Norberto Ferrari es productor lechero un poco por casualidad. Luego de recibirse de ingeniero agrónomo comenzó a trabajar en una empresa semillera, hasta que por esas cuestiones de la vida se trasladó a Entre Ríos con su familia y terminó administrando un tambo de terceros para luego armar el propio.
El hombre se embarra todos los días en su establecimiento productivo, pero también mete los pies en el barro de la política gremial. Norberto es miembro de la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos y coordina la Comisión de Lechería de CRA.
Todos los años elabora un informe sobre la situación del sector. En este último llamó la atención cómo se aceleró en la provincia el cierre de tambos y la caída, todavía mayor, del stock de vacas lecheras.
“Esta es una actividad con mucha inversión, con mucha dedicación de parte del dueño, del tambero. Es muy exigente y con muchos vaivenes económicos y, a veces, son más los periodos negativos que los positivos, eso es lo que venimos viendo en los últimos años. Ahora el precio repuntó, pero porque cayó la producción, no porque haya más demanda”, explicó Ferrari.
El productor además se refirió a los márgenes de la actividad: “El INTA casualmente tiene modelos de cómo están siendo los márgenes en los campos y es impresionante cómo varían según la escala de producción. Esto tiene que ver con la política y eso es lo que desde CRA siempre venimos hablando: los tambos más grandes obtienen rentabilidad porque diluyen mucho más los costos y los tambos chicos pierden plata”.
Pero los establecimientos lecheros tienen además otros problemas. En el caso de los más chicos, uno de ellos es el de la sucesión familiar. En esos casos, la pérdida se disfraza porque no se carga en el costo la mano de obra, ya que toda la familia suele estar involucrada. Pero es todo un tema porque con el paso de los años, y si no tienen quien se haga cargo de la empresa, se ven obligados a contratar personas y no lo pueden pagar.
En el caso de los tambos medianos que no pueden absorber el costo de la mano de obra familiar, y que cuenta con estructura de personal, si no logran crecer en escala terminan fuera del sistema.
“Los grandes sobreviven porque tienen espalda financieras y diluyen costos. Van desapareciendo los que no se adaptan a la escala que la lechería tiene hoy”, sostuvo Ferrari.
Además de toda la exigencia laboral y de la tecnología que requiere la actividad, hay que tener en cuenta que compite contra el riesgo y la rentabilidad de la agricultura y la ganadería, que tienen mercados institucionalizados y precios ciertos y definidos.
“Nosotros entregamos la leche y nos enteramos al mes siguiente cuánto nos van a pagar. El negocio agrícola, de entrada, tiene otro contexto comercial”, señaló el productor.
Luego resaltó que en Entre Ríos quedan 624 tambos según el último relevamiento de la FARER, y en función de los datos de la vacunación contra la aftosa que indicó que hay 70.000 vacas en ordeñe.
“Lo llamativo es que en el último año hay 7% menos de tambos y 18% menos de vacas en ordeñe. Eso quiere decir que desaparecieron los grandes, lo que sería raro, o lo más probable que haya pasado es que muchos otros se achicaron sin por eso dejar de funcionar aún”, indicó.
Ferrari está convencido de las políticas que requiere la actividad.
“Hace 20 años por lo menos que no hay una política lechera clara. Eso hace que hoy la producción primaria sea un negocio de escala, que cada vez se va haciendo más grande, porque el mercado interno ya está saturado”, consideró. Aseguró luego que la salida tiene que ser por el lado de la exportación ya que el mercado local, más allá de la crisis actual, siempre tendrá límites fácilmente alcanzables.
“Hay que tener una política fuerte de exportación. Tenemos que ser un país prevenible. El industrial argentino en general se siente cómodo con las chiquitas chicas del mercado interno, y lo que le sobra lo saca. Obviamente hay que estimular la demanda local, pero sobre todo se requiere de una apuesta fuerte por la exportación”, finalizó.