Gastón Arcucci y su primo Manuel Pucheta llevaban unos quince años investigando cómo hacer un producto que aprovechara las manzanas y demás frutas que por las sucesivas crisis se terminan desperdiciando en el Alto Valle de Río Negro. Porque por falta de precio, muchas veces no se levanta la cosecha y se pudren peras y manzanas de la mejor calidad.
Habían hecho unas prácticas de snacks en la facultad donde estudiaban Licenciatura en Alimentos, en Villa Regina, y luego de ensayos a prueba y error lograron dar con un método propio, que agrega valor a la fruta, y que superó todo lo conocido hasta el momento: unos chips de manzana, crocantes, dulces y nutritivos, como nunca antes yo había visto ni probado. La gente del lugar las llaman no sin contradicción “las papas fritas de manzana”. Es contradictorio porque no son papas sino manzanas, y porque las hojuelas no están fritas sino horneadas.
Los primos concretaron su sueño, instalando la fábrica de sus novedosos snacks, en enero de 2018, en lo que había sido el histórico almacén de ramos generales con más de sesenta años de antigüedad, que perteneció a Mastrocola, en la ciudad de Cipoletti. Lo acondicionaron con modernas máquinas nacionales y en septiembre comenzaron a fabricar y a vender bajo la marca “Fruch” (explican que en alemán significa fruta, y la palabra suena similar a crunch, que alude a lo crocante).
Mirá la entrevista con Manuel y Gastón:
Hasta hoy, abril de 2019, llevan elaborados unos 30.000 paquetes de 30 gramos, que contienen apenas 70 calorías, menos que una barrita de cereales.
Los chicos no revelan su gran secreto, que son las diversas temperaturas para el horneado. Pero su método consiste en aprovechar toda la manzana, la piel y las semillas de las frutas seleccionadas, de la mejor calidad, que compran a familiares suyos, pero también a otros productores.
La diferencia con otros procesos está en que combinan la clásica deshidratación osmótica con un horneado continuo, por el cual han logrado un producto sorprendente, jamás alcanzado: crocante como una papa frita, delicioso y aromático. Quien lo prueba no puede dejar de comerlo. En las ferias se sorprenden que al ofrecer su degustación, la gente lo compra inmediatamente y regresa a la feria al otro día para buscar más.
Por ahora desarrollan dos productos: de manzanas rojas, preferentemente a partir de la variedad Pink Lady (aunque con Gala y Red también quedan perfectas, dicen), y de manzanas verdes, de variedad Granny Smith.
La elaboración es algo artesanal, y cuentan con cuatro operarios que lavan las manzanas, las seleccionan, las rebanan finamente con una cortadora, les dan una inmersión dulce y luego las pasan por un horno de secado continuo. Finalmente las empaquetan. El envase está a punto de ser cambiado por un diseño más moderno.
No les es fácil el acceso al crédito, necesario para incorporar más maquinaria, con la cual sumarían cuatro empleadas más. Hoy, les sobra demanda, para lo cual les falta infraestructura. En este momento necesitan comprar una cortadora.
Los deportólogos han elogiado su producto y ya se vende en los gimnasios y en las escuelas, porque es sano, energético y saludable. Para estas últimas están diseñando un envase más económico.
Están muy avanzados en la investigación del mismo procesamiento de las peras, que estiman lanzar dentro de este año. Por ahora ya comercializan los chips de manzanas verdes y rojas hasta en Córdoba y Rosario, y ya están en contacto con un posible importador de Estados Unidos.
Celebramos que ya no sólo podremos traer alfajores de recuerdo, sino unos exquisitos y livianos chips de manzanas verdes o rojas, que son un perfecto símbolo de la fruticultura de aquella región. Estos dos talentosos jóvenes tienen en sus manos un producto revolucionario que -ojalá- en poco tiempo inunde las góndolas.
Conocimos este emprendimiento hace unos días, durante una recorrida con Bichos de Campo por las fábricas y los cultivos del Alto Valle. Una de esas noches, nuestro querido amigo poeta, Bernardo “Lalo” Martínez, nos agasajó con un sabroso asado en su bellísima casa de Allen, y con la sorpresa de dos de las mayores figuras del folklore patagónico: Marité Berbel y Rolando Lobos. Como en nota anterior hemos pasado Otoño en Huechulafquen, por Marité, es que ahora honramos al maestro Lobos con el vals “Rosauro, un peón nomás”, en letra de Luis Gabis, y música de Lobos.
Felicidades y éxitos para Gastón y Manuel!