“Chancho limpio nunca engorda”, es la frase que justifica que las cosas bien hechas finalmente no reditúan como deberían y que lo mejor en este país es chantear e ir a menos. La Fundación Campo Limpio, que nada tiene que ver con el negocio de los cerdos, en cambio sí comenzó a ganar algo de peso al poner manos a la obra con la trabajosa tarea que tiene por delante: lograr que en la Argentina no quede ningún bidón o envase de agroquímicos tirado en el campo.
Voy a ser absolutamente franco: como integrante del staff periodístico de Bichos de Campo concurrí a la reunión a la que nos invitaron desde Campo Limpio con bastante pocas expectativas. La Ley 27.279 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental para la de Gestión de Envases Vacíos de Fitosanitarios fue aprobada por el Congreso el 14 de septiembre de 2016 y promulgada por el Ejecutivo el 6 de octubre de 2016. Luego, se reglamentó a principios de 2018.
Es decir, todo aquello de que la Argentina iba a poner en marcha un plan para retirar los envases usado de agroquímicos de los campos para luego reciclarlos sucedió hace ya un par de años y hasta aquí no había escuchado ningún avance concreto. Por eso mi escepticismo, que es crónico, pero en este tema mucho más. Las empresas de Casafe y de Ciafa, las dos cámaras de la actividad fitosanitaria, se llenan la boca hablando de la sustentabilidad pero a la hora de cumplir con esta normativa el retraso era notable.
No en vano en mayo de 2019 y mediante comunicado oficial, el jefe de Gabinete del Ministerio de Agricultura, medio que las había cagado a pedos: “Tenemos que avanzar con mayor celeridad con la implementación de la ley de envases fitosanitarios”, había dicho Santiago del Solar.
Antes de entrar a la reunión me prometí ser paciente y escuchar. Es que a Ernesto Ambrosetti, que trabaja ahora como director ejecutivo de la Fundación, le tengo mucho aprecio pues lo conozco de su época de economista de la Rural. A Nieves Pascuzzi, su coordinadora general, la he tratado menos pero la sé trabajadora. Al presidente de la Fundación, el ejecutivo Horacio Silva, me o presentaron en ese mismo momento.
Ver Federico Landgraf: “La industria es responsable de establecer un sistema de gestión de envases”
Ya es historia vieja que Campo Limpio nació como iniciativa de las empresas “registrantes” de productos agroquímicos en el país, emulando un poco el modelo que funciona en Brasil y tratando de cumplir con la ley, que las hace a ellas responsables del retiro del medio de todos los bidones plásticos que venden a los productores. La tarea básica de Campo Limpio, entonces, es armar el esquema para que los productores entreguen esos envases a los Centros de Acopio Transitorios (CAT), para desde allí trasladarlos a los centros de reciclaje habilitados.
Hay que aclarar algo en este punto: hay dos tipos de envases de fitosanitarios. Solo los tipo A se pueden reciclar, porque son los que llegan al CAT con el triple lavado y el perforado realizado por los productores antes de entregarlos. En esta categoría deberían ingresar todos los bidones. Pero hay otro clase de envases de agroquímicos (con otras formas como las bolsas o fabricados con otros materiales) que no se pueden lavar. Por lo tanto serán considerados del tipo B y no se podrán reciclar bajo ningún punto de vista, pues contendrían restos del agroquímicos. El CAT los recibirá, pero para mandarlos a incinerar, ya que será considerado como una “sustancia peligrosa”.
Bueno. Llegué y escuché. Son amigos. Esto es lo que me permitió poner cara de poker cuando me dijeron que iban a pasarme este video. “Es solo un minuto”, me prometieron:
Mientras dura ese minuto, pensé un poco. Entendí que no debe ser nada sencillo armar una red que pueda cubrir toda la geografía de la Argentina, que tiene por lo menos unas 40 millones de hectáreas donde se utilizan agroquímicos y por lo tanto circulan envases. Ambrosetti me lo confirma poniendo cara de “en qué quilombo nos metimos”. Fue entonces que empezaron a contarme todo lo que habían podido avanzar hasta ahora.
En principio, había que imaginar esa red, que en algunas provincias era incipiente y en otras ni siquiera existe. Lo que existe por todos lados, es que de vez en cuando algún ñato pasa por los campos ofreciendo a los productores o encargados retirar los bidones, a veces gratis, a veces pagando, para venderlos luego en alguno de los lugares que se dedican al reciclaje de los plásticos. Campo Limpio se supone que viene a remplazar este negocio, que es millonario y bastante informal, y que a veces cuenta con protección de la política.
Para tener una dimensión, en la Argentina circulan 15 millones de kilos de plástico en envases de agroquímicos, con un peso promedio de peso de 1,1 kilo por bidón de 20 litros. Es menos del 1% de todo el plástico que se utiliza en el país, pero aún así es mucha la plata que está en juego. En los centros de reciclado cada bidón de estos puede llegar a pagarse entre 6 y 10 pesos.
Mientras me tiraban estos datos, fui entendiendo que la tarea no era tan sencilla como soplar y hacer botellas. O bidones. Comprendí que para que Campo Limpio desembarque en cada lugar elegido para montar un CAT, primero tenía que existir un acuerdo con la política local, ya sea a nivel de provincia o de localidad. Nieves me confirma que todo es fruto de una trabajosa negociación y que cada provincia es un mudo aparte. Ya se han reunido enn veinte pero todavía faltan algunas: Santa Cruz, Río Negro, Chubut y Santiago del Estero.
Ver ¡Al fin! Se reglamentó la ley sobre la gestión de envases vacíos de fitosanitarios
Cuando se produce la primera reunión con la autoridad de aplicación designada por cada provincia para implementar la Ley de Envases la segunda discusión que se origina es cómo elegir los lugares óptimos donde ubicar los CAT, para que sean funcionales al principal objetivo: que los productores no se hagan los sotas y lleven los envases vacíos (y preferentemente lavados y agujereados) al centro que les quede más cercano. Todo depende de la región. En Buenos Aires, por ejemplo, se considera que lo ideal es que cada CAT cubra un radio de 50 kilómetros a la redonda.
¿Y por qué los productores se tomarían el trabajo de recorrer esta distancia? ¿Solo para cumplir con la ley? Me explicaron que los usuarios finales de agroquímicos están medio entrampados, ya que la propia ley exige la implementación de un sistema de trazabilidad (por lote de venta, a través del número de CUIT) que funcionará como un “clearing” de bidones.
Es decir, a modo de ejemplo: si mi amigo Grobo se llevó 40 bidones al campo, tendrá 365 días para devolver al CAT esos 40 bidones vacíos. Y si no lo hace, el sistema avisará que Grobo está en deuda por X bidones y por lo tanto activará una alarma que lo bloqueará y le impedirá comprar nuevos lotes de agroquímicos.
Obviamente que esto funcione demandará un tiempo. Pero en Campo Limpio ya están trabajando y además cuentan con el apoyo de la Federación de Distribuidores de Insumos Agropecuarios (FEDIA), con quien firmaron sendos acuerdos. Esta entidad agrupo a las agronomías de los pueblos, que se comprometieron a no vender más productos a quienes no devuelvan los envases en tiempo y forma. Es la famosa llave del éxito.
En muchas zonas, además, estas agronomías funcionarán como centro logísticos para reunir los bidones vacíos, para que los productores no tengan que viajar tanto. Luego por allí pasará un camión de Campo Limpio para trasladarlos al CAT más cercano. También habrá operativos del tipo “vacune a su perro” en la plaza del pueblo. De vez en cuando la Fundación promete organizar campañas especiales para recolectar los bidones.
En eso están quienes forman Campo Limpio: negociando en estos momentos en cada territorio donde montar los CAT y los centros logísticos. La zona más avanzada es Buenos Aires, donde por iniciativa local ya funcionaban 22 centros de acopio (veinte de municipios y dos privados). De ese total, seis ya pasaron a forman parte de la red Campo Limpio. Están en Necochea, Lincoln, Benito Juárez, Balcarce, Chivilcoy y Trenque Lauquén. Otros seis estárían operativos antes de fin de año posiblemente en Colón, Pergamino, Villarino/Patagones, Tres Arroyos y América.
En otros lugares la densidad de CAT será mucho menor. En el NOA, por ejemplo, se prevé que Salta necesitará cinco centros, dos en Jujuy, cuatro en Tucumán y dos en Catamarca. Para todo el país se estima un total de 100 CAT, que estarían funcionando recién en 2021 o 2022, con viento a favor.
El gran quilombo para los que trabajan en Campo Limpio, una vez completada la red de centros que se necesiten, será armar una segunda logística de fletes, para retirar los bidones acumulados en el CAT y llevarlos a los centros de reciclado autorizados. Como ya se dijo, hay dos destinos: el A va a reciclaje y el B a los hornos pirolíticos. Se estima previamente que 90% del plástico podría ser reciclado para fabricar algunos productos. Por ejemplo, las normas permiten hacer varillas pero no juguetes, y por eso ahora se están tratando de ampliar los usos habilitados.
Recién en ese momento la red podrá recuperar algo de la inversión que ahora recae sobre las espaldas de un centenar de empresas de agroquímicos que representan 90% del mercado local. De todos modos, nadie aquí se hace ilusiones. En ningún lugar del mundo estos sistemas de reciclado ofrecen ganancia.
Falta tiempo, queda claro. Y faltan muchos nuevos acuerdos para el el sistema está, quizás en un par de años, funcionando a pleno.
Reconozco que me fui de la reunión no tan incrédulo como había ingresado. Por lo menos Campo Limpio parece estar en marcha y eso ya es bastante. Lento, pero viene ganando peso.