Un grupo de amigos, algunos de ellos ligados a carreras agropecuarias, decidió hace 30 años comprar con un crédito una chacra de 70 hectáreas ubicada a solo 15 kilómetros de la ciudad de Rio Cuarto, con ánimo de profundizar los trabajos de ayuda social que venían realizando entre las poblaciones de niños y jóvenes vulnerables de esa ciudad del sur de Córdoba. Al lugar lo llamaron Granja Siquem. “Siquem” es el nombre de una ciudad que fue la primera capital del Reino de Israel, y que es sinónimo de resiliencia, pues fue demolida y reconstruida en 22 ocasiones.
La buena noticia, en un país tan inconstante como la Argentina, es que luego de tanto tiempo ese trabajo solidario continúa, y que el lugar ha sumado una escuela primaria, un colegio secundario y hasta una cooperativa de trabajo para sostener a aquellos chicos que eran dejados fuera por “la sociedad del descarte” y que se han podido reencauzar gracias a este trabajo solidario.
El matrimonio conformado por la psicopedagoga Patricia Barrera y el veterinario Manuel Schneider es la cara más visible de aquel grupo de compañeros de la universidad que dio origen a esta historia.
“Dijimos bueno, por qué no hacer algo que tenga que ver con devolverle a la vida algo de todo lo bonito que nos había tocado. Nosotros fuimos gente con suerte que tuvimos familia, que nos quisieron, pudimos estudiar lo que quisimos, pudimos hacer lo que quisimos. Entonces dijimos hagamos algo para brindar oportunidades a todos aquellos pibes que no han podido elegir en su vida”, rememoró Patricia sobre la idea fundacional.
La chacra de 70 hectáreas fue adquirida en 1993 gracias un crédito que ofrecía el Banco Nación para proyectos sociales. Una vez que la compraron y la habitaron, a la Granja Siquem acuden chicos y jóvenes excluidos, ya sea estén en una situación judicializada o ya sea ellos perciban su situación de vulnerabilidad. Para ello, desde el vamos el matrimonio decidió extender su familia y convivir día y noche con un grupo de doce chicos. Primero todos juntos, y luego -ahora- en dos casas contiguas.
“Se comenzó a trabajar con jóvenes de una residencia de Río Cuarto y con los años comenzamos a hacer prevención. Trabajábamos mucho en la Avenida Argentina, que es un barrio carenciado de la ciudad, y luego ya se fue abriendo a toda la provincia”, relató Barrera a Bichos de Campo. Recordó que en los inicios principalmente recibieron chicos que habían estado encerrados.
Desde sus inicios hasta la fecha, esta organización que combina una incesante actividad social y educativa con aspectos productivos (en rigor, todo sucede en un campo), ha mutado mucho y ha ido adecuado su funcionamiento a la realidad de las personas que allí deben conviven. Por eso, ahora además del hogar permanente hay otra población de chicos que solo asisten al espacio de acogida diurno. Allí comen, comparten y se educan.
“Tenemos hogar permanente y hogar de día. En el hogar permanente tenemos capacidad para diez o doce chicos. Ahora tenemos de 10 años a 18 años, y en su mayoría son de Córdoba. Pero luego tenemos todos los pibes de Río Cuarto que hacen hogar de día. En un colectivo pasamos por sus casas, los buscamos toda la mañana y los llevamos a 18 horas” , detalló Patricia.
Mirá la entrevista con Patricia Barrera:
Si bien la idea del proyecto es brindar el calor de un hogar y la oportunidad de vivir en familia, en la granja Siquem la educación tiene un lugar protagónico. Por eso en cada ciclo los 50 chicos que asisten con diferentes edades tienen la posibilidad de cursar tanto la educación primaria como la secundaria, de la cual egresan con un oficio.
En paralelo al estudio, la granja genera entre los adolescentes y jóvenes un vínculo con el campo y la producción de forma didáctica, pero también cómo un medio de generar recursos propios para sostener esta cruzada solidaria. De esta manera, se ha podido mantener durante estas tres décadas a una organización que ha podido acoger alrededor de 1300 pibes.
“Cuando compramos el campo no había casi nada productivo. Fuimos armando todo y las bases son esas, un proyecto de vida con una contención afectiva. O sea que es vida comunitaria con educación. El trabajo cumple un rol educativo y tiene mucha fuerza en los chicos el sentir que producen”, relató Schneider, quien como veterinario está mucho más ligado al ámbito productivo en la Granja Siquem. De todos modos, se nota que todos los chicos lo reconocen afectivamente. A nuestro paso, todos los saludan llamándolo por su nombre, Manuel.
Aunque producir -especialmente para abastecer el comedor donde todos los días almuerzan todos juntos-, siempre formó parte del proyecto, no fue hasta después de la crisis de 2001 cuando se hizo patente la necesidad de tener todo mucho más aceitado, para que el alimento nunca faltara.
“Estábamos conviviendo en ese momento una veintena de personas y había que producir el alimento. Entonces esa fue una decisión: empezamos a producir nuestro alimento. Eso te da una estabilidad psicológica, emocional para poder pensar, proyectar, trabajar. Eso se fue logrando y en cada momento histórico aprovechamos las crisis para repensarnos”, recordó Schneider.
Mirá la entrevista con el veterinario:
La granja Siquem, tal vez por su propia razón de ser, es un lugar del cual muchas veces los chicos no se quieren despegar. Muchos de ellos, al cumplir 18 años o saldar sus cuestiones judiciales, insisten en quedarse para de alguna manera devolver a los nuevos integrantes la oportunidad que ellos tuvieron.
A decir de Manuel, esta fue génesis de la cooperativa de trabajo La Soberana, que depende de la granja y ha sido una forma de organizar el sistema productivo y comercial, permitiendo ala vez un trabajo estable y la posibilidad de permanencia de muchos jóvenes en el lugar, una vez que se fueron incrementando las producciones y el número de personas que conviven en el predio.
-Supongo que el nombre de la cooperativa viene del concepto soberanía alimentaria ¿Fue la forma que encontraron de sostenerse, de generar autoconsumo?- preguntamos.
-Exactamente. Esa fue la idea, trabajar sobre el concepto de soberanía alimentaria, y desde ahí se generó el nombre. Surgió también, como hacemos todas las cosas, sentándonos en grupo o tirando ideas. En ese momento para nosotros era algo muy insignificante, pero el nombre hoy tiene un valor muy importante. Y bueno, hoy La Soberana está vendiendo nuestros quesos, nuestros huevos.
Los principales clientes de la cooperativa son vecinos de la ciudad de Río Cuarto, solidarios con la tarea que realiza la Granja Siquem, pero además gente que busca productos de calidad, producidos de modo amigable con el ambiente. ¿Que produce hoy la cooperativa? “Generalmente tratamos de tener todas las producciones: pollos, gallinas pastoriles, conejo, ovejas, cabras. Estamos momentáneamente, digamos, viendo cómo hacer un salto en escala, porque hay alrededor de 20 familias que viven de La Soberana”, comentó el médico veterinario.
Con el cuerpo docente, más otros trabajadores en diversas funciones, Manuel contabilizó un poco más de 60 personas que trabajan en la Granja Siquem y también se sirven cotidianamente de estas producciones. Actualmente en el predio conviven tres instituciones (el hogar y las dos escuelas) y varias familias divididas entre cooperativistas y el personal docente.
-¿Entonces como se aprovechan estas 70 hectáreas?
-Con el tambo y también hacemos engorde y ciclo completo. Se trata de a cada producción meterle el mayor valor agregado. En realidad, terminamos trabajando con valor agregado en origen sin saber que estábamos trabajando con valor agregado en origen. Lo que sucede es que tenemos que generar trabajo y generar alimento. A los pollos se los pueden vender enteros o los podés trocear, o lo odés hacer milanesa. Nosotros hacemos todo el proceso y vendemos milanesa de pollo.
Lo mismo sucede con otras producciones, continuó explicando. “El cerdo se puede vender lechón o puedes vender capón o podés vender chorizo, vendemos chorizo. La leche se puede vender como leche o se puede vender como queso. Hacemos los quesos. En cada una de las producciones tratamos de meterle la mayor cantidad de trabajo posible”.
-¿Entonces el concepto es agreguemos valor para generar fuente de laburo y para multiplicar los ingresos?
-Cuando se escribe el proyecto, hace 30 años, ya se hablaba de una granja y de una producción integrada, con huerta, con frutales, con lombricompuesto. Hace 30 años, y todo eso se mantiene hasta el día de hoy.
Otro concepto novedoso para aquella época es la utilización de los desechos orgánicos para hacer compost con ayuda de las lombrices. “Ese lombricompuesto (un abono natural muy rico en nutrientes) se vende o se utiliza en el mismo campo”, dijo Manuel.
-¿Cuál es el aporte que finalmente la cooperativa hace a esta construcción social en varias dimensiones?
-Nosotros estamos convencidos de que un proyecto social. Pero luego dijimos hay que generar recursos para que sea sostenible y que no dependa únicamente de los recursos externos. Ahí se empieza con el trabajo y la venta. Se pasa a ser una empresa, pero una empresa social que tiene muchas patas que la sostienen.
Puntalmente sobre el papel de La Soberana, el veterinario enfatizó: “La cooperativa genera los retornos para los cooperativistas y en ese comodato que se hizo con Granja Siquem le da la base de alimentación para toda la comunidad. Así que ese es el aporte de la cooperativa: los retornos para los cooperativistas, que sería imposible pensarlos desde Siquem como asociación civil, y el alimento para toda la comunidad”.
A decir de Manuel y Patricia, el proyecto que soñaron de jóvenes recién egresados es motivo de satisfacción, ya que finalmente pudieron “darle otra oportunidad” a cientos de chicos que muchas veces la comunidad califica como “desechos sociales”, sin más alternativa que la calle, las drogas, la violencia familiar o la cárcel.
Algunos de esos chicos hoy son adultos y permanecen en el lugar, convertidos en trabajadores dignificados. Uno es el caso de Maximiliano Palacios, que se ha convertido en el cuarto “maestro quesero” que ha tenido La Soberana en su corta historia. Antes era un chico de Rio Cuarto que fue contenido en el hogar de día desde muy temprana edad y aprendió el oficio de hacer los quesos.
Palacios confiesa que la actividad llegó a su vida por una necesidad, pero que le gusta y se ve por muchos años elaborando quesos. Hoy la quesería produce un poco más de 40 kilos diarios con las recetas preestablecidas en la cooperativa, pero Maximiliano ha intentado innovar con la ilusión de generar otra variedad, para incorporar a las tres existentes, que son cremosos, queso duro y semiblando.
Mirá la entrevista con Maximiliano Palacios:
Un tanto similar -pero bastante más dura- es la historia de Emilio “Chicho” Moyano, quien a sus 52 años elige formar parte de la Cooperativa La Soberana, aún teniendo la posibilidad de irse a otro lado y ejercer cualquier oficio. Chicho fue uno de los primeros chicos en convivir con la familia de Manuel y Patricia, y actualmente se desempeña como “educador” de otros chicos que, como él, llegan hasta el lugar. Su rol es servir de ejemplo y acompañar a los jóvenes que asisten a la Granja Siquem. Por experiencia propia en institutos y centros de reclusión para menores, él sabe que no es fácil ese tránsito hacia nuevas formas de vida e integración.
“Me podía haber ido tranquilamente, pero es una vida que ha pasado uno y lo bueno es devolver un poco a los chicos, y acompañarlos para que no pasen lo que ha pasado uno, tanto en residencia o en instituto, con lo que eso significa hoy en día. Y bueno es un compañerismo mutuo de los chicos, es un aprecio de ambas partes”, dijo Moyano.
Chicho disfruta acompañar a los chicos en todos los frentes, ya sea en las actividades educativas de la Granja como en la cooperativa de la que forma parte.
Mirá la entrevista con Domingo Moyano:
-¿Crees que el campo puede ser un salvavidas para muchos pibes?- le preguntamos a Chicho.
-En el campo obviamente aprendes cosas muy sanas. Los chicos llegan acá de la mañana hasta la tarde, están todo el día, y se les enseña todo lo que es el trabajo rural y todo lo que es el estudio, obviamente. Hay dos características de chicos. Los que viven acá, que uno por ahí está más encima de ellos, está más en contacto, convivimos juntos. Después están los que van y vienen, que al principio les cuestas, pero se van enganchando y se van sumando dentro de la granja. El pibe que después regresa a su casa le es más difícil, porque ya es otra historia en el barrio, con problemas familiares. Bueno, todos sabemos hoy en día lo que está pasando. Es difícil, pero uno trata de contenerlos, entenderlos y tenerles paciencia.