En medio del apogeo de la Revolución Verde, que consistió en la adopción del uso de fertilizantes y plaguicidas, el productor holandés Jan Koppert tenía un problema de arañuelas rojas que afectaba su plantación de pepinos. Observando la situación descubrió que ya en la naturaleza existía un ácaro depredador que le permitía controlar esa plaga sin apelar al uso de químicos. Luego de varias pruebas en su campo y algunas fincas vecinas, en 1967 fundó la internacional Koppert, una empresa especializada en bioinsumos que llegó a la Argentina, luego de haber probado en Brasil diversos tratamiento con biológicos sobre cultivos extensivos como soja, azúcar, café, cacao, maíz y otros.
Según Jorge Escalante, gerente comercial de Koppert en la Argentina, se trata de una empresa que en los primeros 40 años de existencia solía probar la eficiencia de sus productos en cultivos intensivos. Pero en 2021, tres años después de su llegada al país en 2018, lanzó el Trichodermil, el primer biofungicida a base de un microrganismo, para el control de organismos patógenos que afectan el cultivo de soja y trigo.
“Es muy interesante cómo funciona. Un hongo es fungicida por tres mecanismos, uno que es la antibiósis, va generando compuestos que inhibe el crecimiento de la hifas del hongo patógeno. Por competencia ocupa los lugares es muy voraz, muy rápido en crecer. El otro mecanismo es por parasitismo, o sea, las hifas del hongo penetran en las hifas de otros hongos y se alimentan de ellos. Acá con un hongo controlamos a otras enfermedades fúngicas”, explicó Escalante a Bichos de Campo.
En Brasil donde la empresa Koppert es una de las más importante dentro del mundo de los bioinsumos, el Trichodermil también está registrado como un bionematicida y goza de gran aceptación entre los productores porque funciona como un promotor de crecimiento, entre otras ventajas. Pero lo más interesante es que allí ya venden bioinsecticidas que aquí esperan por su registro. La famosa “chicharrita” podría llegar a tener algún tipo de control con uno de ellos.
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-Ante una enfermedad de la planta el productor rápidamente recurre a un agroquímico y logra controlar el brote. ¿Con los productos biológicos los procesos son más lentos?
-Es otro el abordaje el que hay que darle, es diametralmente opuesto al de salir a apagar incendios. Apagar incendios con biológicos no va si ya tenés las enfermedades o la plagas en el campo, el biológico no va a ser la alternativa. O sea, te exige anticiparte, te exige conocer mucho más. te exige mucho más materia gris por hectárea que los que apagar incendios.
En este sentido, Escalante ejemplificó con el trichodermil. “Lo aplicamos, lo posicionamos como cura semilla en semillas de gruesa y semillas de fina. se trata la semilla y reemplazas el fungicida químico. Podés poner el fungicida biológico reemplazando al químico y en situaciones de problemas de insectos gusano el suelo se pueden poner juntos y es totalmente compatible. De vuelta al origen de la empresa, es una herramienta para el productor que hace la producción tradicional y una alternativa más dentro de la paleta de fitoterapia que ha venido usando”.
-¿En definitiva estos productos biológicos, no viene a remplazar, sino que tratan de convivir e ir disminuyendo la carga de agroquímicos?
–Totalmente. Hay productores que quieren hacerlo agroecológico, tienen un montón de herramientas con Koppert y hay productores que están en la producción orgánica, tienen algunas herramientas, algunos productos ya están certificados orgánicos. Y está el productor medio que usa toda la paleta con fitoterapia. En general hoy la producción del mundo es con fitoterapia y la síntesis química. Entonces esto es una alternativa más para disminuir la aplicación. Podés reemplazar o podés ir alternando y eso se logra mezclando nuestros productos. La gran mayoría son aptos para combinar en mezcla de tanque.
Al respecto, detalló el gerente comercial. “Estamos haciendo prueba con algunas empresas grandes de agroquímicos para lograr una sinergia. En el cultivo de maní contra la esclerotinia, por ejemplo, podemos hacer todas esas combinaciones. Entonces por ahí estás protegiendo la molécula de síntesis química ante la aparición de resistencia por parte de las plagas y las enfermedades. No hay una dicotomía entre biológico o químico”, enfatizó.
-Koppert es una empresa relativamente nueva en Argentina, ¿Están desarrollando o probando otros productos?
-Koppert tiene productos de aplicación para enfermedades foliares en cultivos que todavía está en proceso de registro. Somos nuevitos en la Argentina, vamos a cumplir cinco años. El primer lanzamiento fue en el año 2021. Después de cinco años, de proceso largo y arduo de registro, vamos a lanzar los dos bioinsecticidas, que son comerciales en Brasil hace mucho tiempo. Y eso es muy interesante porque son productos que no generan resistencia. Segundo, cada vez se va mejorando la formulación del producto. Empezamos en 2018 el proceso y vamos a hacer el lanzamiento de ambos. Los posicionamos para mosca blanca o arañuela roja, que el año pasado con la seca fue voraz en todos los cultivos. Anda muy bien, a la altura de los químicos.
-El glifosato es un agroquímico que siempre es motivo de discusión. ¿Todavía las empresas de bioinsumos no logran un producto que pueda remplazarlo como herbicida o que se le parezca?
–Alguna empresa está avanzando algo en productos muy burdos, como vinagres que harían efecto de secante (de las malezas). Es lo que hay en herbicidas biológicos. Koopert está muy avanzado en Brasil en dos microorganismos, uno en gramíneas y uno en dicotiledóneas, que actuarían sin afectar el cultivo. Está cercanos a lanzarse, pero falta un poco más todavía. La carrera de los bioherbicidas viene un poco atrás.
-¿Y eso es un problema para ustedes?
-La verdad es que desde la toxicología es mucho más nocivo para el humano los insecticidas que los herbicidas. Lamentablemente el glifosato dejó de ser lo eficaz que era hace 20 años. El glifosato resolvía la vida, era pero se hizo uso y abuso del producto que generó un montón de resistencia, poca rotación. Hay montón de factores que seguramente desencadenaron que eso ocurriera. Pero hoy el glifo no es lo mismo que era antes y ahora se usa una paleta enorme de herbicidas en el mercado de herbicidas.
-Entonces ya ustedes están lidiando con los dilemas cotidianos de la agronomía y los insumos no son una quimera. ¿Las plagas las están resolviendo de modo eficiente con estos productos?
-En 20 años de profesional de la agronomía, fue justamente con el sistema tradicional, con la fitoterapia, con los transgénicos, con fertilizantes que genera miedo entre el ciudadano, que se trataba a los cultivos. Pero el cambio que se viene es hacia lo biológico y ya está entre nosotros. Tuvimos el año pasado un lote de maní, de una de las empresas importantes, que pasó toda la campaña sin necesidad de hacer una aplicación de insecticida. Se aplicó de punta a punta con un producto que estamos lanzando en breve. De pronto quedaste sub-dosificado y no hay riesgo de que generes resistencia. Y la sobredosis, que puede generar toxicidad, acá no existe. O sea, no pasa nada si te quedas corto, no genera resistencia, si te excedes no vas a matar nada o generar una problema de toxicidad a la hacienda.
-¿Definitivamente hay que conocer muchas especificidades para usar bioinsumos?
-Es importante saber que tienen un nicho, que tienen un foco. No hay productos que que anden bien para todo. Es bueno saber para que no lo pongas en lo que no te va a dar resultado. Igual que con los insecticidas de síntesis química. Entonces hay que adelantarse con el monitoreo de los cultivos y tener el conocimiento para hacer mezclas.