Días atrás, durante una visita a Chilecito, en La Rioja, Bichos de Campo pudo hablar con Mario González, el histórico presidente de la cooperativa La Riojana. Nos sorprendió hallarnos en un lugar tan distante de Buenos Aires, donde lamentablemente suelen concentrarse las movidas comerciales más innovadoras, con una cooperativa que -a punto de cumplir 80 años en 2020- fue la primera empresa argentina en certificar prácticas de “comercio justo”.
Mario González explica lo que para nosotros es una sorpresa con gran naturalidad. “Ha sido un preocupación constante nuestra hacer este tipo de innovaciones”, nos cuenta. La certificación bajo normas del “Comercio Justo” o “Fair trade” viene desde 2006. Fueron la primera firma argentina en incorporar ese concepto y la tercera bodega a escala global, detrás de una sudafricana y otra chilena.
Mirá lo que nos contaba el veterano dirigente Mario González:
Desde 1940, cuando nació como un desprendimiento de la cordobesa ex cooperativa La Caroyense, de Colonia Caroya, La Riojana produce vinos y aceite de oliva en el valle de Famatina. Tiene un gran perfil exportador. Y el 70% de su producción, en especial la que se vende al extranjero, cobra mayor valor en los mercados por diferentes certificaciones. La más importante es la de “producción orgánica” pero no muy atrás le sigue la de “Comercio Justo”.
Multiplicando la apuesta, González nos cuenta que ya están en proceso de lograr la certificación de los primeros vinos “biodinámicos”.
“Lo importante de esto es que los mercados europeos y de América del Norte privilegian comprar un producto con un certificado de comercio justo. Esto le asegura (al consumidor) que paga un poco más por ese producto, que la distribución de ese ingreso es más justa en el lugar de origen , que no hay trabajo infantil, que hay buen trato para el personal, que se cuida el medio ambiente”, explicó el dirigente.
El proceso de certificación es largo y se repite todos los años, dura al menos una semana con inspctores dando vueltas por la zona productiva de Chilecito. En los países europeos a los que exporta, La Riojana cobra un adicional de 6,5 centavos de euro por cada botella de vino que cuenta con esta certificación. Y eso le permite contar con un fondo especial que va por separado de las cuentas de la bodega.
Nos cuenta González que todos los años la asamblea de productores -que son finalmente los dueños de la cooperativa- debaten qué usos le darán a ese dinero, que debe ser destinado al bien común. “Son más o menos 15 millones de pesos que tienen que ser distribuidos en obras y atención a los productores. Los productores tienen la posibilidad de tener para la cosecha un fondo que le permita estar más tranquilos, pero otro parte del fondo debe ir para salud, educación y recreación”, explica el cooperativista.
Hay un club al lado de la bodega principal en Chilecito, que fue construido de esa manera.
“Lo que buscamos nosotros son alternativas que superen los volúmenes y la competencia, buscar cosas distintas para nichos de mercados, que le sean útiles no solo al productor sino a la comunidad”, resume el cooperativista, para quien estas alternativas apuntan a dar una mayor sustentabilidad a una economía regional que no siempre la pasa bien por las condiciones macroeconómicas del país.
“Indudablemente que faltan políticas productivas. Deberíamos tirar todos del mismo carro con un proyecto donde podamos refundar la parte productiva y turística de nuestra provincia. No es fácil. Es una tranquilidad vivir en este lugar, pero no es fácil por los costos que conlleva. Estamos de alguna manera discriminados cuando no tenemos reintegros y tenemos retenciones a las exportaciones por cada dólar que exportamos. Debería ser al revés”, opinó el presidente de la principal cooperativa de La Rioja.
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