“En algún momento pensaba que iba a ser veterinario de caballos o de bovinos de carne, pero cuando descubrí a las vacas de tambo me di cuenta de que son un fórmula 1”, dice, entusiasmado, Lucio Cámpora, médico veterinario argentino que los últimos 8 años trabajó, estudió y aprendió en establecimientos de Dinamarca, Alemania, Australia y, ahora, Canadá.
“Lo primero que les recomiendo es que sepan el idioma, porque les va a dar acceso y oportunidades, incluso obtener mejores pagas, junto con la posibilidad de sentirse más incluidos”, dice Cámpora, que se fue con 23 años a Nueva Zelanda y desde 2022, (hoy con 31 años) está haciendo un doctorado en Ontario, Canadá, evaluando el funcionamiento de los collares de actividad y rumia.
En la etapa de recolección de datos, que fueron dos años y medio, recorrió 33 tambos en la provincia de Ontario y tomó muestras de más de 100 vacas por tambo.
“Lo que menos extraño de Argentina es la inseguridad y la inestabilidad económica, acá arreglás una remuneración y sabés lo que vas a poder pagar el resto del año, y lo que más extraño son las juntadas espontáneas y la pasión del fútbol con amigos, porque acá juego al fútbol, como en todos los países en los que estuve, pero no es lo mismo”, dice Cámpora que en otra edición de “AgroExportados, argentinos vinculados al campo y la ruralidad por el mundo”, donde cuenta de sus sensaciones lejos de casa.
-¿Dónde naciste y te criaste? ¿Qué te acordás de esa infancia?
-Soy oriundo de Ferré. Tuve una infancia vinculada al campo y los animales. Y ese ambiente de pueblo donde todos se conocen con todos. Mi viejo, Carlos, es kinesiólogo, y mi madre, Aurora, agrónoma. Mi abuelo tenía un pedazo de campo y cuando empezó a envejecer mi viejo se dio un descanso de la profesión y empezó a trabajar el campo.
-¿Y qué hacían en el campo?
-Mi abuelo tenía vacas de cría en su momento, creo que fue algo que me marcó y me despertó cierta pasión que me llevó a estudiar veterinaria. Además, mis abuelos por parte de madre tenían una chacra.
-Si cerrás los ojos, ¿que se te viene al alma vinculado al campo?
-Ir a marcar las vacas, caravanear, vacunar y terminar con un asado. Me acuerdo de que mi viejo me llevaba al campo temprano a la mañana, yo iba con la mamadera. Y después las comidas, en la otra chacra, las pastas los domingos de la abuela “Peti” (Ana Antonia Scropanich), que cumplió 103 años en agosto.
-Veterinaria ¿Era tu plan A? ¿Qué te imaginabas haciendo como veterinario?
-Mi plan b podría haber sido algo vinculado al deporte o la medicina. Pero ganó veterinaria. Hoy me doy cuenta de que elegí la mejor carrera que podía haber elegido. Yo pensaba que iba a atender bovinos de carne y caballos pero cuando estudié bovinos de leche me di cuenta de que son un formula 1.
-Terminando la carrera te fuiste con un amigo a Nueva Zelanda. ¿Qué te impactó de ese viaje?
-Marcó muchísimo mi vida en varios aspectos. Imaginate, fue la primera vez que me fui solo, sin saber idioma, a una cultura diferente. Aprendí a arreglármelas, con lo que sabía, para sobrevivir. Después de ese viaje, la confianza que me tuve fue muy grande. ¡Si pude trabajar a un país en donde casi no le entendía lo que me pedían!
-Después de eso, volviste y te fuiste de nuevo…
-Volví porque tenía que terminar el último semestre de la carrera. Me recibí y estuve tres meses haciendo prácticas preprofesionales. Eso fue en 2018. Pero siempre tenía la idea de seguir estudiando afuera. En 2019 empecé a trabajar en Ferré en una escuela Agrotécnica, y con mi novia de entonces nos fuimos para Alemania. Estuvimos un año, pero no quería volver a Argentina, quería seguir estudiando y practicando inglés. Conseguí trabajo en Dinamarca, donde estuve otro año. Mientras tanto ya estaba avanzando con lo de Canadá, pero todavía faltaban unas cosas. Estuve en Australia en marzo de 2022, y desde septiembre de 2022 estoy en Canadá.
-¿Qué te quedó del campo en Alemania y Dinamarca?
-En Alemania fue la primera vez que tuve vacas estabuladas que no salían a pastorear. Yo creo que la tecnología de insumos y maquinaria en ese establecimiento me impactó. También el acceso a los créditos que tienen. Pero les faltaban tecnologías de procesos.
-Y en Dinamarca?
-En Dinamarca había infraestructura, tecnología y tecnología de procesos, era un tambo orgánico. Fue espectacular.
-¿Y en Australia?
-Trabajé en dos tambos, ahí laburé muchísimo.
-Desde septiembre de 2022 estás en Canadá. ¿Cómo surge esa oportunidad? ¿A qué te fuiste?
-En Canadá estoy haciendo un doctorado, en el departamento de medicina poblacional (o epidemiología). Mi jefe es veterinario de lecheras, hace reproducción y salud, y mi estudio tiene que ver con los monitores de actividad y rumia para detección de celo. Lo que yo estoy intentando entender es por qué algunos tambos son muy eficientes usando esta tecnología y otros necesitan implementar IATF para detectar vacas en celo y preñarlas. Durante dos años y medio fui a 33 tambos en la provincia de Ontario y muestreé más de 100 vacas por tambo para diagnóstico de enfermedades. Intento entender cuáles son los factores de riesgos que afectan el funcionamiento del collar. Ahora tengo que analizar los datos y escribir y publicar mi tesis.
-¿Qué te llamó la atención de vivir en Ontario, Canadá?
-Es una ciudad muy segura, y el país es muy abierto a los inmigrantes, no vas a ver racismo. Es una sociedad progresista.
-¿Como es un día tuyo allá?
-Cuando estaba en esos dos años y medio que te dije de ir a los tambos. Me levantaba 5.30 de la mañana, desayunaba y me iba para el campo donde trabajaba hasta 12 del mediodía. Después trabajo de laboratorio para procesar muestras y ahí a estudiar o cursar. A las 17 terminaba y me iba al gimnasio o jugar al fútbol. Ahora que no estoy yendo tanto al campo, igual me levanto temprano, pero tengo más libertad.
-¿Qué extrañás de tu vida en Argentina?
-Lo que más extraño es la familia, el asado, la pasión, el futbol como en Argentina, porque acá juego, pero no es lo mismo. Y la espontaneidad de encontrarse.
-¿Qué es diferente del fútbol?
–Primero el nivel, porque no son tan buenos. Acá hay otros deportes antes que el fútbol. Por ahí acá terminás jugando con gente que le gusta el fútbol, pero no son apasionados. Yo jugué en casi todos los países donde estuve, siempre en ligas lo más competitivas que daba mi nivel. Lo máximo que llegué a jugar es Federal B. Soy fuerte, tengo buen pie, puedo jugar de central o de cinco, más raspador… jaja… yo siempre digo que una cosa que hago es jugar lo más simple posible.
-¿Cómo viviste el Mundial de Qatar?
-Estaba en Canadá, por suerte lo vimos con un grupo de argentinos. Lo vivíamos a los gritos. Era tal el circo que armábamos que la gente venía a ver el partido con nosotros porque no podían entender que podíamos llorar después de un partido o gritar un gol alocadamente.
-¿Qué no extrañás de tu vida en Argentina?
-Creo que la inseguridad. Lo otro que no extraño es la inestabilidad que hay en Argentina. Afuera vos arreglás un sueldo y sabés la capacidad de compra que vas a tener.
-¿Qué comidas incorporaste?
-Incorporé el desayuno más fuerte, nada de sólo un mate y una tostada. Acá como más sano, incorporé huevo, yogurt con cereales y queso en el desayuno. Cosa que extraño y me cuesta, son las milanesas. Acá como mucho cerdo y pollo porque la carne de vaca es carísima y tampoco es que sea buena.
-¿Podrías vivir sin mate o sin asado?
-Para toda la vida no sé. Pero si es por un año lo tengo clarísimo, me puede faltar asado, pero no mate.
-¿De lo que has conocido, ¿Qué lugar recomendarías para un argentino que quiera ir para allá de turista?
-Hay un lugar yendo al norte de Ontario, que se llama Tobermori, que es muy lindo. El mar socavó una cueva, el agua es cristalina, se ve turquesa. Después hay un parque que se lama Algonquin, que no fui pero me gustaría. Y hay dos pueblitos que se llamas Fergus y Elora, que me encantan.
-¿Se gana igual, mas, menos que en un puesto similiar al tuyo en Argentina? ¿Cómo te rinde la plata?
-Si hablamos de un empleo normal, yo creo que te rinde un poco más en Canadá. Pero depende porque si vos vas a venir a Toronto a hacer un laburo que no es muy calificado como lavar copas, y tenés que pagar un alquiler, con esa plata no vas comprar nada. Sí podés hacer una experiencia, pero si venís con la idea de instalarte acá y tener una casa, no, no te rinde. En el mundo se paga bien por trabajos que no quieren hacer otros. Por ejemplo, si vas a Australia a manejar retroexcavadoras, al medio del desierto, te dan 10.000 dólares por mes, pero nadie quiere ir ahí.
-¿Y como estudiante?
-Canadá tiene un sistema en donde la investigación la banca el gobierno, le cobran los impuestos al farmer y el farmer recibe conocimiento a través de la investigación que paga el estado. Es un círculo virtuoso.
-¿Qué le recomendarías a alguien que, como vos, esté pensando en ir a hacer una experiencia afuera?
–Lo primero es el idioma, es ideal porque les va a dar acceso y oportunidades, y se van a sentir más incluidos. Y si sabés el idioma seguramente vas a poder ganar mejor. Y después que se animen a meterle para adelante, porque son experiencias muy lindas que uno se encuentra con uno mismo, fortalezas que no sabía que tenía.
-Suponete que la persona que sos hoy, habiendo recorrido todo el camino que ya hiciste, está sentado al lado del que eras cuando estabas por irte de Argentina. ¿Qué le dirías para ayudarlo, para allanarle el camino?
-Le diría que se tenga fe, que le meta para adelante, que siga el corazón, porque siempre trae cosas buenas. Y que se mantenga positivo. Es difícil porque a veces te mandan a hacer trabajos poco calificados que podría hacer un pasante de verano de 17 años sólo por ser extranjero. Te la tenés que bancar esa.
-¿Cómo imaginás tu futuro? ¿Volverías?
-Yo creo que el doctorado debería estar escrito y terminado en un año. Los fondos van hasta septiembre de 2026. Y después, me gustaría empezar a ejercer como veterinario por un tiempo, antes de volver a Argentina. Como consultor para una compañía, por ejemplo. Porque tengo una espina de haber trabajado como veterinario en otros lugares, pero siempre estuve del lado del productor, me gustaría estar del lado de la industria. Y me gustan los desafíos constantes. Por eso, no sé cuándo volveré a Argentina.