La producción de carne porcina se ve amenazada por diferentes cuestiones que complican la rentabilidad de todo el sector, pero especialmente la de los establecimientos de menor escala e integración.
La situación internacional, la inflación, y las políticas sectoriales se encargan de dar por tierra con la renta de los productores más chicos, al tiempo que dejan un margen positivo pero que se va achicando en los establecimientos más grandes, según lo indicaron tanto Adolfo Franke, de la Asociación de Productores de Porcinos, como el consultor Juan Uccelli, ex gerente en esa misma entidad.
El precio del capón aumento 12% entre octubre y febrero pasado, al pasar de 169 pesos a 180 pesos. Pero los precios del maíz y la soja con los que se alimenta a los cerdos -y que son los de mayor peso en la estructura de costos del sector- aumentaron mucho más.
La situación bélica empeoró mucho las cosas en marzo. El maíz que en febrero se vendía en forma disponible en 20.000 pesos, ahora se negocia a 32.000. La suba fue de 60%. La soja que se vendía en febrero en 34.000 pesos ahora vale 50.000. En este caso el incremento fue de 47%. Y eso gracias a que la intervención del gobierno reduce notablemente el ingreso de los agricultores. Si no el costo sería mucho mayor.
Por otra parte, para complejizar la situación de los productores porcinos, se permite el ingreso indiscriminado de bondiola y solomillo de Brasil, dos cortes muy populares. Las importaciones de carne de cerdos aumentaron 80% en los primeros dos meses y superaron las 8.000 toneladas, cuando en el país no hay un faltante de la producción. Se trata de una decisión oficial pensada solo en función del interés político de evitar más irritación por la inflación.
Pero la medida demostró ser totalmente ineficaz, ya que al tiempo que al productor se le acotan las posibilidades de percibir un ingreso que acorte la brecha con la suba de costos el valor de la carne en la góndola no bajó. Desde octubre a febrero, aumento 17% de acuerdo a los datos que publica el IPCVA.
A todo esto se produjo la caída a cero de las exportaciones del sector, principalmente por la recomposición de la producción de China.
Y finalmente los créditos que el gobierno prometió para aumentar la capacidad de producción y en definitiva la competitividad del sector fueron autorizados por el ministerio de la Producción, pero no han sido instrumentados por el Banco Nación, al menos todavía. En definitiva no están monetizados y mientras tanto el dinero que se prometió va perdiendo poder de pago de las inversiones que se pensaban hacer.
En síntesis, la política juega su partido: promete pero no cumple y castiga al productor.