Esta semana representantes de la industria frigorífica y los funcionarios del gobierno nacional se reunieron para debatir diferentes cuestiones relativas al sector. En la agenda reapareció un tema que tuvo varias etapas y modificaciones en la historia reciente: el peso mínimo de faena.
Según contaron desde el sector privado a Bichos de Campo, los funcionarios analizan llevar a las hembras, que hoy tienen un peso mínimo de 260 kilos, a los 300 kilos y así equipararlo con el peso de los machos. Además, no se descarta que ese kilaje se eleve por encima de los 300 kilos actuales.
Algunas cámaras de la industria consideran que la medida no es la adecuada ni conveniente. En ese sentido sostienen diferentes argumentos. En primer lugar, consideran que el agregado de kilos puede generar en algunos casos un sobre-engrasamiento, que luego es castigado por el consumidor local y que se traduce en menos precio por esa carne.
Al mismo tiempo, la mayor permanencia de terneras en sistemas de recría o engorde para alcanzar el peso mínimo de faena implicaría más costos productivos en un contexto inflacionario y de elevada volatilidad en el precio de los granos.
Desde la Cámara de Matarifes (Camya) indicaron que “para tomar una medida de esas características es necesario que su anuncio se haga con anticipación, para que se adecúen los sistemas productivos a esa exigencia a los efectos de que no se sobre-engrase la hacienda y se sufra un perjuicio comercial y financiero, porque obligará a tener la hacienda más tiempo; si se hace de forma intempestiva perjudica a todos: productores, engordadores y comercializadores”.
Los matarifes, que en su gran mayoría cuentan con hacienda engordada en corrales para sus faenas propias, dijeron además que “lo mejor hubiera sido que en su momento no se redujera a 260 kilos el peso de las hembras”.
Para que la medida tenga efectos, en caso de que se apruebe, se requeriría del control de los organismos públicos respecto del peso de la hacienda que reciben los frigoríficos. Pero diferentes operadores del negocio cárnico cuentan que los controles se relajaron muchos desde el desplazamiento de Marcelo Rossi de la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario.
El año pasado se faenaron 3,65 millones de vaquillonas, pero sólo una parte pesaba menos de 300 kilos. Suponiendo que todas las enviadas a faena en 2021 pesaran 260 kilos en pie y que, por lo tanto, eso permitiese sumar 50 kilos, tal escenario agregaría entre 25 y 30 kilos por res en gancho sobre el total de las vaquillonas que van a faena. De esa forma, el incremento sería de unas 100.000 toneladas, una cifra muy pobre en función del consumo interno del producto.
Lo que se viene reclamando desde toda la cadena es que si se pretende aumentar la producción de carne vacuna, el sector productivo debe recibir las señales económicas y sectoriales para que produzca más terneros y que las recrías y engordes sean viables. Para eso, se requiere, entre otros puntos, de una libertad comercial que el gobierno no está dispuesto a dar.
Si yo fuera presidente…. por suerte no tengo ninguna posibilidad porque soy un hombre común. (Perdón, un hombrx. ) NCK, de recordada memoria, en su discurso de asunción precisamente reconoció que eran “hombres comunes con grandes responsabilidades”. Tales alturas, queda demostrado, no son para hombres comunes. Porque un hombre común, como yo, no tiene el saber especial que requieren esas grandes responsabilidades. Pero si yo fuera presidente, o secretario de agricultura y ganadería, pediría asesoramiento antes de tomar medidas. Es de sentido común entender que primero hay que pisar bosta y después asumir responsabilidades nada comunes. Llevo más de veinte años en la manga pensando en la manga de tipos que toman decisiones de saco y corbata desde un despacho.