Aunque los números de la lechería no siempre cierren…
Aunque la inundación que sepultó General Villegas hace tres años lo obligó a cerrar su tambo…
Los “aunque” son moneda corriente en la vida de Oscar Chapado, que siempre vuelve a la lechería debido a una extraña razón, que no tiene demasiada explicación: la lleva en la sangre.
Su último regreso fue el más impactante. En 2018 invirtió mucho dinero -y en dólares- para montar el segundo tambo robotizado que hubo en el país. Curiosamente el empresario explica esta robotización en que quería “humanizar” el trabajo tradicional en el tambo, apostando a jornadas laborales no tan sacrificadas, vacaciones y feriados. También apuntó a lograr un mayor bienestar animal, que se traduzca en un aumento de la producción.
Es que mucho antes de esto, Oscar pasó por todos los métodos conocidos de ordeñe. “Aprendí a ordeñar antes que a peinarme. Empecé a ir al tambo con mis viejos cuando yo tenía 7 años. Como no había otra cosa que hacer, nos divertíamos en el tambo. Entonces se ordeñaba a mano, con el banquito atado a la cintura y el balde de aceite Patito de 5 litros. Los mayores se deben acordar de lo que digo”, contó Oscar a Bichos de Campo.
Aquella foto mutó luego a un tambo con ordeñe mecánico de 4 bajadas, primero con bretes a la par. Y así, hasta llegar a tener un tambo con 20 bajadas. Oscar llegó a tener tres tambos, uno propio y dos alquilados, con una producción que alcanzaba los 16 mil litros de leche en 2015, antes de la gran inundación.
Mirá le entrevista completa a Oscar Chapado:
El salto hacia la robótica lo dio cuando vio necesario humanizar el trabajo del tambo. “A mí no me gusta que la gente haga el sacrificio tan exagerado de trabajar todos los días, sin feriado y sin vacaciones. En un tambo convencional, una familia trabaja hasta 18 horas”, dijo. Es que a eso está acostumbrado el sector: ningún ordeñe se detiene ni se demora, ni siquiera en un día de tormenta eléctrica.
Para Chapado, que instaló tres robots importados de Holanda, los robots son todo lo contrario a la idea del reemplazo del trabajo humano, pero ahora el personal se utiliza para otras cosas. “Precisás más gente. En un tambo tradicional de 200 vacas, con dos personas haces todo. Acá somos 5 o 6. Y Trabajamos 6 u 8 horas cada uno. Es un trabajo de oficina, nada más que no estás en la oficina. Estas atrás de las vacas”, aseguró.
Oscar, de todos modos, no dejó nunca de ir a primera hora de la madrugada, cerca de las cuatro, cuando en el planteo tradicional se aproximaba el primer horario de ordeñe. Es la costumbre y la obsesión porque todo en su renovado establecimiento funcione de maravillas. Muchas veces no tiene demasiado qué hacer, pero se queda allí observando fascinado la gran cantidad de datos que los robots recogen de cada una de las vacas en el momento en que éstas deciden ser ordenadas. No solo miden la cantidad de leche que producen. Controlan si han comido bien, si no tienen enfermedades y otros muchos etcéteras.
Con los robots haciendo casi todo el trabajo de ordeñe, y las vacas moviéndose por libre voluntad hacia el corral, la mano de obra se ocupa ahora de cuestiones centrales para obtener una mayor productividad de leche por animal. El mantenimiento de los robots, que solo se apagan un par de veces al día para hacer una auto limpieza, está a cargo de la empresa fabricante.
No hay que olvidar a la protagonista central: la vaca. Gracias a la implementación de esta tecnología, el foco de atención pasó a estar puesto en la sanidad y alimentación, en el estado de los caminos por los que circulan las vacas e incluso en la calidad de suelo sobre el que duermen. Con los robots, las vacas pueden entrar y salir libremente del tambo y elegir cuando ordeñarse. “Esto es el bienestar animal”, nos dijo Chapado varias veces.
“Cuando tiene el deseo de ser ordeñada, las vacas tienen un plus de litros por día de un 10 o 15%. No es poca cosa”, indicó Chapado. Y agregó que está más entusiasmado ahora que cuándo decidió implementar los robots hace dos años. “Me gusta mucho este sistema. Si bien hay que estar todos los días como cualquier tambo, es un trabajo más saludable”, insistió.
Pero con el escenario que el sector experimenta, con una producción similar a la que el país tenía hace 30 años aunque con muchos menos tambos, este productor sabe que su caso es excepcional y que es difícil llegar a una rentabilidad sostenida que le permita a otros tamberos amortizar este tipo de inversiones. En su caso, el dinero que gastó en los robots lo obtuvo de otra actividad.
“Si tenés un crédito accesible podes llegar a acceder a esta tecnología. Hoy por hoy, con las tasas que hay no llegas nunca. Con la lechería te terminás fundiendo. Se necesita estabilidad y un camino a donde se vea la luz adelante”, concluyó.