Si treinta años atrás le hubiesen dicho a los productores del valle agrícola de Los Antiguos, en la provincia de Santa Cruz, que se consolidarían como uno de los principales puntos de exportación de cerezas del país, probablemente se hubieran reído. Pero alguien de la zona, allá por la década de 1980, llevó unos cerezos que había conseguido en Mendoza “para ver qué pasaba”. Y el título de esta crónica revela el resultado.
El puntapié inicial fue la creación de la Cooperativa Agrofrutícola El Oasis, en 1988. Los vecinos de Los Antiguos ya habían sido testigos de otros proyectos similares que no habían tenido buenos resultados, como una vieja cooperativa que producía y almacenaba fardos de alfalfa. Pero esto se perfilaba como algo completamente distinto porque suponía producir y vender algo muy demandado por el mercado.
“La gente del INTA, de la estación experimental de Santa Cruz, perfiló a los productores. Eran todos pequeños –tenían entre una y tres hectáreas- y estaban dispersos. A raíz de eso los reunió y propuso que se arme una cooperativa”, contó a Bichos de Campo Federico Guerendiain, productor y miembro del consejo de administración de la cooperativa.
Siendo el primer ingeniero agrónomo que llegó a Los Antiguos 28 años atrás, Federico fue testigo del desarrollo de este proyecto y de todos los obstáculos que enfrentó.
“Santa Cruz era una provincia lanera. No había formación sobre fruta y producir acá es muy difícil. En su momento no había teléfono, los mensajes eran por radio aficionados. Hoy hay serios problemas de electricidad, se produce con motores a gasoil en la usina. Hay un sólo proveedor de internet y no tiene banda ancha”, dijo.
La cooperativa se levantó sobre un predio viejo con un galpón que todavía guardaba algunos de los fardos del anterior emprendimiento. Lo primero que se armó allí fue una estación de empaque sencilla, en 1993.
Hasta ese entonces, los miembros compraban en conjunto cajas de una cartonera de Buenos Aires y realizaban sus propios empaques en sus chacras. Los compradores venían en su mayoría de la ciudad de Comodoro Rivadavia y recorrían cada predio en busca del precio más barato. Quién tenía una camioneta optaba por viajar hasta la ciudad y venderlas allí.
Además de vender en la ciudad, el otra alternativa comercial era la Fiesta Nacional de la Cereza, que se celebra todos los años en enero. El aluvión de turistas era tal que los 4000 habitantes de Los Antiguos recibían hasta 20.000 personas con “hambre” de cerezas.
El salto vino cuando los miembros decidieron colocar algo de su producción en el Mercado Central de Buenos Aires. “Llegamos sin conocer. Nos daban cheques rebotados, no cobrábamos. Hasta hacer la experiencia no fueron buenos años, nos jodían siempre”, aseguró ofuscado el ingeniero. Pero como todo en la vida, se trata de una de cal y una de arena.
Gracias a su presencia en el mercado concentrador porteño, durante una ronda de negocios técnicos del INTA los contactaron con un importador de España. Y en 1995 se concretó el primer envío a ese país –cliente que continúa hasta el día de hoy- y un año después también los recibió Bélgica e Inglaterra.
¿Hay una fórmula mágica detrás de esas cerezas? Se podría decir que sí. “Por la latitud en la que estamos hay mucha amplitud térmica. En enero hay 1°C por la mañana y 20°C por la tarde. Eso hace que el fruto convierta más ácidos en azucares. Con el INTA queremos hacer una denominación de origen”, reveló Guerendiain. A eso hay que sumarle que son las últimas del año y llegan cuando los mercados están desabastecidos, por lo que los productores obtienen muy buenos precios.
Y con los años fueron sumando otros destinos: Emiratos Árabes –hoy es el principal cliente en volumen-, Arabia Saudita, Baréin, Qatar, Rusia y últimamente también Singapur. Hace dos años se envío un cargamento a China, pero por el elevado costo del envío, los números no cerraron y no se concretó otra operación a ese mercado “colonizado” por los productores chilenos.
Hoy el 60% de la producción se exporta vía aérea desde Ezeiza y el 40% restante se comercializa en el Mercado Central de Buenos Aires con clientes ya consolidados.
“Muchos productores quedaron en el camino porque el cooperativismo no es para todos, lamentablemente. Hoy hay 24 socios de los cuales 12 tienen producción propia y el resto está en vistas de eso”, resaltó el productor.