Hornaditas es un pueblo de 200 habitantes con una escuela primaria y una antigua iglesia. Queda sobre la ruta 9, a 15 minutos de auto hacia el norte de Humahuaca, camino a La Quiaca. En el vive la emprendedora familia Lamas, que sería como un pararrayos, pero que atrae a toda la gente que pasa cerca por la buena y sana energía que expande. La familia se compone de papá Héctor y de mamá Clarita Domínguez, que tienen tres hijas mujeres (Marina, Gabi y Carolina). y un varón que se llama Fabio, de 30 años. A su casa se llega haciendo apenas 200 metros desde la ruta, a la altura donde está la parada de los ómnibus.
Cuenta Fabio: “Mi abuelo le dejó de herencia una chacra a sus cuatro hijos. Mi papá se quedó con 5 hectáreas y mis tíos se fueron a vivir a la ciudad, pero vienen siempre que pueden. En el pueblo de Hornaditas la mayoría nos dedicamos a la siembra del maíz criollo, el amarillo y el blanco, y a la cría de ganado caprino. Algunos tienen algunas vacas y sólo dos familias crían llamas. En invierno se produce ajo y cebolla, pero sólo para consumo familiar. El maíz, se vende. Nosotros además cultivamos papas criollas, que en Buenos Aires llaman ‘papines’, porque son chiquitas, de variados colores. También habas, quinoa, zapallos, zapallitos, zanahorias, cebollas y la fruta del cayote, que es una cucurbitácea con la que se hace el tradicional dulce para acompañar los quesillos (aclaremos que éstos, en general, son de vaca y no de cabra). Crecen muy bien ciertos árboles frutales como manzanos, perales y durazneros. Nosotros tenemos, pero para consumo familiar. Hay familias que tienen de 200 a 300 cabras y se dedican a hacer queso y venderlo. Nosotros no vendemos cabras, sólo tenemos unas 50 para consumo propio”.
Continúa Fabio: “En invierno la temperatura llega a 10 grados bajo cero. Es un clima seco, mejor que donde hace humedad como en San Salvador, porque te abrigás y listo. Y las casas, al ser de adobe, son muy ‘térmicas’: si las mantenés cerradas, no pasás frío. Hasta las 10 de la mañana no te dan ganas de salir. Pero como en la Quebrada casi todo el año hay sol, al mediodía podés andar en remera, en pleno invierno. A eso de las cinco de la tarde cuando empieza a bajar el sol, vuelve a pegar el frío”.
“En Hornaditas crecen muy bien las flores y embellecen todo el pueblo. En un tiempo, cultivábamos y vendíamos flores en primavera y verano, margaritas y gladiolos. Algunos bajan a vender gladiolos, margaritas y dalias a Humahuaca”.
El clima seco de la Quebrada de Humahuaca tiene algunas zonas fértiles, como a la vera del río Grande. “A nosotros el río Grande nos pasa a 2 kilómetros del pueblo, pero tenemos una vertiente cerca, que nos provee de agua buena todo el año. Sólo la usamos para riego, pero se puede beber. Y tenemos agua corriente para Hornaditas de otra vertiente. Además, la luz eléctrica pasa muy cerca y nunca nos falta. Hoy se están incorporando muchos artefactos eléctricos que funcionan con energía solar”, detalla Fabio.
Continúa- “En nuestra zona se bebe chicha de maíz y ‘ulpala’, una bebida similar, pero a base de harina de maíz tostado, sin alcohol, refrescante en verano. Algunos le agregan alcohol. Es común que se masque coca, pero mi familia no. Mi padre sólo coquea para las chayadas o las fiestas que se hacen para las señaladas de animales, cuando se juega a la taba, a la cincha, que es un juego de fuerza, en el que se tira de una soga”.
Para el último sábado de enero, se hace la fiesta del “Encuentro de comunidades aborígenes del churqui y del cardón”, de 10 a 21, a la que concurren 2000 personas. El escenario se ubica debajo del ‘churqui abuelo’. El joven describe que en esos momentos “se danza y canta folklore, con bandas de sikuri y mucha alegría de vivir. Mis tíos tocan guitarra, charango y zampoñas”.
Hace veinte años, la familia Lamas decidió cambiar de vida. Cuenta Fabio: “En el año 2002 mis padres emprendieron un proyecto de turismo rural comunitario: decidieron transformar la casa familiar en una hostería a la que pusieron por nombre ‘Clarita y Héctor’. Yo, apenas tenía 10 años. Hasta hoy lo lleva adelante mi madre”.
“Mi padre es albañil y hace casas con paredes de adobe y techos con madera de cardones y caña. Arriba, una capa de barro. Todos los años hay que cambiar esa capa de barro, porque con las lluvias del verano, se lava. Entonces mi padre, con nuestra ayuda, sus hijos, comenzó a adaptar la casa familiar. Agrandamos el comedor. Hoy la casa ya tiene cuatro dormitorios para hospedar turistas y estamos a punto de terminar uno más. En una pieza entran 6 camas, en otras dos piezas 3 camas, en otra pieza pusimos una cama matrimonial, y en otra 5 camas. Hacemos caminatas guiadas, de una hora y media, para visitar un pucará, donde se encuentran pinturas rupestres. Hay unas ruinas de la etnia de los omaguacas, que eran bravos, los Incas tardaron unos 5 años en poder penetrar en la Quebrada de Humahuaca.”
“Ahora vivimos del turismo. Pero antes vivíamos de la venta de los productos de la chacra. En nuestro pueblo muchos hacen artesanías y nosotros se las vendemos a los turistas en nuestra casa, o se las canjeamos por verdura o carne”.
“Para los turistas preparamos estofado de cabrito, locro, tamales, humitas, pastel de choclo, picante de panza o mondongo. De postre, hacemos anchi y mazamorra, compotas, peras al horno, y servimos queso de cabra con dulce de cayote. Cada día hacemos un queso de cabra de 2 kilos, y 7 kilos de pan por semana, al horno de barro”, detalla este joven trabajador, que está lleno de sueños.
“Yo soy como una especie de coordinador en mi pueblo, algo así como el cacique –aclara con una sonrisa- y hace un año que estamos tramitando el acceso a internet a través del programa Roberto Arias, por el que ENACOM nos facilita un subsidio. Y después queremos encarar un proyecto para hacer radio. Una vez por mes recibimos donaciones de alimentos y los repartimos a las familias, porque algunas tienen muchos hijos y muchas necesidades”.
Fabio culmina: “Hornaditas es un lugar tranquilo para vivir. Cada dos días llega una camioneta que vende mercadería de San Salvador, pero yo pienso abrir muy pronto un local de venta de artículos de la ciudad”.
“Lo bueno es que acá hay mucho sol y fiestas populares durante casi todo el año, por lo que es muy difícil que alguien se aburra o se entristezca. Hay una alegría de vivir permanente, y es tan fuerte nuestra cultura andina que todo el tiempo mucha gente que nos visita se queda en la Quebrada para siempre.”
Fabio cuenta que el periodista y cantautor tucumano Gustavo Guaraz vivió un tiempo en Humahuaca y los visitaba muy seguido. Una vez, estando en la casa de la familia Lamas, se inspiró, escribiendo y componiendo una bella canción, “Omaguaca”, y nos la quiso compartir, grabada luego en su casa por el cantor humahuaqueño José Simón y, en segunda voz y guitarra el mismo Gustavo Guaraz.