La Iguana es una finca de 100 hectáreas ubicada en El Bananal, Yuto, Jujuy, y se caracteriza por tener algunas producciones “no tradicionales” como papaya, mango y maracuyá . Pero lo que más destaca a este establecimiento productivo es su fruta más curiosa: la pitaya (o Fruta del Dragón), que es originaria de México, se cultiva en áreas tropicales y subtropicales y cuya pulpa están vendiendo envasada como un producto de valor agregado.
“El 95% de la comercialización se realiza en Buenos Aires”, cuenta Federico Martínez, ingeniero agrónomo de 41 años (foto). “Soy la cuarta generación que trabaja en esto, ya que arrancó mi bisabuelo y yo trabajo con mi padre”. Utilizan riego por goteo y por aspersión, según el cultivo (también producen palta, banana, mandarina y limón).
La pitaya es muy vistosa (color púrpura por dentro), nutritiva y se puede usar en muchas cosas. Su componente comestible más valorado y usado es la pulpa, que constituye un 70 u 80% de la fruta. Generalmente se consume en estado natural (sin procesar), como fruta fresca, y en cierta forma su sabor es similar al del kiwi aunque con otra textura. También puede ser enfriada y cortada en pedazos, que resultan muy atractivos por su color y por eso se a usa mucho en ensaladas de frutas en restaurantes.
“Además puede ser procesada en una gran variedad de productos, como jugos, mermeladas, jarabes, helados, yogur y productos de pastelería. Incluso en Malasia se utiliza para la elaboración de vinos”, explica Federico.
Los productos procesados pueden ser elaborados tanto con la fruta fresca como congelada. Y también puede ser utilizada como colorante en la industria alimenticia.
Es muy buscada porque además de ser llamativa, es fuente de vitaminas (B1, B2, B3, C), fibra y antioxidantes (especialmente la variedad roja que contiene licopeno), y existen investigaciones que demuestran el potencial de la fruta como fuente antioxidante. También posee caroteno, calcio y zinc. Su valor nutricional no sólo está limitado a la pulpa y a la piel sino que las semillas también son consideradas como antioxidantes y contienen un alto contenido graso y vitamina E.
“Como nuestra plantación tiene dos años aún no llegó al pico de producción que, según la bibliografía, es de 20 toneladas por hectárea. Así que el rendimiento lo estamos evaluando”, agrega.
“La idea de envasar y vender la pulpa surge a partir de ir buscando darle valor agregado a nuestros productos. Como tenemos un cultivo que no es para nada convencional, decidimos empezar por ahí. Ese es nuestro criterio general para organizar la finca: diversificar los cultivos ya que originalmente en su totalidad era de cítricos y hoy nos quedan solamente 13 dedicadas a ellos”, dice el agrónomo.
Martínez agrega: “La pandemia nos afectó mucho al ser una finca que produce productos no esenciales. Pero acá seguimos, buscándole la vuelta. Vendemos los productos a través de nuestras redes y mientras seguimos probando cosas”.
“Por ejemplo, a una parte de la producción de pitaya le pusimos luces Led de 12w, que es un ensayo que ya se realiza en zonas productoras y tiene como objetivo extender el periodo de floración de forma artificial. O sea, buscamos alcanzar las horas de luz que necesita la planta para florecer y hasta ahora nos va bien, hemos logrado una floración más”.