Si bien la soja en gran medida se autopoliniza, ese mecanismo produce un alto porcentaje de flores abortadas. En ese marco, un grupo de investigadores argentinos, brasileños y británicos realizaron una revisión de diferentes estudios en la materia para detectar que existe evidencia sólida entre el incremento del rendimiento de soja con presencia activa de polinizadores respecto de cultivos que no recibieron el aporte de tales insectos.
El análisis, que contempló la variación latitudinal, utilizó datos de 28 estudios independientes distribuidos en Sudamérica (nueve de Argentina, nueve de Brasil y uno de Uruguay), cinco de EE.UU. y cuatro de Camerún.
El artículo (“Soybean dependence on biotic pollination decreases with latitude”), publicado en la revista científica Agriculture, Ecosystems & Environment, señala que en ausencia de polinizadores los estudios muestran que el rendimiento de la soja disminuyó en un promedio de alrededor del 30%.
Más allá del promedio, la variabilidad de situaciones es enorme, dado que el impacto de los polinizadores en los rindes de soja –en los diferentes trabajos científicos– oscila entre 0% y más del 50%, lo que indica que existe una multiplicidad de variables por investigar al respecto.
De todas maneras, los datos mostraron que la influencia de los polinizadores en el rendimiento logrado disminuye abruptamente en latitudes altas, lo que podría sugerir que, en las zonas templadas –a medida que nos alejamos del Ecuador– prevalece un aumento relativo en la producción de semillas autógamas.
A lo largo del gradiente latitudinal estudiado, los estudios analizados evidenciaron que la mayor contribución de los polinizadores al rendimiento de la soja se registra en latitudes más bajas, donde el fotoperíodo (duración del día) durante la temporada de crecimiento del cultivo es generalmente más corto y la temperatura del aire es más cálida en comparación con las regiones ubicadas más lejos del Ecuador.
Las razones de tal correlación puede ser muchísimas. Quizás, por ejemplo, los fitomejoradores diseñaron cultivares de soja para zonas templadas mucho más eficientes en términos de reproducción autógama. Quizás las poblaciones de insectos polinizadores presentes en zonas más cálidas tienen una presencia mayoritaria y un comportamiento diferencial que contribuye a sostener los rendimientos de la soja. Las hipótesis por formular son numerosísimas.
Lo que resulta evidente es que, lejos de considerar que se trata de una autógama que se las puede “arreglar sola”, la soja, en mayor o menor medida, requiere de polinizadores para sostener su productividad, lo que implica que la promoción de la biodiversidad, además de un sustento ambiental, tiene también un fundamento económico.
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