En el pequeño pueblo cordobés de Luca, ubicado a la vera de la ruta 158 y a 30 kilómetros de Villa María, la familia Giraudo mantiene desde hace décadas una pequeña explotación tambera que han logrado sostener a pesar de todos los vaivenes que afrontó -y todavía afronta- el sector.
Aunque su producción promedio ronda los 4.500 litros diarios, una cifra que los ubicaría dentro de los tambos medianos, todo el negocio se organiza alrededor de la idea de que se trata de una empresa chica, que por lo tanto necesita otro tipo de administración. Esa es para ellos la clave de su subsistencia.
“En un momento hubo que replantear la sucesión de la empresa y tuvimos que hacer un click. Las empresas familiares prácticamente están todas complicadas porque las escalas de producción son chicas y necesita tener otra visión, otro horizonte, porque si no vamos a desaparecer”, dijo a Bichos de Campo Diego Giraudo, uno de los encargados del emprendimiento familiar.
¿Y qué implica ese “click”? Para el productor tiene que ver con una decisión administrativa, que asegure un futuro para quienes viven de ella.
“Impositivamente te manejás distinto, manejas ingresos para cada persona, ya no se trata de ser el hijo del dueño o el dueño. Cada uno tiene que tener una función, un rol, y cobrar de acuerdo a eso. Después podés ser accionista de la empresa y tener un retorno si a ella le fue bien. Pero como cada uno tiene su retribución, no se enciman papeles y eso ayuda a que la empresa siga creciendo y se vaya desenvolviendo sola”, explicó.
Y agregó: “La leche por ahí vale, por ahí no vale. Pero acá no se puede desarmar un negocio porque valga o no valga la leche. Es un negocio con una apuesta a largo plazo. Si nosotros evaluamos el crecimiento en diez años lo vemos en la hacienda, en la producción, en los ingresos”.
Mirá la nota completa acá:
-Está decisión de convertirse en empresario y modernizar la cabeza para hacer lechería viene más de las nuevas generaciones.
-Sí, las nuevas generaciones están más abiertas.
-¿Eso les pasó a ustedes?
-Sí. La primera información que te ingresa de un establecimiento viene de los asesores. Y cuando lograste poner asesores -llámese veterinario, nutricionista, veterinario para las guacheras, ingeniero agrónomo, etc.- ellos empiezan a aportar trayendo noticias o ideas nuevas para que vos las pueda implementar y mejorar el resultado. Cuando empezó a entrar esa gente, ya se abrieron los tambos, no quedaron cerrados como antes.
-Es crucial entonces eso de estar abierto a empaparse.
-Es fundamental.
-¿Cuál fue el hueso más duro de roer? ¿Tu papá tuvo resistencia dentro de este proceso que proponías?
-Yo me lo fui comiendo despacito porque cuando cursaba en la facultad trabajaba en el campo. Uno va mostrando la madera y ahí se van relajando. Es como cualquiera que está cuidando a su empresa, que la crió durante tantos años y es medio celoso de largarla así nomás. Después una vez que ya se relajan empiezan a delegar, se empiezan a poner cómodos y vienen los resultados. En las empresas familiares no hay que desesperarse, no hay que enojarse, no hay que ir al choque. Esto lleva tiempo. Hay gente que acepta antes, gente que acepta después, pero hay que ir tranquilo, eso es fundamental.
-¿Qué le recomendás a la gente joven que ve que su tambo familiar se va extinguiendo?
-Hay que medir todo. Es una empresa. Tiene que haber rentabilidad para que subsista. Eso tiene que estar planteado de entrada y después obviamente, si ya tienen oportunidad de elegir si le gusta la lechería, seguir en ella si es el caso. Si no hay que plantear otra actividad. Hay tantas otras que se pueden hacer en el campo. Si las vas a hacer, hacelas bien.