¿Qué se está investigando actualmente en el centro de Innovación de Maíz y Soja de la Universidad de Indiana? Un grupo de productores de la Fundación Producir Conservando realizó hace pocas semanas una visita a ese establecimiento ubicado dentro del campus de la Universidad de Purdue, que fue creado hace ocho años y actualmente dispone de un plantel de más de 40 investigadores, que llevan a cabo diferentes líneas de trabajo.
Entre los productores locales que llegaron al lugar estaban Gustavo Oliverio, su hijo Francisco, Santiago Hollmann y Patricio Watson. Luego ellos en el newsletter de la Fundación Producir Conservando, publicaron un resumend e todo lo que vieron y les llamó la atención en el lugar.
Esta es la crónica:
Junto a Dan Quinn y Bob Nielsen, ambos especialistas de Maíz de Purdue, hablamos de las características del cultivo en Indiana. Buscan lograr 74.000 a 89.000 plantas por hectárea a 76 centímetros de entresurco, 5 centímetros de profundidad y uniforme para que emerja en 7-10 días. El estado de Indiana tiene 2,1 millones de hectáreas de maíz con 14.000 kilos de rinde promedio y produce la mitad del maíz que produce la Argentina.
Algunos productores están probando sembrar maíces “petisos” que tienen como característica inserción de espiga baja (difícil cosecha), menos hileras por espiga (aumentan densidad un 20% para lograr a tener mismo número de granos por hectárea), son menos susceptibles a vientos y más fáciles de aplicar con equipos terrestres adelantado el ciclo de cultivo. No está muy claro si aportan realmente valor al cultivo de maíz todavía.
En los últimos años se ha expandido mucho una enfermedad fúngica en Maíz llamada Phyllacora maydis (mancha de alquitrán o Tar Spot). La presencia en los lotes está cada vez más generalizada. El mejor momento para su control es R1. Las pérdidas que puede ocasionar van desde los 4.000 a 6.000 kilos por hectárea. Para controlar bien esta enfermedad se necesitan 1 o 2 aplicaciones en la campaña. Produce una mortandad temprana de la planta impactando en el peso de 1000 granos, pero no afecta el número de granos, la proteína o el contenido de aceite de estos. Para controlar esta enfermedad de manera eficiente, se utilizan mezclas triples de carboxamidas, triazoles y estrobirulinas.
El extensionista de soja Shaun Casteel comentó que históricamente en Indiana, el productor arrancaba la campaña sembrando maíz y al terminar pasaba a sembrar la soja. Con el correr de los años, luego de varios estudios hechos por diversas Universidades del Midwest americano, el productor ha logrado mejorar los rindes en soja adelantando la fecha de siembra e incluso arrancando la soja antes de terminar el maíz.
Antes los productores sembraban a 76 centímetros el maíz y al terminar pasaban la maquina a 38 para seguir con soja. Hoy muchos tienen 2 máquinas, una para maíz y otra para soja así no retrasan la fecha de siembra de esta última, buscando explorar los mejores rindes.
En siembras tempranas la planta de soja tiende a tener más nudos, por lo tanto, mayor cantidad de lugares potenciales de tener chauchas y fijar granos. Siembran 300 mil semillas para lograr al menos 200 plantas a cosecha. En Indiana casi no hay más Soja a 76 centímetros ya que tarda 25 días más en cerrar el surco que a 38 centímetros y el control de malezas es peor.
Destacaron la importancia del azufre en los suelos. Lotes con menos del 2% de MO y alto porcentaje de arena tienen altas respuestas a la fertilización con Azufre, nutriente muy importante para la nodulación en soja. Por esta razón, una deficiencia de Azufre puede ocasionar también falta de N en la soja. En estas situaciones ven hasta 600kg/ha de respuesta en rinde con la aplicación de azufre.
Los productos para aplicar más comunes son el yeso pelleteado o el sulfato de amonio. Es muy importante que esta aplicación de azufre sea bien temprana en el ciclo del cultivo. Para realizar correcciones, más avanzado el ciclo del cultivo, se miden niveles de azufre entre R2 y R4 y cuando el nivel es menor al 0.25% se pueden obtener buenas respuestas aplicando sulfato de amonio previo a una lluvia (nutriente muy móvil).
Se tiene muy presente la relación Nitrógeno/Azufre del suelo ya que a partir de una relación 18:1 hay respuestas a la aplicación de Azufre. En siembras tempranas se ven las mejores respuestas por el suelo frío. Al igual que con el Nitrógeno, los cultivos de servicio también inmovilizan el azufre.
Se comentó también sobre diversos estudios que comparan el contenido total de carbono en directa versus convencional. Están observando un incremento del carbono en los primeros 10 centímetros de suelo que luego baja a medida que aumenta la profundidad en lotes en directa y después de los 10 centímetros de profundidad los valores de carbono son menores que en un suelo bajo labranza convencional. Los estudios muestran que ambos sistemas tienen la misma cantidad de carbono total pero distribuida de manera distinta.
A los 30 años el sistema de siembra directa estabiliza la distribución de Carbono y no hay diferencias con el convencional. La materia orgánica (y también el carbono) está directamente relacionada a la actividad y diversidad de los microorganismos del suelo. Estas conclusiones nos invitan a repensar las estrategias que actualmente implementamos para aumentar el carbono en el suelo (aumentar cobertura, más gramíneas en la rotación, etc.) y entender que la cantidad y diversidad de los microorganismos del suelo depende de su fuente de alimento y de la relación C:N de los residuos. No es lo mismo para el suelo un rastrojo de Sorgo de cosecha que una pastura consociada muerta, un rastrojo de arveja o de trigo/soja de segunda. Con el diseño de las rotaciones, no solo deberíamos buscar ser rentables a corto plazo, sino que deberíamos, en la medida de lo posible, proveer a los microorganismos del suelo de una “dieta balanceada” para que puedan expresar su mayor potencial y nos ayuden a ser sustentables a largo plazo.