De sólo escucharla presentar sus productos, queda claro que el adn de Glenda Hansson es radiofónico. Y es que, antes de abrir su tambo y ponerse a producir quesos en medio de Vaca Muerta, esta locutora intervino en el éter por 18 años. Fue el amor el que la trasladó de Cutral Có, su ciudad natal, al área rural de Rincón de los Sauces, y fue un proyecto de pareja la que le hizo dejar de lado los micrófonos para dedicarse a producir leche.
A 6 años de aquel cambio de rumbo, Glenda se muestra muy orgullosa de la empresa que han creado y de que La Soñada sea 1 de los únicos 6 tambos que hay en la provincia de Neuquén, con una producción escueta -pero sostenida- de leche y una amplia gama de derivados. Desde yogures y dulce de leche, hasta quesos de autor macerados con licor.
“Parece una locura decir que soy tambera y quesera de Neuquén”, reconoce Glenda, cuya historia ya ha repasado en otra ocasión con Bichos de Campo. Esta vez, el encuentro fue en el marco de TodoLáctea 2025, la fiesta de la lechería organizada cada año en Esperanza, Santa Fe.
En ese lugar, Glenda parece ser sapo de otro pozo, no por su pasado como locutora, sino porque produce leche en la principal zona de extracción de hidrocarburos del país. Más que sólo por la curiosidad que en sí mismo reviste, el caso es interesante porque demuestra que aún en condiciones climáticas adversas, y con suelos menos aptos, se puede sostener un tambo con éxito.
De todos modos, para eso tuvieron que recorrer un largo camino, que empezó con lo más básico, la capacitación. Como en Neuquén los organismos de investigación no están abocados a la actividad lechera -tal como sucede con el INTA en Santa Fe, por ejemplo-, optaron por formarse en sanidad animal, partos y manejo a distancia en la Facultad de Agronomía de la UBA.
Mirá la nota completa acá:
Tal vez la mejor forma de resumir la historia de este matrimonio sea con 2 preguntas. “¿Qué hago acá, en medio del petróleo?”, fue lo primero que le preguntó Glenda a su esposo, Javier Mesplatere, cuando le llevó a conocer su chacra de alfalfa. “¿Qué vamos a hacer con la leche?”, fue la pregunta que les surgió algunos años después, y que los impulsó a avanzar con la producción de derivados.
Lo primero fue el queso fresco, pero rápidamente tuvieron la necesidad de innovar. En definitiva, todo su tambo era atípico, por lo que hacer subproductos distintos parecía casi natural.
“Teníamos ganas de innovar y de sacar un producto nuevo, con historia y con amor”, explicó Glenda. Fue así como llegaron a su línea de quesos de autor, estacionados y saborizados.. Su último lanzamiento, que fue reconocido a nivel nacional, es un semiduro con almendras y macerado al licor Tía María. Escucharla promocionarlo es como estar en el espacio publicitario de la radio.
Aunque, como todo buen quesero, ella no revele sus secretos, sí adelantó que está en vistas de “seguir proyectando y creando”. Con una producción lechera más estable, y cuestiones que atañen al manejo mucho más pulidas, pueden poner la cabeza en eso.
En su rodeo, de unas 20 vacas Holando, todavía está Aurora, el primer animal que tuvieron en su tambo, y que llegó justo después de esa pregunta inicial que Glenda le hizo a su marido.
Cada una de ellas produce unos 12 litros de leche diarios, que es significativamente menor a lo que sucede en los tambos de la cuenca del centro del país, pero más que satisfactorio para los imponderables a los que están supeditados en Neuquén.
Un ejemplo de ello es que, aunque Javier cuenta con producción de alfalfa, los inviernos suelen ser tan crudos que deben incorporar cubos traídos de una fábrica a 300 kilómetros de su tambo.
Ver esta publicación en Instagram
Lamentablemente, sólo se puede probar sus productos si se visita el establecimiento, ya que no tienen la habilitación pertinente de su sala de elaboración para que esos alimentos tengan tránsito federal. Lo mismo le sucede a los demás tambos de la zona, que, como funcionan a muy baja escala, se les dificulta avanzar con grandes reformas.
Así y todo, eso termina siendo una oportunidad para que el turismo se acerque a La Soñada, pruebe sus quesos, su dulce de leche y lácteos, y conozca cómo es producir en un lugar donde es más común ver pozos petrolíferos que tambos.
“Creo que vamos por el camino indicado y que hay mucho para hacer a pesar de no pertenecer a la cuenca lechera”, concluyó Glenda, cada día más convencida de que haber cambiado los micrófonos por las vacas fue una gran decisión.