En Argentina el cierre de tambos es continuo y genera alarmas. Las causas son varias y llevan a que muchos productores decidan el cambio de actividad antes que seguir con la producción de leche, que implica mucha dedicación, esfuerzo y muchas veces poca o nula rentabilidad.
Desde el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) dijeron: “Sin intención de justificar la situación, ni mucho menos, podemos visualizar que presenta una tasa del 2,4% en los primeros 7 meses del año y si se extrapola al resto del año, eso está en el rango de países con menor proporción de cese de actividad y bastante debajo de la media de los países de los cuales se dispone de esta información”.
Esa tasa, según dijo Jorge Giraudo, experto en la materia en ese Observatorio, es estable a lo largo de los últimos 10 años aunque se aceleró en 2024 por la sequía y llegó al 4%.
En la comparación internacional la lechería argentina sale bien parada. El promedio mundial es de 4%, el único país con un índice inferior es Nueva Zelanda, que cuenta con una economía mucho más estable y ordenada que la local.
Los países del este europeo, por caso Polonia y Lituania, vienen experimentado cierres muy acelerados, pero llama la atención lo que sucede en países con larga tradición en la actividad como España, que tiene la tasa más alta y que llega al 6,6%, lo que triplica el nivel de cierre de tambos en Argentina.
“Las españolas son unidades productivas más chicas que sufren además la competencia de otros países, y por eso se ven continuamente protestas por pagos por encima del costo”.
Francia y Estados Unidos, otros dos grandes productores de leche, también tienen tasas elevadas que llegan a 5,7%.
Giraudo dijo que a nivel global se reiteran los factores que llevan a los productores a salir de la actividad.
“Una de las principales causas es el freno a la aplicación de políticas o la ausencia total en otros. Hay reducción en el apoyo a la lechería en Europa. También hay restricciones ambientales. Falta de mano de obra porque la gente no quiere trabajar en el tambo ni vivir en el campo. Tampoco hay continuidad familiar. Para seguir además hay que invertir en tecnología y muchas veces no está la plata ni la financiación y además pesan los problemas de rentabilidad en la actividad para lo que se necesita escala y eficiencia”.