragándose muchas veces los rastrojos de punta.
Por otro lado, están los multicópteros, que son los que se compran muchos en la ciudad. Los que están en tema los nombran como “fantom” (Phantom es el modelo más vendido). Tienen 4 hélices pequeñas, despegan y aterrizan prolijamente y sirven mucho para la producción audiovisual, los que te filman en alguna fiesta.
¿Pero para que sirven estos modelos de drones en el agro? Bueno, de poco en realidad. Algunos dicen que son ojos para recorrer el campo, entrar a los lotes con agua antes de meterte con alguna máquina, ver animales. ¿Una vaca pariendo? El ruido que hacen la alteraría un poco. En fin, es un chiche que no se paga por si solo.
Una ley para democratizar el acceso a los drones y otros chiches agrícolas
Una tarea que se viene estudiando hace un tiempo para estos drones en el campo es la pulverización, ya que se pretende que pueden reemplazar a las máquinas pulverizadoras terrestres o a los aviones. Sería espectacular para un productor agropecuario y seguramente en algún futuro llegue, pero hay que solucionar muchos aspectos que llevan tiempo, ingeniería e inventiva. Para comenzar, un equipo muy chico no tiene la capacidad de soportar un tanque para agroquímicos con mucha capacidad. La estabilidad de la barra (botalón) es otro aspecto difícil de resolver. Y no existen en el mundo baterías para soportar mucho tiempo a algún bicho así en el aire.
Un gran avance lo realizó un santafesino llamado Walter Daniel Sequeiros que hizo un multicóptero más grande y naftero (para prescindir de las baterías) que podría volar 40 minutos y con una capacidad de tanque de 20 litros entre agroquímico y nafta. Bichos de Campo lo entrevistó en la pasada edición de Agroactiva. Aquí la nota: Ensayan en Santa Fe con el primer dron naftero del mundo
En el reciente congreso de Aapresid nos encontramos con Nicolás Marinelli, hijo del experimentado contratista Sergio Marinelli. El pibe tiene sangre de “fierrero” y ya se prepara para el futuro. Es por eso que le dio una vuelta de tuerca a la idea, y dejó de pensar en multicópteros para focalizarse en los “drones helicópteros”.
Mirá la entrevista con Nicolás Marinelli:
Marinelli empezó con prototipos de 1,4 metros de diámetro de rotor y ahora está trabajando con una empresa especialista en helicópteros en el país (la conocida Cicaré de Saladillo) en un equipo de 3,6 metros de diámetro y 80 litros de tanque para llevar el producto a aplicar (ver foto de portada). Ya está claro que la tendencia es hacia equipos con motores. Una súper batería por ahora no es viable, ni en desarrollo ni en precio.
“Los drones dedicados a la acción y no solo a la toma de imágenes, son el futuro”, aseguró el joven de 25 años a Bichos de Campo.
“En principio yo creo que se complementará con la aplicación por medio de aviones tripulados, pero en la medida que se vaya aumentando en el tamaño de los equipos y se permita su utilización, la aplicación en el futuro sin duda será autónoma”, detalló Marinelli.
Además, los que saben afirman que la aplicación con helicópteros es mejor que con avión por determinados factores. Uno es la turbulencia que genera el propio helicóptero, que colabora a ubicar mejor el fitosanitario en el follaje o terreno (sin que quede producto flotando).
Por otro lado, los tiempos operativos son menores: un giro en cabecera de helicóptero va de 6 a 8 segundos y con avión de 20 a 25.
Además este tipo de dron puede aterrizar para cargar producto en donde sea, mientras que el avión requiere una pista y se puede perder mucho tiempo en determinados lugares.
“Yo creo que en dos años ya veremos estos helicópteros en el campo. Los proyectos vienen muy avanzados”, augura Nicolás. Veremos. Por lo pronto, la inventiva argentina está afilada.