La historia detrás de la pequeña planta de Lácteos El Mundo, aquella que provee de dulce de leche a muchas panaderías, heladerías y maestros alfajoreros del país, es una muy dulce. Lejos de tratarse de un chiclé, aquella pyme familiar nació del amor entre Betty y Alberto Ospital hace cinco décadas, en el partido bonaerense de Lobos.
Alberto, que viajaba con frecuencia junto a su hermano Juan Pedro, desde la Cuidad de Buenos Aires hasta el pequeño paraje de Las Chacras, para comprar dulce de leche de producción local, conoció allí a la que sería la madre de sus cuatro hijos. Ya en familia levantaron una distribuidora de aquel producto en la Capital, y para 1972 se hicieron de una pequeña fábrica que también hacía quesos, sobre la ruta 41.
Eso hizo que Mariano, Betina, Pablo y Juan Ignacio, los hijos del matrimonio y herederos de la empresa, crecieran en un paraíso colmado de cuñetes de dulce de leche (aquel envase tradicional de cartón) y quesos en maduración. Hoy son quienes llevan la posta del negocio familiar.
“En principio hacíamos tanto queso como dulce de leche, y con el tiempo nos fuimos inclinando más hacia el dulce. Hoy la relación es un 85%-15% y tiene su lógica. Es un mercado bastante estable con respecto al del queso. No creo que nunca importemos dulce de leche. Y como teníamos la distribuidora, atendíamos a muchas panaderías, por lo que nos fuimos inclinando para ese lado”, contó a Bichos de Campo Mariano Ospital, gerente de la fábrica de Lácteos El Mundo.
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La materia primera que nutre a aquella pyme es comprada en su totalidad a productores de Lobos. Un dato llamativo es que la firma alcanzó hace tiempo su capacidad total de producción, con una industrialización diaria de leche que ronda los 27 a 28 mil litros.
La producción es destinada al mercado mayorista, sobre todo a quienes distribuyen insumos a panaderías, heladerías y alfajorerías.
“El dulce de leche repostero es el que más producimos, pero el dulce alfajorero es el que más salida tiene, es el que más se consume en Argentina. Hay diferencias en su consistencia, cada alfajorero tiene su manera de trabajarlo también. Es bastante dedicado el punto que hay que darle al dulce alfajorero y a cada alfajorero”, señaló Ospital, quien reconoció que por más que haya un estándar común que seguir, cada empresa le da “un toque que lo distingue”.
Por eso para él lo clave está en las materias primas, como leche y azúcar de primera calidad, y en los procesos rigurosos. En el caso de Lácteos El Mundo, los que dan lugar al dulce de leche se repiten entre cinco y seis veces por día.
“El primer paso es enfriar la leche y agregar los ingredientes. Una vez que está preparada la mezcla, se empieza a agregar a las pailas, donde se cocina el dulce a 110 grados aproximadamente, entre dos horas y tres horas y pico. Cuando el dulce ya tiene el punto de cocción, se lleva a unos enfriadores, se baja a entre 70 y 75 grados. Y ahí se empieza a envasar en los cuñetes”, explicó Ospital.
Si bien la empresa tiene una segunda marca que sale bajo el nombre Lanfield en envases plásticos, el gerente reconoció que aquellos de cartón (que salen con la marca El Mundo) guardan historia.
“Es tradición. El dulce es un producto muy fiel. El cartón tiene un parafinado que lo aísla y hace que no pierda tanta humedad. Si vos me das de elegir, el dulce se conserva mejor en envase plástico, porque tiene como 6 meses de vida útil. En el cartón tiene 3 meses de vida útil, pero el cartón no contamina como el plástico. Tiene sus pros y sus contras”, sostuvo.
-Finalmente a ustedes se les dio como algo natural crecer entre dulce de leche y con esta fábrica.
-Sí. La planta ya tiene 50 años, y nosotros fuimos creciendo siempre de a poquito. Fuimos haciendo mejoras en la planta, mejoras en la calidad también, y nuestra idea es seguir creciendo.
-Ya están al tope de capacidad, no les queda mucho más remedio que agrandarse
-Exacto, vamos a tener que ampliar.