En plena pampa húmeda, en un partido del centro-norte de la provincia de Buenos Aires que por poco supera los 12.000 habitantes, se ve un escenario distópico. En el predio de una antigua escuela rural, a una decena de kilómetros del centro del pueblo y entre animales y cultivos, se levantan las paredes de lo que será un observatorio astronómico “a todo trapo”, abierto a los amantes de los astros, a toda la comunidad y también al turismo.
Marcos Santarossa y José Acosta son docentes de un colegio secundario y dos de los responsables directos de que Alberti se convierta en un epicentro regional para recibir a científicos, especialistas y aficionados a los cielos. Tras recorrer el predio y la obra en marcha junto a Bichos de Campo, dieron detalles de su ambicioso proyecto, que también incluyó el rescate de una viejísima construcción de una escuela rural que estaba cerrada.
Ambos tienen una conexión muy particular con la actividad. En el caso de Javier, todo se remonta a su infancia, porque recuerda cuando iba a caballo a la Escuela Primaria 8 “José Inocencio Arias”, ahí mismo donde hoy se levantan las paredes del observatorio, mucho tiempo antes de que quedara sin currícula y fuera abandonada.
Ese afecto que le guarda al lugar fue lo que motorizó su incorporación a la organización Cielos Albertinos, el Club de Ciencia y Astronomía de la Escuela de Educación Secundaria 2, del que también participa activamente Marcos Santarossa junto a muchos otros apasionados y docentes.
Funcionan como cualquier otro grupo de aficionados que comparte un hobby. En su caso, empezaron con reuniones periódicas al aire libre y campamentos astronómicos, que dieron lugar a un sueño hecho realidad: tener telescopios, instrumentos y equipos de última generación a minutos de casa.
“Las cosas fueron surgiendo, no hay un hilo conductor. La idea original era recuperar la escuela, que estaba abandonada y estaba cercada por los animales”, aclara Javier. Pero, de recuperar una vieja escuela rural a construir un observatorio con inversión municipal y provincial, hay un amplio trecho. Si se le da vueltas al ovillo, se encuentra la punta de la que tirar: el particular cielo que tiene Alberti.
En 2001, el astrónomo John E. Bortle creó un sistema que sirve para medir y clasificar los cielos de acuerdo a su oscuridad y el grado de visibilidad de los astros. La escala Bortle va del nivel 1, el cielo oscuro excepcional, al 9, el de mayor contaminación lumínica. En el caso de Alberti, asegura Marcos, oscila entre el nivel 2 y 3, muy buenos valores para la actividad científica.
“Quiere decir que es un cielo apto para observar a ojo desnudo, para hacerlo con instrumental de campo amplio, y para utilizar instrumental de mucha profundidad de campo”, explica Santarossa. En resumidas cuentas: un cielo apto para que todos lo aprovechen, sea tirados en el pasto y sin herramientas, o con un observatorio como el que está próximo a inaugurarse y que sería el de mayor envergadura en toda la provincia de Buenos Aires.
El potencial estaba. El mérito de Marcos, José y toda la comunidad de Cielos Albertinos fue poner la vocación docente al servicio y sacar provecho de ese recurso que les dio la naturaleza, entre animales, pasturas y cultivos extensivos. Demostraron que las respuestas no estaban sólo en el suelo, sino también en el cielo.
Mirá la entrevista con ambos docentes:
Marcos es un gran conocedor de la astronomía y le da mucho valor como ciencia. De hecho, considera que ha sido tal su injerencia en el surgimiento, crecimiento y desarrollo de las civilizaciones, que lamenta que “la modernidad fuera borrando los cielos” al dejar de mirarlos y asombrarse como antes, por las respuestas que allí se anidan.
Justamente, en ese grupo trabajan en el rescate de la disciplina, por eso la llevan a las aulas y la reincorporan a una currícula donde fue olvidada hace décadas. Los docentes albertinos quieren transmitir su pasión por los cielos a los jóvenes y la comunidad en general. Así lo grafica Javier: “Se puede tomar la astronomía como un eje vertebrador y se la puede trabajar desde todas las asignaturas”.
La institución educativa está cuestionada por muchos otros flancos en el presente. Se debaten presupuestos, contenidos, calendarios y formas de aprobar o desaprobar, y queda poco espacio para planteos como el del proyecto albertino. Por eso, cuando Marcos señala que “en el mismo predio se conjugan los siglos XIX, XX y XXI” tiene mucho tino, porque ahí hay algo de las antiguas civilizaciones que a su vez se conjuga con un proyecto futurista en el medio de la pampa húmeda. Es un cuadro distópico muy poderoso.
Por supuesto que no se trata de un grupo de improvisados que han recibido recursos y aliento para avanzar. “Detrás de esto hay diseño, hay trabajo, y hay cabezas albertinas muy capaces”, observa Santarossa, que confía más que nadie en que lograrán emular lo que hacían los antepasados y construir conocimiento valioso.
“El observatorio está pensado y planteado para aprovechar el movimiento aparente del cielo, y así ver el tránsito del sol, la luna y las estrellas que pasan por encima nuestro”, explicó.
Pero el proyecto va más allá de los tecnicismos, lo esotérico y lo complejo que tiene la astronomía, porque el observatorio de Alberti, que esperan inaugurar el año próximo, será un atractivo abierto al público en general. Lo que quieren es que sea un espacio vivo, en constante movimiento, que funcione como un predio con fines recreativos e investigativos, donde alumnos, científicos, turistas y familias puedan disfrutarlo por igual.
Y como no es sólo una propuesta educativa, el club astronómico trabaja a la par del municipio. Alberti tiene una veta por explotar, y esperan convocar gente de todos lados con el proyecto. “No es sólo un lugar para venir a la noche y ver las estrellas, es también para volver a estar en contacto con la naturaleza, algo que perdimos mucho”, observó Marcos.
Es común que, por la condición que tiene su cielo, en la zona se organicen campamentos en los que participan viajeros y familias de todos lados. “Sobre todo del conurbano bonaerense, Capital Federal y otras ciudades grandes que han perdido literalmente el cielo”, especifica Santarossa.
Esos encuentros, de los que ya participan los docentes, se seguirán haciendo una vez que el observatorio esté inaugurado, con un área de servicios específica dedicada a tal fin. Es una oportunidad de compartir largas horas de madrugada, conectar con la inmensidad del universo, apagar los celulares y contar historias de pueblos originarios y civilizaciones de antaño.
Lo colectivo hace mella para los astroaficionados y Alberti está cada vez más próximo a contar con un lugar de encuentro con todas las comodidades. “Esto no es para hacerlo solos. Lo abrimos a la comunidad para que conozca lo que nos gusta y porque creemos que así el conocimiento se potencia”, asegura Marcos.
“Siempre soñamos con esto”, expresa José que, al igual que su colega y amigo, ve en esos cimientos, en el predio de su antigua escuela rural, cómo se hace realidad aquello por lo que lucharon y trabajaron.
Espectacular
Felicitaciones a todos que con mucho esfuerzo lograron que una escuela rural abandona se transforme en un observatorio, tan importante como medio educativo que se encuentre en un lugar pequeño como la ciudad de Alberti, y que este abierto no solo la comunidad sino a todos los que quieran visitar.
Felicitaciones a los alumnos; profesores; al Municipio y a todos los integrantes que se involucrado en tan extraordinario proyecto!!!!+