“Lo único que queremos es que no entre más agua”, dice Mirtha Mas en San Gregorio, uno de los pueblos que rodean a La Picasa. Conoce esa laguna ubicada en el extremo sudoeste de Santa Fe, justo antes de su encuentro con las provincias de Buenos Aires y Córdoba, desde que era una niña. Recuerda bien que el espejo de agua de 1.400 hectáreas no tenía más de 1 metro de profundidad. Ahora ni un gigante haría pie: la laguna creció tanto que se convirtió en un mar interno de más de 50.000 hectáreas. En algunas zonas, el fondo está a 14 metros.
Unos 380 productores trabajaban los campos que fueron quedando bajo el agua. “Los mejores y más productivos campos del país”, recuerda María Soledad Aramendi, una joven dirigente rural santafesina. Pero no son solo esos productores los afectados por ese enorme forúnculo de agua enclavado en el centro del país. La enorme presión que ejerce La Picasa ha elevado las napas. En toda la región circundante los campos se encharcan y los caminos rurales se vuelven intransitables.
Los productores se han convertido casi en expertos en hídrica: saben que los problemas más graves comienzan cuando la laguna supera la cota 105,75 metros sobre el nivel del mar. Ya había sucedido a fines de los ‘90, con una primera gran inundación que duró hasta 2001. Y volvió a suceder desde fines de 2015 y hasta la actualidad. Los foráneos se enteran cuando las aguas de La Picasa cortan la estratégica Ruta 7, que une Buenos Aires y Mendoza, el Atlántico y el Pacífico. La cinta asfáltica fue elevada casi 3 metros luego del primer episodio, pero no fue suficiente. La laguna siguió creciendo y volvió a cortarla. Recién hace un par de meses, con el calor y ante la falta de lluvias, comenzó a bajar. Pero por evaporación, unos pocos centímetros.
Estas pocas semanas de alivio permitieron que Luis Torno, productor tambero y esposo de Mirtha, pudiera en octubre volver a ingresar a su campo después de dos años. Sí, dos años. Todavía tiene 160 de las 220 hectáreas bajo agua. El resultado ha sido demoledor: se le murieron 47 vacas de hambre y su producción de leche se achicó violentamente, de 5.500 a 1.500 litros diarios.
¿Por qué comenzó a crecer el tamaño de La Picasa? Los vecinos de esta zona han husmeado en todo tipo de archivos y sospechan que el origen de este drama fue un convenio firmado en la década de los ´90 por Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Las tres provincias involucradas se comprometieron a trabajar en conjunto para “ordenar” una cuenca de 550.000 hectáreas que comenzaba más allá de la cordobesa Laboulaye y terminaba en Junín, en la provincia de Buenos Aires. Todo quedó en los papeles y luego de eso nunca se hicieron las cosas de manera coordinada ni hubo reuniones.
Pero el acuerdo habilitó a que Córdoba hiciera una serie de canales para conducir las aguas que bajaban por su territorio y que naturalmente debían encontrar un cauce de salida hacia territorio bonaerense. En medio, dicen los productores, Santa Fe hizo poco y nada. Y La Picasa comenzó a transformarse en un depósito al que le entraba agua que no salía.
Omar Maurizi, productor con campos en Diego de Alvear, nos muestra una de las dos salidas proyectadas luego de la primera inundación, la llamada “Alternativa Norte”. Debería evacuar 5 metros cúbicos de agua por segundo, pero nadie cree que sea así, porque aparece semi-bloqueada, repleta de obstáculos y la estación de bombeo nunca funcionó correctamente: hoy está inundada. Algo parecido sucede con la “Alternativa Sur”, que está taponada y no expulsa nada. En definitiva, La Picasa no baja.
La falta de balance es evidente. Maurizi dice que en lo peor de esta inundación desde Córdoba llegaban a ingresar hasta 70 metros cúbicos por segundo. “Era una guasada”, resume.
“Santa Fe nunca nos cuidó y entonces nos agarraron de boludos. En Córdoba cortaron un médano y no solo nos inundaron sino que además nos levantaron un metro más la cota de rebalse de la laguna”, explica con pocas pulgas Edgardo Bou, cuyo campo está 4 metros bajo el agua desde la primera inundación. En aquel momento, su familia le buscó la vuelta y se hicieron pescadores: compraron lanchas y redes que les permitieron mantenerse por varios años. “Pero yo soy productor, no pescador”, se resiste Bou.
La Corte Suprema de Justicia, un mes atrás, convocó a las tres administraciones provinciales a una audiencia pública, a raíz de un recurso presentado por Buenos Aires para evitar que este mar de agua dulce sea desagotado hacia su territorio, como naturalmente debería suceder.
A esa reunión también concurrió el subsecretario de Recursos Hídricos de la Nación, Pablo Bereciartua, quien sostuvo que la mejor salida que ellos ven es construir un desagote hacia el Paraná, una obra de 200 kilómetros de largo que costaría $10.000 millones. Los vecinos de La Picasa sienten que sería una nueva tomada de pelo, porque llevaría años y podría dar lugar a negociados.
Esperan que el más alto tribunal ponga límites al despilfarro y ordene a Nación y las provincias que lleven a cabo un proyecto serio. También imploran que la Corte se haga eco del pedido de Mirtha: “Que no entre más agua”.
hay solucion pero los gobiernos no hacen nada
el problema es de fácil solución pero mientras Santa Fe siga con su tibieza para enfrentar este problema y Buenos Aires con su mala fe el problema seguirá ahí. Si alguien del gobierno de Santa Fe decide avanzar con la idea de sacar el agua hacia el río paraná va a ir preso por malversación de fondos.
en los seis meses de sequía con solo sacar 50 m3/seg. que al Salado no le hubiera hecho nada, se podrían haber sacado 800 hectómetros de agua de La Picasa y solucionar el problema. Mientras siga la mala fe de la dirección de Hidráulica de Buenos Aires y la tibieza del gobierno de Santa Fé que no hace nada serio para resolver el problema se van a seguir inundando.