Julián Imhoff es un apasionado de la aeronáutica, le encanta volar, pero sobre todo le gusta producir. Se recibió de ingeniero agrónomo y su hermana mayor, Lucila, que es veterinaria se encarga además de la gestión administrativa de la empresa familiar.
Mientras muchos productores de leche tiran la toalla cansados o fundidos, entre otra larga lista de motivos para dejar la actividad, ellos juntos armaron un tambo, y se metieron de lleno en esa actividad. Pero antes le metieron mucha cabeza y energía a este emprendimiento, que mejoró la economía de la empresa, sus ingresos personales. Además generaron puestos de trabajo.
Hay otros tres hermanos más en la familia (su mellizo Ignacio que es agrónomo también y que asesora a productores; Pilar que también es agrónoma; y finalmente Paula que es comunicadora social), que no participan en forma directa de este emprendimiento, pero acompañan.
El padre de los hermanos Imhoff, Rubén, históricamente tenía un rodeo de cría y hacía algo de agricultura en el campo familiar que dejo en manos de los hijos. El establecimiento está ubicado cerca de Gálvez, a unos 120 kilómetros al norte de Rosario. Eso sucedió luego de perder a su esposa, Julia, que era una “una verdadera apasionada del campo”.
“Mucho del empuje que tenemos los hijos se lo debemos a ella, que se fue siendo muy joven”, contó Julián con algo de fundada melancolía.
El campo de la familia tiene 200 hectáreas de cañada improductiva, “es muy mala esa parte”. La otra parte donde está el tambo suma 150 hectáreas.
Hace unos 8 años, cuando el padre decidió delegar la gestión del establecimiento a los hijos, Julián tenía solo 25 años y se acababa de recibir. Fue entonces cuando con su hermana mayor decidieron armar el tambo.
Dos cuestiones importantes los llevaron a tomar esa decisión. Por un lado, venían de la cosecha del 2015, donde por exceso de agua s pudrió mucha soja y que dejó a muchos -entre tantos a ellos- con poco dinero en el bolsillo.
Por otro lado, “la idea era tener una producción que generase mayor volumen de facturación por hectárea, con infraestructura como pasturas, corrales, alambrados y aguadas, podíamos generar un cambio de actividad y volumen de facturación. En agricultura en campo alquilado necesitábamos de mucho campo para lograr eso mismo”, contó Julián.
Eso les permitió dar un salto de facturación y “poder cobrar un buen sueldo y que sea atractivo seguir trabajando en lo propio y no alquilar el campo”, lo que también los llevó, crecimiento mediante, a tomar más empleados y darle salida laboral a gente de la zona.
Para arrancar liquidaron stocks de granos que eran de la empresa unipersonal, tomaron algunos créditos convenientes, se fueron comprando herramientas que estuvieron paradas hasta el inicio de la obra del tambo y se hizo la recría de vaquillonas de tambo, que en 2016 tenían bajos precios y pudieron comprar. Luego de tres años, en 2018 y “con algunos sogazos en el lomo”, hicieron el primer ordeñe.
Julián contó que para poder llevar esta obra a cabo, con su hermana fueron, miraron y volvieron continuamente a tambos de otros productores. Tomaron medidas de todo, preguntaron y repreguntaron hasta el cansancio, como dos esponjas absorbiendo información.
“Todos nos recomendaban hacer las cosas más grandes, pero no nos daba el dinero, así que armamos la infraestructura dejando abierta la posibilidad de agrandarla en el futuro. La sala de ordeñe se armó para 12 bajadas y ahora tenemos 16, por dar un ejemplo. Después de tres años, con el crecimiento propio del rodeo y gracias a esa previsión pudimos instalar las cuatro bajadas más y nos seguimos agrandando, techando el corral de espera, sumando ventilación y aspersión para darle más confort a las vacas en el ordeñe”, agregó el agrónomo tambero.
Hasta ahí todo muy lindo, pero la cuestión es que además de aplicar los conocimientos propios de un ingeniero agrónomo y una veterinaria, la situación de la lechería y de la economía argentina obliga a tener un ojo puesto en la cuestión financiera.
“Hoy los números están muy finitos. Venimos de una devaluación del dólar oficial de casi un 100% de un día para el otro. Si bien era algo que estaba bastante avizorado, hoy para ser productor lechero, además de estar pensando en la vaca, también hay que estar pensando en la economía y en el financiamiento, y en cómo tratar de adelantarte con jugadas a lo que puede pasar”.
En los meses previos a la elección el dólar futuro era muy superior al oficial, lo que daba cuenta de la devaluación que se venía. Entonces los Imhoff trataron de calzarse comprando insumos de forma anticipada, no solo para el tambo sino también para la agricultura que hacen en campo alquilado en la zona para manejar más y mejor flujo de fondos.
“El número es finito”, insiste Julián, explicando que el precio de la leche ronda los 200 pesos mientras el kilo de soja vale 265 pesos, cuando deberían están a la par para que la actividad tenga una rentabilidad que justifique su continuidad y permita proyectar el negocio. Sobre todo luego de la terrible seca que golpeó tan duro a la agricultura pero también a los tambos que necesitan de pasturas, soja y maíz para alimentar a las vacas.
“El año pasado la sequía nos jugó una muy mala pasada en lo que fue la producción de reservas, lo que fue todo el maíz para picado, de maíces de regular a mala calidad. Hasta el día de hoy seguimos viendo las consecuencias en lo que es la producción. En cuanto a la parte agrícola de la empresa, los rendimientos de soja fueron pésimos y eso afectó las reservas financieras”, indicó el productor.
La previsión ante una economía tan compleja y los avatares del clima, es clave para Imhoff. Las devaluaciones impactan de lleno e inmediatamente en el precio de los granos y otros insumos, pero los precios que cobran por la leche mejoran mucho más tarde.
“Si no tenés más o menos previsto esto y alguna herramienta como para cubrirte te quedás afuera. Es lo que suele suceder con los tambos que cierran. Es como que de repente se corta el flujo y en dos o tres meses la ola de gastos te pasa por encima. Son tambos que se terminan rematando”.
En los últimos años, la lechería se viene concentrando en tambos más grandes y productivos: la producción se mantiene pero cae el número de productores. Bichos de Campo consultó la opinión de Julián, teniendo en cuenta que mientras muchos salen del negocio, ellos decidieron apostar por la actividad.
“Lo que pase va a depender muchísimo del contexto macroeconómico del país. Charlando con colegas la conclusión es que estamos todos expectantes en cuanto a inversiones. Este año será más que nada para recomponer un poco de estabilidad financiera en las empresas. Creo que cuando haya algún margen, la idea va a ser tratar de pagar financiamientos, de cancelar lo que haya de crédito que se tomó para usar como capital de trabajo y no para inversiones el año pasado cuando la seca incrementó los gastos. Hoy hay que sanear las empresas”, respondió.
”Y en cuanto al mediano y largo plazo, uno siempre trata de crecer en cantidad de vacas, volumen de producción y de facturación. Todo eso te lleva a inversiones para tratar de seguir haciendo las cosas productivamente bien”, cerró la charla.