Angel Barrenechea, vasco empecinado, ex investigador del INTA, toda la vida productor, anda diciendo por ahí que ya no maneja un tambo sino una “fábrica” de leche. Su establecimiento está ubicado muy cerca de la cordobesa Villa María y es uno de los pocos del país que han incorporado la tecnología del “compost” con muy buenos resultados.
Quienes lo conocen bien a Barrenechea lo presentan como uno de los hombres que más hizo por la modernización de la lechería. No solo por la incorporación de nuevas tecnologías sino también por aplicar una nueva concepción organizacional y empresaria.
“Por decreto, cuando empecé a trabajar en este proyecto, empecé a inculcarle a nuestra gente que esto no era más un tambo sino una fábrica de leche. Hemos tenido siempre como objetivo el agregado de valor a nuestra producción. No vender leche o granos sino el productor elaborado”, explica el productor a Bichos de Campo.
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Esta premisa implicó primero la creación, hace cinco años, de una fábrica de quesos ubicada muy cerca del establecimiento productivo, para procesar la producción propia y la de algunos vecinos. Luego, en 2017, el técnico decidió cambió el “chip” y puso a funcionar el viejo tambo también como una fábrica. Coincidió con la construcción de un enorme tinglado bajo el que viven y producen sus vacas Holando.
“Uno empieza a ver la diferencia de funcionamiento, sobre todo con el personal. En el tambo, las estructuras tradicionales son familiares. Hay un señor con su señora y sus hijo; todos trabajan en todo, a toda hora y todos los días, todo el tiempo. Lo primero que hicimos acá fue decidir para la gente un nuevo formato de trabajo: cada uno tiene su rol y su función. Y sobre todo organizamos horarios de trabajo y descanso. Una de las cosas que más sintieron ellos, fue la satisfacción de poder tener programados seis días de trabajo y dos días libres”, relata Barrenechea.
–¿A usted le parece que la lechería argentina va a seguir ese camino?- le preguntamos.
-Yo creo que sí. Hay un hecho que es concreto, no es ocasional: el fenómeno de concentración en todos los sistemas de producción se da en todo el mundo y acá también. Y por más que se implementan algunas políticas, el fenómeno continúa. Hay un tema muy simple: el productor necesita facturar, los commodities valen cada vez menos, los negocios son cada vez má finos. Por eso Hay que ser más eficiente, tener más volumen, y hay otro tema concreto que es el trabajo- responde.
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El ex director del INTA Villa María compara: “En Estados Unidos es muy diferente. Usted llega a un tambo y está el productor trabajando, ordeñan él y su familia. En nuestro país el tambo se basó mucho en el trabajo de terceros. el productor normalmente hace otra actividad, está en otra cosa, o hace otro trabajo en el campo. pero no está ordeñando. Cuando la producción es chica, y alguien opera y va a porcentaje, el dinero no alcanza para todos”.
Barrenechea cree, en este contexto, que el proceso de intensificación del tambo que comenzó cuando en 1993 o 1994 se introdujeron las primeras picadoras de grano fino, va a profundizarse. “En ese momento empezó un cambio sustancial en el sistema de alimentación, con una gran participación de lo que son los forrajes conservados. Hoy no hay tambo que no de silo”, explica.
Uno de los aspectos en los que se debería trabajar más, a su juicio, es en evitar las pérdidas de alimentos. “Cuando uno las cuantifica son monstruosas, del 20 al 25% del alimento. Y ni hablar cuando llueve y viene el barro”, advierte el experto, que recomendó a sus pares diseñar un buen comedor para sus vacas lecheras, si fuera posible de hormigón.
“No hace fata el galpón, sino tener un buen lugar donde comer, porque le estamos dando casi 60% de la alimentación o más con forraje conservado y concentrado. Si no cuidamos eso, es como darle margaritas a los chanchos”, indica.
Luego, para los que puedan invertir, Barrenechea sugiere avanzar hacia el sistema estabulado de producción: tener las vacas bajo techo y sobre una “cama” hecha de compost. “El confort animal es clave; hay que ver a las vacas que salen y dan una vuelta y luego se vuelven a a sombra y a su cama”, aseguró. Luego cuenta que cuando inauguraron el enorme galpón “las vacas saltaban como los chicos en un pelotero”.
Barrenechea cierra diciendo que “la sombre, los ventiladores, la aspersión es todo confort. La vaca es como nosotros: si estamos relajados y cómodos producimos más”.
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