Pensemos por un momento en miles de mujeres rurales, solas en su casa y lejos de las demás mujeres. Sus días transcurren entre varias tareas de campo y domésticas. También son madres y llevan a sus hijos a la escuela. Pero a diferencia de muchas mujeres de la ciudad, y debido a las largas distancias, muchas de ellas deben esperarlos en la puerta durante las cuatro o cinco horas que dura la jornada educativa.
La socióloga Verónica Torassa reparó en estas mujeres en 2007, y a partir de advertir que perdían largas horas esperando por sus hijos, generó toda una integración: A través del hilado y del telar, esas mujeres encontraron un lugar de socialización y una salida laboral en zonas rurales de la localidad bonaerense de Azul.
Torassa preside la ONG Asociación Azul Solidario. A través del proyecto Mejoremos juntos la Calidad de nuestra Educacion Rural (ProMeCer), promueve ambientes de trabajo colaborativo a través de herramientas de gestión público privada sobre la educación, la salud, el medioambiente y la mujer rural. Bajo el eje de las mujeres rurales se creó Hilados del Azul, con el objetivo de que estas puedan generar sus propios productos y rentabilidad.
En diálogo con Bichos de Campo, Verónica recordó cómo llegó a ellas. “En ProMeCer armamos una red de instituciones. Primero empecé a acompañar a los profesores de educación física, plástica e idiomas para ver cómo funcionaba esto de dar contenidos a los chicos, y logramos un acuerdo muy interesante entre la sociedad civil y el sector público”, mencionó.
Ahí fue cuando Torassa se dio cuenta que las madres esperaban cuatro horas a sus hijos, hasta que estos terminaran sus clases. “Las distancias eran largas si debían volver a sus hogares y luego venirlos a buscar, y ahí fue que, viéndolas sin hacer nada y solo esperando, les pregunté que podíamos hacer para capitalizar el tiempo. Teníamos cero recursos pero surgió la posibilidad de trabajar con la lana de oveja, ya que hay mucha en Buenos Aires, tanto para consumo de carne como de lana. Y así fue que empezamos con el hilado”, relató la socióloga.
Mirá la entrevista completa a Verónica Torassa:
“El municipio de Azul nos facilitó una capacitadora desde la secretaría de Cultura, la cual empezó a asistir a las escuelas para enseñar a las mujeres a tejer e hilar. Luego tuvimos la chance de presentarnos a una convocatoria de la embajada de Australia, la ganamos y nos donaron trece ruecas y ahí tocamos el cielo con las manos”, recordó.
Torassa resaltó que ese fue un empujón muy importante y que desde ese momento “la capacitadora empezó a recorrer escuelas, y así se fue formando el tema del hilado y algo de telar. Nos volvimos a presentar a la convocatoria, ganamos y ahí nos dieron telares”.
Otro apoyo fuerte que recibieron estas mujeres que empezaron a tejer e hilar en red fue el que les confirió la feria Caminos y Sabores. “Esa feria nos dio la primera posibilidad de acceder a un stand en 2009. Lo único que llevamos fue lana hilada y el público no podía creer ver a alguien trabajando con una rueca. Los siguientes 10 años, generosamente estuvimos con un stand donado para poder mostrar nuestro trabajo. Si ves una foto del 2009 y la comparás con una de 2019, no podés creer el avance que tuvimos, porque luego del hilado vinieron los bordados y prendas tejidos. Fue un crecimiento vertiginoso”, remarcó la presidenta de Azul Solidario.
En 2015 el INTA les cedió un espacio para poder juntarse y les ayudó a capacitarse en especialidades como el teñido natural. “Esto significó otro paso, que fue la articulación de mujeres del campo con mujeres de la ciudad. En esto todas tenemos algo en común, y es esa capacidad de colaborar, sin importar si somos del campo o de la ciudad”, manifestó.
El municipio de Azul les ayuda con viáticos cada vez que asisten a ferias, la sociedad rural local hace su aporte pagando un honorario a las que alguna vez fueron alumnas y ahora capacitan en otras escuelas el oficio del telar y del tejido, y la consignataria de hacienda local Wallace, también colabora ofreciéndoles un espacio en medio de los remates para que armen un stand y ofrezcan sus productos.
A su vez, Gabriela Fortassín, que vive en la ciudad, se encarga de coordinar las ventas de estas mujeres a través de las redes sociales, porque muchas veces, trabajando en el campo o en el interior, no tienen internet. “Hay que mejorar esto porque el crecimiento debe venir de la mano de la tecnología. Invertir en estos lugares implica invertir en capital humano, dándole la posibilidad de crecer a la gente de campo. Ellos deben aprender en el lugar donde viven, como todo el mundo”, manifestó.
https://www.facebook.com/Asociacionazulsolidario/videos/378687026595916
Con Azul Solidario, Torassa destacó que “se va armando toda una cadena de favores alrededor de un proyecto para que estas mujeres tan trabajadoras y emprendedoras puedan generar ingresos. Eso es importante, que sepan que a pesar de estar en el medio del campo, pueden generar rentabilidad”.
Lograron armar un canal de venta actual, a través del Facebook de Hilados del Azul, e hicieron un acuerdo solidario con Mercado Libre para que puedan vender allí sin que les genere costo alguno el uso de la plataforma.
“Nuestro grupo es muy móvil, muchas mujeres llegan, y muchas otras se van con un conocimiento que a su vez les da un oficio. Y acá hay un colectivo de mujeres porque, en definitiva, a lo que Azul Solidario apunta es a generar capital social”, concluyó.
No es el único caso. En Coronel Suárez también hay un banco de lana, que genera una posibilidad de trabajo para las mujeres de la zona: