Luego del análisis de impacto ambiental del frigorífico Logros en la provincia de Córdoba, que motivó a otras 25 plantas bovinas exportadores a realizar el mismo estudio, la industria aviar movió el avispero y decidió transitar por ese mismo camino. En un trabajo conjunto del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), doce plantas que faenan pollos realizaron un trabajo sobre la huella de carbono y de agua de la carne aviar argentina.
Las firmas integrantes del estudio, entre las cuales se estimo una faena total anual de 346 millones de pollos, fueron Bonnin, Calisa, Domvil, Fadelsa, Granja Tres Arroyos, Las Camelias, Noelma, Pollolín, Sede América, Soychú y Supermercado Toledo.
El resultado de este complejo ejercicio permitió saber que la industria avícola argentina tiene una situación mucho más favorable que otros polos semejantes en el mundo. En materia ambiental, le saca varios cuerpos de ventaja a su par del Reino Unido, utilizada como punto de comparación.
El objetivo definido fue “conocer el impacto ambiental mediante la huella de carbono y agua por escasez de la carne de pollo producida en el sistema integrado del complejo avícola, aplicando la metodología de Análisis de Ciclo de Vida. La misma cuantifica los impactos ambientales potenciales a lo largo del ciclo de vida de un producto o servicio, desde la extracción de materias primas, la producción y uso de energía, hasta el reciclado o disposición final de residuos”.
Por otro lado, la medición de la huella de carbono implicó la sumatoria de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), “largo de todo el ciclo productivo y de consumo de un producto (Ciclo de Vida)”. La huella de agua, por su parte, es la métrica que cuantifica el impacto ambiental relacionado al agua. Si se toma por escasez, es “la métrica que cuantifica el impacto ambiental que afecta la disponibilidad del agua en términos de cantidad”.
La unidad de estudio declarada fue “un kilo de carne de pollo faenado y envasado con menudo”, de producción intensiva, con un ciclo de aproximadamente 52 días y destinado a consumo interno.
El trabajo de análisis incluyó todos los eslabones desde la producción del alimento de los pollos, hasta la etapa de recría, postura, incubación, crecimiento del animal y faena. Los datos que se relevaron correspondieron al año 2020.
En la etapa de alimento, se tuvo en cuenta la producción de granos y todos los insumos que supone dicha producción (fertilizantes, fungicidas, herbicidas, insecticidas, maquinaria, combustible, transporte, agua), además de la fabricación del alimento balanceado y sus requerimientos particulares (electricidad, gas, agua, transporte, entre otros). Para ambos casos se calculo la huella de carbono y la de agua.
En cuanto a la etapa de recría y postura de padres, se tomaron en consideración también los insumos necesarios para elaborar la cama de pollo utilizada en las granjas, además de la colocación de los residuos.
En la etapa de crianza, se contabilizaron los insumos demandados por las incubadoras (papel, cartones, etc.), los residuos generados por ellas, y los insumos requeridos por las granjas de engorde.
Finalmente, en la etapa productiva, se analizaron todos los requerimientos de los frigoríficos como electricidad, combustible, transporte, agua, papel, cartón, plástico, y hasta los pollos en sí, además de los residuos resultantes.
Los resultados de estos inventaron demostraron que el eslabón que más contribución hace a la huella de carbono fue el de la producción del alimento balanceado, seguido en segundo lugar por la granja y en tercer lugar por el frigorífico.
Lo mismo ocurrió con los resultados de la huella de agua, quedando en primer lugar la producción de alimento balanceado y en segundo el frigorífico.
“La producción de granos es un hotspot, por ser el principal insumo para la producción de piensos durante las distintas etapas del ciclo de vida de la carne aviar. El traslado de los insumos hasta la planta de piensos es un hotspot, por lo que adquirir granos a proveedores en zonas próximas a las plantas resultará en ventajas ambientales y económicas”, indicaron en el informe.
Y agregaron: “En la etapa de frigorífico el consumo de energía eléctrica y combustibles presenta una contribución significativa a las huellas analizadas. El impacto de las emisiones de la laguna de tratamiento de efluentes en frigoríficos y en plantas de incubación es significativo y tiene potencial de reducción. La aplicación de nuevos desarrollos en el packaging también colaboraría en la reducción de GEI y el consumo de agua”.
En comparación a las emisiones de otros países, las granjas avícolas nacionales poseen una huella de carbono un 248% menor que la del Reino Unido, país que se posiciona en el puesto número 1 seguido por Italia, Australia, Francia, Portugal, Brasil e Irán. Por su parte la industria procesadora, tiene una huella de carbono un 345% menor que Reino Unido.
En cuanto a los resultados de la Huella de Agua por escasez, Argentina destina 0.54 metros cúbicos de agua por kilo de pollo producido, un 43% menos que otros países.