Luego de la debacle de la campaña 22/23 producto de la histórica sequía que recortó a la mitad los niveles productivos de la agricultura y la ganadería, un grupo de especialistas en gestión de la empresa agropecuaria decidió “sacarle una foto” a la actualidad del sector, para evaluar como cada una de las cadenas atravesó el proceso de recuperación.
Mediante un informe de rentabilidad de la campaña 23/24, el Grupo Cencerro, conformado por un grupo de especialistas que asesora más de 140 productores en 400 mil hectáreas, se puede advertir que la campaña post sequía fue buena, pero que podría haber sido mucho mejor, de no ser por el clima y el cambio de gobierno con su nueva forma de encarar la economía.
“Cerrando la 23-24, la sensación es que la campaña fue regular. Sin dudas esperábamos más, sobre todo pensando en el punto de partida y las ganas de recuperar el terreno perdido con la 22-23 a cuestas. Estuvo marcada por un año en donde la coyuntura política, económica, financiera y climática han jugado un rol preponderante y definitorio”, introduce el grupo especializado.
Si nos enfocamos en cada una de las grandes cadenas productivas del agro, como la agricultura, la ganadería, lechería y maquinaria, se ve claramente que en general los indicadores que hablan de rentabilidad dan positivos, salvo en contados casos, como el del trigo en la zona de Córdoba y Santa Fe, con un llamativo porcentaje alto de la lechería.
En este sentido, y luego de contabilizar un 49% de rentabilidad positiva en el NEA, 26% en el centro pampeano sur, y 32% en el centro norte, el tambo salió bastante airoso en la campaña post catástrofe.
Según los especialistas de este grupo, las reservas forrajeras estaban muy castigadas por los malos resultados de los silajes de la campaña anterior. Además, el último dólar soja del gobierno anterior generó una relación insumo producto pésima entre los derivados de soja y maíz, y el precio de la leche estuvo prácticamente congelado.
“Varias empresas tuvieron que reducir la cantidad de vacas en ordeñe o dejar de alimentar con concentrado y pasar a un esquema pastoril, con el efecto en productividad que eso implica”, dijeron los analistas, quienes además afirmaron: “En cuanto a los costos, los de alimentación se mantuvieron estables y hasta en algunos meses a la baja por la caída ocasional de los precios de soja y maíz. También es cierto que los valores operativos en dólares se incrementaron por el arrastre inflacionario y el tipo de cambio estable”.
Parte del análisis de Cencerro está enfocado en que a comienzos de año, el precio de la leche se recompuso vigorosamente y lo siguió haciendo hasta el último mes de la campaña, llegando a valores máximos en la serie histórica.
En lo que tiene que ver con la ganadería, tanto de cría, como recría y feedlot, los analistas resultaron una buena campaña, donde el factor climático acompañó con condiciones mucho mejores a las de 2022-2023, teniendo un mayor régimen de precipitaciones.
“Si de costos hablamos, es necesario mencionar que la siembra de pasturas y verdeos que se consumieron el primer semestre se realizaron con insumos a valores altos, algo que afortunadamente se revirtió para la segunda mitad del año. Esto se dio, sobre todo, con los herbicidas y algo en fertilizantes”, aclararon, para luego remarcar que teniendo en cuenta los resultados de cada cliente y región, la foto al cierre de la 23-24 “nos mostró que hay una mejora de los precios en dólares de la hacienda con respecto a la campaña anterior”.
En cuanto a la agricultura, tratando de dejar atrás la pésima campaña seca, el año había empezado con buenas expectativas. Pero de acuerdo a Cencerro, “el cambio de gobierno, en diciembre, hacía pensar en un nuevo panorama con reglas de juego mucho más favorables para el sector. Sin embargo, no todo fue tan bueno como esperábamos hasta finales de ese mes. La fina fue digna, pero dejó muchos kilos en los momentos previos a cosecha por tormentas muy severas que ocurrieron entre Navidad y Año Nuevo en el sudeste y suroeste bonaerense”.
El dato de este rubro, tiene que ver con que según analizan, muchos productores financiaron mayor parte posible de los insumos 23-24 a través de tarjetas rurales, “cerrando dichas operaciones antes de junio del año pasado con tasas de entre el 60 y 90%, pesificando sus deudas para aprovechar una devaluación del 120%, que impactó directamente en el valor a cobrar por sus granos y licuando sus costos”, según explicaron.