“Encontré un libro de cocina que mi mamá tenía ´archivado`, me dije: `¿Por qué no?` y resultó que tenía mano para cocinar”. Así, de forma espontánea y a los 17 años, comienza la historia gastronómica de Andrea Sosa Herrmann, correntina y creadora de unos alfajores con mucha, pero mucha personalidad incluso en su packaging vinculado a la fauna del Iberá.
Al principio Andrea hacía repostería por hobbie, para regalar a sus seres queridos y mientras trabajaba en otros rubros. Pero cuando en 2014 se queda sin empleo decide emprender desde su casa. Mirando un programa de tv descubre que hacer un alfajor “es fácil” y la idea le queda dando vueltas. En 2016 participa de un evento que se hace en el pueblo de Concepción del Yaguareté Corá, donde la consigna era crear productos con tres ingredientes locales (harina de maíz, naranja y maní) y así surgió la idea de hacer un alfajor de masa de maní, relleno de dulce de leche y con baño de chocolate semiamargo.
“El alfajor tuvo buena aceptación de parte de Narda Lepes y Pamela Villar, jurados del encuentro, y a partir de nace la idea de hacer alfajores con materia prima local. Me involucro más en el tema y comienzo a probar recetas e ingredientes locales como harina de maíz y miel de la localidad de Saladas, el maní de la localidad de Empedrado, la nuez pecan de Lavalle (Goya), y el almidón de mandioca de Manantiales (Mburucuyá)”, cuenta Soledad. “No estoy asociada a ningún productor en este momento pero a varios les compro los ingredientes principales y trato de adquirir también los productos en las ferias francas”.
Los alfajores de Sole, además de tener ingredientes locales, también tienen nombre que hacen honor a la patria correntina: son de masa de harina de maíz y cítricos con baño de chocolate blanco (morotî); de masa de maní con baño de chocolate con leche (manduvî), de masa de nuez con baño de chocolate blanco (yvapô), de masa de cacao con baño de chocolate semiamargo (cambâ), todos estos rellenos con dulce de leche.
También hace unos especiales que son de masa de harina de maíz artesanal (avatí) o masa de almidón de mandioca artesanal (mandi’o), rellenos de dulce de mamón (o guayaba en temporada) también artesanal que hace su mamá, y con baño de merengue de yerba mate. Ya han saltado la frontera local y están en Córdoba, Mendoza, Río Gallegos, Neuquén, Buenos Aires, La Plata, Colón (Entre Ríos), Milán (Italia) y España.
“Me parece súper importante trabajar con productores locales para darle mayor identidad regional a mis alfajores. Además, al ser productos locales y de cercanía son más frescos y a la vez se produce menos huella ecológica. Y por supuesto, ayuda a difundir el consumo de productos locales que son superiores en calidad”, enfatiza.
“Mis clientes son en mayoría amigos y familiares pero lo bueno es que gracias al `boca en boca` cada vez más gente se va enterando y se suma a los pedidos, sobre todo cuando viajan y quieren llevar de regalo algo típico de Corrientes. Además, el diseño relacionado al Iberá que hago en las cajas les da un plus muy importante”.
“Haber estudiado Diseño Gráfico (aunque no me recibí) me dió herramientas para crear mi propio packaging, artesanal y cortado a trincheta, con cajas y etiquetas con diseños personalizados cuando el cliente pide”, explica. “Todo el diseño se basa en los Esteros del Iberá y la idea surgió cuando conocí los esteros a través de la Fundación Rewilding, donde fui primero voluntaria y luego trabajé como ayudante en la cocina en las estancias, donde me involucré más con los proyectos de reintroducción de especies. ¡Amo los felinos!, así que mi serie incluye, por supuesto, al yaguareté, al guacamayo, al oso hormiguero, a la nutria gigante y al pecarí de collar”.
“Hay quienes no consideran un alfajor si no va con dulce de leche, pero mis alfajores Avatí o Mandi’o rellenos de mamón (o guayaba) tienen buena aceptación en aquellos que se animan a salir de lo clásico y están abiertos a reinterpretaciones de lo tradicional”, concluye Soledad.
Foto: Martín Branchi