Su vida tiene los elementos para armar una película. Intrigas, suspenso, alegrías, desazón, acción, familia, amor. En sus algo más de 4 décadas vividas, Jorge López Menéndez ha entretejido una historia como para no aburrirse. Proveniente de una familia de agrónomos (él también lo es) estuvo viviendo casi diez años en África tratando de llevar tecnologías de insumos y procesos a agricultores africanos, pero también cambiarles la bocha: que dejen de hacer una producción de subsistencia y que vean la producción de alimentos como un negocio.
“No me quedan dudas que África es el próximo granero del mundo, pero así como tiene muchas cosas que me acercan a esa afirmación, también hay cuestiones hoy que hacen más lento ese camino o lo traban, el hecho de que no se pueda usar transgénicos es uno de esos palos en la rueda”, me contó López Menéndez cuando hace un par de años grabamos el capítulo 31 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”.
Nacido en Bahía Blanca, la historia de Jorge López Menéndez está, podría decirse, ineludiblemente vinculada al campo y la actividad rural, así como también al servicio. Sus dos abuelos (Celso López y Raúl Passalaqua) trabajaron en el INTA toda su vida, y su padre (Jorge) también era ingeniero agrónomo.
-¿Cuál es tu historia vinculada al campo y la ruralidad?
-Lo llevo en la sangre. Desde que nací, si bien no teníamos campo, mi viejo siempre me llevaba a los campos que alquilaban.
-¿Y dónde creciste?
-De chico papá tuvo que trabajar en La Pampa, tenía unos socios en Colonia Barón. Después nos fuimos mudando de ciudad en ciudad, pasábamos los veranos en el campo. Después de La Pampa fuimos a Colonia Seré (oeste de Buenos Aires, cerca de América y Trenque Lauquen), donde manejé mi primer auto con 14-15 años. Íbamos a cazar peludos, nos divertíamos mucho.
-¿Y qué recuerdos te quedaron grabados en el alma de esa época de pibito?
-Generalmente eran casas alquiladas las que íbamos con mi viejo, y muchas de esas casas de campo. Entonces me quedó muy grabado siempre encender la salamandra para calentarnos. Tengo muchos recuerdos de campo y frío. Aunque también de verano, porque como no había clases nos instalábamos ahí. Y durante el día siempre a caballo, o con los tractores, me encantaba manejar cualquier máquina que pudiera.
-En ese contexto uno podría pensar que la pregunta es sonsa, obvia, pero ¿Por qué agrónomo?
-Cuando me tocó estudiar todos le decían que agronomía no, que era sufrido ser agrónomo, complicado, por eso en algún momento pensé en arquitectura o medicina. Pero la verdad es que yo siempre quise algo en el campo. Y por suerte fue así porque terminé siendo de la generación en la que se revolucionó el campo. Para mi viejo siempre fue todo muy sufrido, la década del 90, todo mal. Yo entré a la facu con esa idea, pero cuando me recibí la cosa había cambiado, me encontré con un campo tecnificado y la siembra directa, la soja RR, cosechadoras y tractores con cabina, todo eso. El mundo agro había cambiado radicalmente.
-Anduviste mucho por el mundo, conociendo otras realidades productivas, ¿Dónde está Argentina en producción agropecuaria y adopción de tecnologías?
-La revolución que fue Argentina con la siembra directa fue increíble. Y los contratistas que hay acá tienen un nivel impresionante. Los productores argentinos están en un nivel superior y todo eso te llena de orgullo cuando andas por el mundo. En algunos países se siguen discutiendo cosas que Argentina ya discutió en el campo hace 20 años.
–¿Por qué terminaste en África?
-La verdad, no hay una respuesta contundente. Sí cosas que sucedieron que me llevaron allá. Primero que desde que empecé a estudiar escuchaba que era el próximo granero del mundo, que había muchas tierras para poner en producción o subexplotadas, que estaba golpeada por la pobreza y el hambre, que no hay prácticamente tecnología agrícola… Creo que todo eso hizo que pensara que alguna vez quiera conocerlo de primera mano.
-¿Y cómo surgió la oportunidad?
-Me llamó un amigo diciendo que había una posibilidad de trabajar en Nigeria. Presenté un plan con una propuesta económica pero lo que pagaban era mucho menos y yo, medio en chiste le dije “por es plata te mando a mi hermano”… Y así fue. El trabajo lo tomó mi hermano Santiago. Tiempo más tarde, una persona que conoció mi hermano en Nigeria, que es actualmente mi socio, Emiliano Mroue, que vivía en Sierra Leona, tenía un proyecto. Viajó a Argentina, me lo contó y me ofreció hacer una consultoría por 20 días en Sierra Leona.
-¿Cómo fue la primera impresión cuando llegaste a África?
-Acá no se trata de hacer una diferencia económica. Te la bancás o no te la bancás. No hay término medio, África te atrapa o no te atrapa y yo me enamoré del proyecto, del potencial, de todo lo que se podía hacer, era mi vocación unida a un impacto social muy fuerte. Pero la ficha me cayó un día hablando con mi hermana más grande que me dijo “Bebe -así le dicen en la familia-, hace mucho que no te escucho tan contento”. Sentirme así me hizo ver que había encontrado mi lugar en el mundo.
-En ese momento tuviste una situación terrible, el secuestro de tu hermano. ¿Cómo fue y cómo te pegó eso?
-Estaba en el medio del campo en Sierra Leona y me llaman que habían secuestrado a mi hermano en Nigeria. Se me vino el mundo abajo. La mujer de él estaba sola en el campo. Me subí a un motito a mil por hora, al aeropuerto y me fui para allá. Pasamos cuatro días terribles, por suerte terminó bien, pero la pasamos muy mal. Creían que era norteamericano, querían plata, negociamos el rescate, vino el cónsul, el embajador… pero pasó.
-Después de eso me imagino que te volviste a casa en Argentina y dijiste a África no vuelvo más…
-No precisamente. Me entusiasmaba mucho la idea de África y todo lo que había para hacer allá. Así fue cómo le propuse a mi mujer (N de la R: Candelaria, aún no tenían hijos; Felipe y Silvestre, vinieron después; Clemente, se sumó hace unas semanas), con quien me había casado hacía poquito, si me acompañaba a esa aventura africana que arrancó en Sierra Leona, uno de los países más pobres y ricos del mundo. Después continuó su camino en Ghana.
-¿A qué fuiste y con qué te encontraste?
-En África encontré la respuesta de por qué había estudiado agronomía. Soy un convencido de que producimos alimentos en Argentina como nadie en el mundo. Siembra Directa, cultivos de servicio, agricultura regenerativa, son técnicas que incorporamos a nuestros proyectos que además de lo productivo, o a través de ello, crean impacto en todas las personas que nos rodean, eso me gusta. Ojo, no me creo la Madre Teresa, no creo en la beneficencia, pero sí en dar oportunidades. Y el proyecto WARC es eso. No regalamos nada. Nosotros les damos oportunidades y cada uno se la gana.
-¿Qué es WARC Group?
-Lo que hace WARC es darles posibilidades a los pequeños productores para acceder a las tecnologías, ¿Cuáles? Las que conocemos en Argentina y las que estén disponibles en el mundo. Les enseñamos otras formas de producir más allá de la de subsistencia. Les damos herramientas para que puedan cambiar. Las oficinas centrales están en Sierra Leona y Ghana. Nos ocupa lo productivo, pero también lo social, sin olvidar el ambiental. También se trata de dignidad, porque mirá, una hora de un farmer africano genera 10 kilos de grano, una hora de un farmer americano genera 800 kilos. Son los dos extremos. El crecimiento potencial es increíble.
Pero el trabajo no es fácil, porque son varias generaciones haciendo lo mismo y de una manera. Cambiarles la cabeza es difícil. Pero no imposible. Por eso, desde WARC armaron campos demostrativos donde los agricultores locales trabajan, aprenden las nuevas técnicas y ven los resultados, pero el riesgo va por cuenta de WARC. La propuesta es clara, salir de la subsistencia. Los agricultores progresan en rentabilidad. De 119 dólares que ganaban por año el desafío es que en el séptimo año que estén ganando cerca de 4000 dólares. Transforman la vida de los agricultores y sus familias.
-¿Qué destacarías de lo que han logrado en casi una década?
-Lo que más logramos hacer y es un orgullo, es ver la evolución que han tenido los agricultores. Cuando llegamos a Sierra Leona casi no sabían manejar un tractor y hoy ves que manejan una cosechadora de última tecnología, la saben reparar, están mucho más capacitados. Cuesta, pero el aprendizaje va quedando. Creemos el cambio está en la ciencia y la tecnología. África sale con poquito. Pero ojo, no queremos que pasen del buey a un tractor viejo, queremos que pasen a lo mejor que se pueda de lo que existe.
-¿Qué falta?
-Muchísimo. Esto es una maratón, no una carrera de 100 metros. Hemos dado pasos gigantes, pero hay muchas dificultades para traer las tecnologías. Cada sembradora que podemos importar es una lucha. Esto recién empieza, pero no me quedan dudas que África con las condiciones adecuadas tiene todo para ser granero del mundo: tienen 2000 milímetros por año y radiación, pero suelos frágiles por tantos años produciendo en convencional. De a poco la siembra directa ha ido haciendo su trabajo en donde se ha instalado. Pero el peor crimen es que no se pueda usar transgénicos.
-¿Cómo impacta eso?
-Ha habido pérdidas de 70% por cogollero una campaña que nos agarró desprevenidos. Ha habido hambrunas por esto, y por más que tengamos insecticidas hemos hecho hasta 7-8 aplicaciones con la locura de costo que eso significa. Es algo que puede favorecer más a los pequeños productores que a nosotros que podemos estar más preparados, monitorear, aplicar, etc. Es una discusión que debería encararse desde lo institucional, son tiempos en los que se discute mas ideología que ciencia. Mirá, es fácil: ¿Conocés alguien que se haya muerto por comer alimentos GMO? No. ¿Conocés a alguien que se haya muerto de hambre? Sí. Entonces, la verdad no hay mucho por discutir. Hoy hay que producir, darle de comer a las personas y este es un camino.
-Te saco de lo estrictamente productivo y te llevo a otras cosas más banales, sociales y personales. ¿Qué fue lo que más te llamó la atención de los africanos en su vida cotidiana? ¿Qué deportes hacen?
-Mirá, te cuento algo que es bien gráfico. Cuando estuve en Kenia, me levantaba temprano y siempre era momento de entrada a los colegios y el 100% de los alumnos llegaban trotando, con el cuaderno bajo el brazo, con la mochila… lo mismo a la salida, ¡No tienen 1ra, andan todos en 4ta. o 5ta.! (se ríe). El potencial físico es tremendo. Están tallados a mano y tienen una fuerza física que no podés aguantarles el ritmo. Rugby y fútbol también jugamos… trato siempre de salir entero.
-¿Qué legado recibiste de tus padres?
-A mi viejo lo perdí. Tuve una relación muy intensa con él. Estuvimos distanciados, después nos amigamos. Me había dicho que iba a visitarme estando yo en África pero falleció antes. Estuvo buenísima la relación con él, en todo momento, aún alejados, buscó la manera de protegerme, y lo que más valoro es que tanto él como mi mamá Sofía, criaron a cinco hijos con una libertad tremenda. Me acuerdo de un cartel de su oficina que decía “Los hijos no son tuyos, hay que dejarlos volar”. Y eso hicieron mis viejos.
-¿Qué comidas qué descubriste estando en África?
-Arroz. Yo no comía arroz en Argentina, más que con atún muy de vez en cuando. La verdad que en África lo probé de mil maneras y lo hacen con unas salsas increíbles. Son sabores que no tenía en mi cabeza. Eso me gustó. También descubrí la comida india que me gusta mucho ahora.
-¿Y qué comida extrañabas?
-Lo que extrañás es la carne argentina y las milanesas de los sábados al mediodía que son una fija estando allá. Carne argentina conseguís cada tanto, pero la africana es dura. Me encanta el ritual del asado, es sagrado para mí.
-Hablamos mucho de agricultura, ¿Qué onda la ganadería?
-El potencial ganadero es enorme porque hay para darles de comer, está todo por hacer. Pero al ser de mediano-largo plazo es más difícil ponerlo en práctica porque acá se vive de urgencias.
-¿Qué le dirías al Jorge de los 20 años?
-Tendría una larga charla (se ríe). Todo lo que he ido haciendo me llevó hasta el lugar que estoy hoy y estoy súper contento y orgulloso. Por eso, en principio, todo lo que pasó me trajo hasta acá y no lo cambiaría. Pero, mirá, yo a los 20 decía que dormir era perder el tiempo y no paraba a disfrutar del camino y los logros. Algo de eso lo cambié. Pero si me tuviese a mí mismo, el Bebe de los 20, le diría “disfrutá de momentos, cuidá lo logrado, pará un poco”.
-¿Qué hacés ahora? Se volvieron de África, fuiste papá de nuevo…
-Desde hace nueve meses estamos en Argentina. Uno de mis hijos contrajo malaria, casi se muere y la pasamos muy mal, nos asustamos. Además, en abril fui papá de mi tercer hijo. Tengo hijos chiquitos, quiero que se críen con los primos, en Argentina me volví a conectar con el caballo, que tanto quiero, pero quedé muy enganchado, sigo enamorado de África y sus posibilidades.
-¿Y qué se viene?
-Hoy formo parte de la Global Farmer Network, una red global de agricultores que comparte experiencias e intenta contar, hacia afuera, el potencial productivo. Me gusta la idea de seguir trabajando con empresas que quieran y puedan ayudar a África a salir de la pobreza. Por otro lado, soy un emprendedor, y ya me está picando el bichito de hacer otra cosa. Ahí estoy, hablando y viendo por dónde encarar.
-Para cerrar, te pido un tema musical. ¿Qué escuchás, qué elegís?
-La música siempre me encantó. Soy de la generación que escuchábamos discos enteros. Rock nacional, escuché todo. Pero Divididos siempre me marcó. Podría elegir “Wish you were here”, de Pink Floyd, por mi viejo y otras personas que ya no están. “Pearl Jam” tengo mil temas. Pero elijo “Spaghetti del rock”, de Divididos.
Buen día!Que historia mas hermosa la de este muchacho!!!Esos son “los caminos de la vida”!!!Soy del campo y conozco la lucha!Mi padre vino de País Vasco a sus 19 años y nunca volvió a ver a su familia !!!Cuando se tiene “buena leche “se pueden lograr cosas increibles!!Escucho Quique Os los sábados y luego un poco de Bichos de Campo!!!Felicidades
Hermosa historia. Inspiradora. Gracias por informar con calidad.