El precio por litro de leche que cobraron los productores en noviembre llegó a los 63 pesos. La suba intermensual fue levemente superior a la inflación promedio y así se cortó un período de varios meses en los cuales ese indicador aumentaba más que el ingreso de los tamberos.
Desde 2019 que los productores de leche corren la zanahoria sin alcanzarla. “Para recuperar esos precios deberían cobrar 75 pesos el litro, si ajusta por moneda constante. Es un valor que se podrían tener si no hubiera controles en el mercado doméstico, ni atraso cambiario ni derechos de exportación”, explicó el especialista Jorge Giraudo, director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA).
En definitiva, la actividad genera los ingresos suficientes, pero las políticas los reduce llevándose una tajada, y así se potencia el fenómeno de que no cierran los números, los tambos cierrran y se acelera la concentración. Es decir, sucede todo lo contrario a lo que los funcionarios dicen que quieren que suceda con las medidas que toman.
“Si uno mira los costos de producción, y contabilizando el efecto dólar soja y la sequía, deberíamos hablar de una suba adicional del 20%. Sin esas interferencias en el comercio interno y externo se podría generar un precio que haría llevadera la crisis”, indicó el experto.
Una muestra de que la cadena genera ingresos es que, cuando se contabilicen los datos de diciembre pasado, “en 2022 habremos llegado a una exportación de 3.000 millones de litros (equivalentes), el 26% de la producción”. Los embarques generan divisas, pero el desdoblamiento cambiario hace que esos valores luego se reduzcan notablemente cuando se liquidan los negocios: Las empresas reciben pesos a la cotización oficial y eso limita el poder de pago a los productores.
“El valor de la tonelada (de leche en polvo) está levemente por debajo de los 3400 dólares la tonelada en la última liquidación de Fonterra, es un precio bueno, pero si le sacamos el 9% de derechos de exportación y le cargamos el desdoblamiento cambios y además no se aplican reintegros, se pierde mucha competitividad”, enumeró Giraudo.
Según las estimaciones del OCLA, en 2022 se habrían producido cerca de 11.500 millones de litros, un volumen similar al del año previo. Pero la noticia no es la cantidad de leche enviada a las industrias sino quienes fueron los remitentes, porque estos datos confirman que muchos tambos no han podido sostenerse en pie en este escenario donde los ingresos no llegan a compensar los costos.
“Se ve un crecimiento de los tambos de mayor volumen. El estrato de más de 10.000 litros sigue creciendo en producción. Hace 10 años era el 1% de los tambos y ahora es el 7%, además tenía el 5% de la leche y ahora el 30%. Hoy son lo que se definen la producción”, dijo Giraudo.
El especialista indicó que el fenómeno de concentración no se registra solamente en Argentina sino que se da en todo el mundo, donde la tasa de reducción promedio es de 5%. “Los que incorporan tecnología de insumos y procesos logran más productividad y eficiencia y le sacan provecho a los recursos escasos, que son la tierra y la vaca. Los demás, que no lo logran, van desapareciendo”, indicó.
Pero además hay un tercer factor en esto y tiene que ver con la sucesión de las familias que operan sus propios tambos. Muchos de los hijos de esos productores no quieren quedarse a vivir en el campo ni hacerse cargo de un trabajo tan demandante cuando además no hay conectividad ni infraestructura suficientes. Y mucho menos rentabilidad, como sucede ahora.
“A todo lo anterior hay que agregar que el 40% del ingreso de la leche son impuestos que no vuelven en servicios. Y se hace difícil vivir en el interior en un negocio que está sujeto a la variabilidad climática y a la variabilidad macroeconómica que afecta todos los días”, abundó el director del Observatorio Lácteo.
Giraudo dijo que ahí hay una deuda pendiente del Estado con el sector: “Debe generar las condiciones necesarias para que el negocio se desenvuevla en un ambiente normal” y que le de a las nuevas generaciones de productores rutas y conectividad para que al menos no se sientan fuera del mundo en pleno siglo 21.
Se trata de definitiva de salvar a las Pymes: “De los 10.000 tambos que hay en el país 5.000 producen menos de 2.000 litros y de las 700 industrias 650 son pymes. No estamos hablando del gran negocio sino de pymes en el eslabón de la producción y de la industria”, sostuvo.
Cómo sucede desde hace más de 70 años la intervención del Gobierno y la política en la economía produce más pobres y grupos pequeños más ricos, lo paga el bajo crecimiento de la producción. NO SE QUIEREN SUBSIDIOS QUEREMOS QUE LOS POLITICOS DEL GOBIERNO NOS SAQUEN EL PIE DE ENCIMA, m enos impuestos, menos control de cambio, menos burocracia, más caminos y más estructura para trabajar y producir.
Y nosotros, el pueblo, requerimos que dejen de especular y de vender adentro a precios de exportación. Cararrota