“Ariel Cata” Gutiérrez tiene 46 años de edad, tres hijos de sangre y dos postizos. Nació en una casa central de Londres, en el departamento Belén, en Catamarca. Esa localidad queda sobre la ruta nacional 40, al pie de las sierras del Shincal, a 1.558 metros de altitud y a orillas del río Quinmivil. En la mitad de su casa natal funciona ahora el “Museo Folklórico del Norte”.
Londres es la segunda ciudad fundada por los españoles en lo que luego fue la Argentina, después de Santiago del Estero, considerada la “Madre de ciudades”. En El Shincal, a cinco kilómetros de Londres, funcionó una gran sede administrativa de los Incas, quienes ingresaron al actual territorio argentino en busca de los metales preciosos de la Cordillera y mucho más. Allí funcionó una “Guamani” o “cabecera provincial” del Tawantinsuyo o Estado Inca, entre los años 1.380 d.C. al 1.600 d.C. Hoy es un sitio arqueológico muy visitado.
Londres se ubica en un oasis de riego donde abundan las plantaciones de nogal, y por eso se la declaró como “Cuna de la Nuez”. Allí además se celebra la Fiesta de la Nuez en enero.
El papá de Ariel tenía caballos, burros, y ovejas que esquilaba para que su madre tejiera ponchos y mantas en telar. Todo estaba en una finca detrás de la casa, con nogales que deben distar a unos quince metros entre sí, de modo que entre ellos se aprovechaba la tierra y se sembraba poroto, zapallo, trigo, comino, y hasta se cosechaba pistachos, frutillas y bananas.
Ariel Cata llevaba de chico el desayuno a los peones. Con los años, ya desmalezaba y regaba el sembradío, y al caer la tarde ayudaba a su madre a hilar la lana, tizarla, que es abrirla sin romperla para que le caigan las basuritas. Luego seguía hacer el cadejo y torcerla a fin de dejarla lista para tejer en el telar. También colaboraba en el encardado y el enflecado de los ponchos, de la lana de oveja, de vicuña y de alpaca. Hoy, la vicuña está protegida.
Ariel era el yulco –el útimo- de sus hermanos, y a su casa fue varios veranos a descansar Edmundo Zaldívar, el autor del famoso carnavalito El Humahuaqueño, al que él no llegó a conocer. Pero su hermano le empezó a enseñar música, usando apuntes que le dejó el gran maestro.
A sus siete años de edad, Cata ya tocaba la guitarra. En su adolescencia enseñó folklore gratis a los chicos de su pueblo. Hoy es músico multi-instrumentista, compositor y cantautor folklórico.
Cantó y vivió en muchas provincias complementando sus ingresos con diversos oficios, hasta que en 2007 se asentó en Buenos Aires. Ya había conocido a Miriam, que es santafesina y diseñadora de arte escénico, con quien luego formó una familia ensamblada. Más tarde tuvieron a Salvador Huayra. Juntos emprendieron la producción de ropa estampada y tejidos con técnicas ancestrales y diseños regionales, muy originales.
Bajo la marca “Paqariy” producen gorros, calcetines, zapatitos con diseños de animales como llamas, ovejitas y mucho más. Los venden por las redes y los domingos lo hacen en un puesto de la feria del barrio de San Telmo, en la Capital Federal, sobre la calle Humberto Primo, frente a la catedral de San Pedro Telmo. También suele traer ponchos, chales y mantas catamarqueños para vender.
Ariel supo armar peñas y hasta difundía platos regionales de su pago natal. Así me contó que preparaba en su departamento el clásico “Jigote catamarqueño”, y además lo proveía a varias peñas porteñas.
Consiste en preparar un caldo casero con condimentos, sobre todo, pimentón. Se coloca un piso de aros de dos cebollas en una fuente con un poco de aceite, luego se le echa una capa de medio kilo de carne picada, rodajitas de huevo duro, medio kilo de papa cortada en láminas, se rocía con el caldo preparado aparte. Luego se le agregan hojas de acelga, queso mantecoso, rociamos de nuevo con caldo, y por último cubrir con rodajas de pan casero y volver a rociar con caldo y hornear a fuego moderado. Se pueden poner dos capas o tres.
En Catamarca se lo prepara con carne de cabra o de vaca, previamente asada y cortada en trocitos. También el queso, que allá puede ser de cabra. Este plato de origen europeo, fue muy popular, el nutritivo alimento de los jornaleros que trabajaban la tierra de sol a sol.
Ariel Cata es hoy un auténtico representante de la cultura catamarqueña en Buenos Aires. Escribe bellísimas canciones, llenas de pasión por su tierra y su gente, y cuando tiene que cantar verdades que incomodan, no lo duda. Su crianza tan rural lo lleva a no estar conforme con vivir en un departamento en pleno centro de Buenos Aires y sueña, con Miriam, tener más espacio para poder comunicar y hacer docencia. Poder transmitir todos sus saberes a través de la música, el canto, los bailes folklóricos, las técnicas ancestrales que aprendió de su madre para tejer en telar y hasta los platos regionales que tan ricos prepara.
Ariel Cata nos regaló un huayno de su autoría: “Industria Belicha” en honor a las teleras que tejen en los telares del cercano pueblo de Belén.
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