La cadena cárnica argentinas continúa registrando dificultades crecientes para trasladar aumentos de costos a los consumidores argentinos en un contexto en el cual el precio de la hacienda también permanece “planchado”.
Los precios minoristas de la carne vacuna argentina acumulan un retraso de casi cuarenta puntos respecto del promedio general de la inflación de alimentos.
En el último año, según los últimos datos publicados este jueves por el Indec, la “canasta cárnica vacuna” mostró una inflación interanual del 55,2% versus un 94,5% el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
El principal causante de ese fenómeno es la pauperización del poder adquisitivo de los argentinos, quienes, frente a la aceleración inflacionaria, están comprando menos cortes bovinos para priorizar la adquisición de alternativas más baratas, como es el caso del cerdo o el pollo.
Si bien la crisis social argentina no es nueva, sí lo es el hecho de que la demanda internacional, que hasta el primer tramo de este año venía muy firme, comenzó a desacelerarse desde agosto pasado.
Esa realidad, junto con una progresiva pérdida de competitividad del sector exportador cárnico –potenciada por los cupos de exportación, derechos de exportación y la “retención cambiaria”– impide que el exceso de oferta presente en el mercado interno pueda derivarse hacia el exterior (como ocurre en cualquier economía de un país normal).
Pero en la Argentina, modelo ejemplar de país anormal, al tornar inviable el negocio exportador y deprimir el consumo interno vía explosión inflacionaria, la industria cárnica no tiene otra alternativa que atiborrar el mercado interno con carne vacuna para impulsar una deflación de precios.
La alternativa, frente a tal escenario, es desactivar unidades de faena o suspender operaciones en el sector frigorífico hasta que la oferta de hacienda se equilibre con la demanda efectiva. En tanto, en el ámbito productivo los ganaderos instrumentan acciones defensivas orientadas preservar el capital de trabajo, como retener vientres y abandonar sistemas intensificados de engorde.