Las tradicionales galletitas Lincoln, que no son un producto argentino sino que tiene origen en las tradiciones culinarias irlandesas, fueron producidas históricamente en el país por la empresa Terrabusi, que luego fue comprada por Nabisco, que luego pasó a denominarse Kraft Foods y finalmente ahora sería Mondelez International. Imposible hacer un recorrido histórico en medio de tantas fusiones y tantas marcas involucrados. Y sin embargo, los abogados de esa enorme multinacional se las ingeniaron como para truncar el sueño de Lorena Yapur, que un día quiso bautizar sus alfajores caseros con el nombre de su ciudad.
Lincoln es una pujante ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires, que fue fundada el 19 de julio de 1865 y recibió ese nombre en homenaje oficial a Abraham Lincoln, el presidente de los Estados Unidos que había sido asesinado unas pocas semanas antes. Su historia poco y nada tiene que ver con las populares galletitas, por lo que es razonable que los habitantes de esa localidad, que se definen “linqueños”, apelen a esa identidad para bautizar sus emprendimientos y productos. Por ejemplo, son famosos los carnavales de Lincoln.
Apelar a su lugar en el mundo es lo que hizo Lorena cuando, jaqueada por la falta de trabajo que le provocó la cuarentena por coronavirus, decidió pelearla haciendo lo que sabía hacer: cocinar cosas ricas. Comenzó en la cocina de su casa, probando con unos alfajores que ofrecía a sus conocidos y amigos por Facebook e Instagram, como muchos otros emprendedores. Se daba maña porque antes de la gran pandemia ella se dedicaba a organizar eventos y a los diseños de tortas.
-¿Te quedaste sin trabajo?
–Totalmente. se cayó todo. Así que estuvimos los primeros 15 días esperando que pase. Y como no pasó, surgió la idea del alfajor.
Lincoln, que además de una galletita con historia es una pujante ciudad del noroeste de la Provincia de Buenos Aires, no tenía una marca de alfajores que la identificara. Por eso a Lorena se le ocurrió de inmediato ponerle nombre a su emprendimiento: “Alfajores de Lincoln”.
Mirá la entrevista:
“Al alfajor de chocolate, que es con el que arrancamos, yo lo tenía incorporado en las bandejas de tarde de té que ofrecíamos para eventos en. Entonces, como me gustaba, decidimos agarrar ese producto y mejorarlo”, contó Lorena, que habla en plural porque todas estas decisiones las fue tomando con Juan, su esposo. Cuando comenzó a elaborarlos en una mayor escala, Yapur tenía además a una beba creciendo dentro de la panza.
El derrotero es el de muchos otros emprendedores, que en esos días tristes de incomunicación trataron de reemplazar los vínculos humanos con redes sociales en las que ofrecían estos alfajores. Luego Juan, que tenía permiso para circular, hacía la distribución. “Tocaba timbre, dejábamos la bolsita en la puerta”.
-¿Le pusieron “alfajores de Lincoln” porque estamos en Lincoln? ¿Sos nacida acá?
–Soy nacida acá. Entonces decidimos que queríamos que sea un producto local y como no había ninguna fábrica, apelamos al nombre. Queríamos que sea un producto local hecho por linqueños y que a su vez nos pueda representar fuera de Lincoln también. Enseguida nos pusimos objetivos, para que el emprendimiento no sea algo de paso, solo por el tiempo de pandemia y después nada.
-¿Y le encontraron gustito al proyecto?
-Le encontramos el gustito porque enseguida la gente lo aceptó y vimos que íbamos por buen camino. Ya a los dos meses de haber empezado a producir, nos sentamos y dijimos ‘bueno, esto va por acá, decidamos’. Yo daba clase también de gastronomía, así que tuve que decidir qué quería hacer bien. Decidimos encarar el camino del alfajor.
Fue así que el emprendimiento sufrió su primera mudanza, y Lorena pasó de la cocina al quincho de su casa. “Fuera de broma, fue como un antes y un después, porque cuando pasamos al quincho decidimos salir a los comercios. La primera vez que salimos no tuvimos muy buena experiencia por falta de experiencia en ventas. Pero el boca a boca fue fundamental y la gente nos empezó a aceptar. Así que a los dos meses pasamos al quincho, tuvimos que tomar una persona que trabaje y que nos ayude. Al poquito tiempo teníamos como 30 comercios que vendían el alfajor y nosotros a veces no llegábamos a la semana que ya nos llamaban para que repongamos”.
Los pedidos no se limitaron a los exquisitos alfajores de chocolate. La clientela comenzó a reclamarle a Lorena por otros gustos y otros productos. Sumaron los alfajores de chocolate amargo, los de chocolate blanco, los de maicena y hasta los del tipo santafesino.
-¿Siempre fueron tuyas las recetas?
–Sí, yo estudié gastronomía, hice todo, todas las ramas. Empecé con cocina, pastelería, chocolatería, diseño de torta. Entonces traté de agrupar todo en un solo producto. Esto del diseño de torta, de que cada cliente tiene su gusto, su diseño, lo quise adaptar para no aburrirme haciendo siempre el mismo alfajor. Desde el primer momento, cada dos o tres meses siempre sumamos una o dos variedades.
En 2021, también el quincho quedó chico. Consiguieron un lugar en la zona más centrica de Lincoln, que tiene cocina atrás y les permitió ampliar la capacidad de producción. Allí también inauguraron la venta minorista, directamente al público. Y como había que completar muchos espacios en las vidrieras empezaron a complementar los alfajores con muchos otros productos, como una línea navideña, conitos, etcétera. Con cada celebración, como el día del Niño o el día de la madre, Lorena piensa una edición especial.
-¿Hubo algún fracaso comercial?
-Todo funciona. Hasta ahora gusta. Yo soy arriesgada, pero también sé hasta donde puedo exponerme, digamos. Escucho mucho a la gente, mucho las sugerencias del cliente, me encanta el ida y vuelta porque me ayuda a crecer y a seguir aprendiendo.
-¿Contrataste más gente?
-Ahora somos cuatro en producción, cuatro distribuidores y bueno, y después tenemos toda la parte de trabajo tercerizado, de diseño, manejo de redes. Yo le digo emprendimiento todavía, porque no tenemos ni tres años, así que para mí es un bebé todavía.
Un bebé que comenzó a crecer y ha hacer ruido. Tanto que los rastreros abogados de siempre se avivaron y amenazaron a la pequeña empresa con un juicio multimillonaria por una supuesta usurpación de la marca Lincoln, la de las galletitas. “Es una ridiculez. La marca registrada no la podemos usar. En realidad, la marca para alfajores no está registrada, pero no la podemos usar. Lo que a nosotros nos prohíben usar es la fonética”, relató Lorena.
-¿Y qué hicieron?
-Para nosotros es todo. No hubo mucho arreglo que digamos. Son multinacionales que en contra un productor chiquito como nosotros es imposible ganarles. Todo para nosotros fue costoso y sigue siendo costoso porque estamos en pleno cambio de packaging y hubo que hacer todas las matrices nuevas, que les habíamos hecho hacía muy poquito. Nosotros habíamos hecho las cosas como corresponde, con el registro de marca. Al principio de ese trámite, que es bastante largo, no saltó nada. Como veníamos bien, ya habían pasado unos meses, dijimos encaremos la matriz y que era lo más costoso a nivel packaging para poder empezar a competir fuera de Lincoln y estar como mejor posicionado visualmente. Hasta que salió este problema y ahora estamos de vuelta tratando de cambiar las matrices de que bueno, la verdad que son súper costosas y hay que ir de a poco.
Así las cosas, el emprendimiento que tiene orgullosos a Lorena y Juan, pero también a muchos vecinos de la ciudad de Linconl, ya no puede apelar al nombre de la localidad. Ahora se llama “La Linqueña, alfajores artesanales“.
-¿Cómo te caen ahora las galletitas Lincoln?
-La verdad es que yo no las consumí más, porque fue algo bastante ilógico. Porque no es que nosotros usamos la galletita para hacer nuestro alfajor. Nosotros tenemos recetas propias, nada que ver con con la galletita, pero estamos encuadrado dentro del mismo rubro alimenticio y tenemos que jugar con esas reglas de juego que a veces son totalmente injustas.