El sector exportador festejó la eliminación de la restricción a los embarques de los cortes que el gobierno anterior llamó “populares”, y que según su visión política debían estar a disposición únicamente del mercado interno.
Un poco por ideología y otro tanto para demostrar “que hace pero no se hace”, se prohibió a los frigoríficos incluirlos en el los sets que negociaban con clientes del Cono Sur o China por caso.
Para las empresas implica poder ofrecer más variedad de cortes y cumplir con compradores de diferentes mercados, que no entienden mucho lo que sucedió en el negocio ganadero en las últimas décadas. Solo les importa que Argentina no sea un abastecedor confiable y estable.
La decisión del gobierno fue celebrada por los empresarios. Carlos Riusech, del frigorífico Gorina y directivo del Consorcio de Exportadores ABC, dijo que algunas plantas que operan en los mercados mundiales ya los estaban produciendo.
Pero esta liberación del comercio no implica que las exportaciones de carne vacuna de Argentina vayan a crecer en términos absolutos, pero quizás sí aumenten su participación porcentual en el negocio.
Hay diferentes cuestiones que atentan contra el crecimiento de las exportaciones e incluso contra la posibilidad de repetir el volumen de 2023, que según los exportadores habría llegado a 920 mil toneladas.
En primer lugar, faltará la materia prima. Este año con forraje en los campos y tras la liquidación de vientres del año pasado, los criadores tenderían a retener vacas y vaquillonas de reposición para recomponer sus rodeos.
Además, por ahora y hasta la primavera no se espera una alta oferta de novillos debido a la reducción de los procesos de recría, también consecuencia de la sequía.
Por otra parte, el gobierno intenta subir los derechos de exportación del 9% actual al 15%. Eso cayó como un balde de agua fría en toda la cadena cárnica porque fue contrario a lo esperado de un gobierno que se dice liberal. La medida repite la receta, al menos en este aspecto, de los gobiernos kirchneristas y también del de Mauricio Macri en su último tramo de gobierno cuando reinstaló las retenciones.
Otro factor condicionante de la competitividad exportadora es la inflación. El indicador de diciembre, devaluación mediante, se disparó y se espera que siga en niveles elevados en los próximos meses. De ser así y de no mediar una nueva devaluación que no implique más inflación de costos, la competitividad cambiaria se reduciría.
A pesar de los cambios que se dieron, el valor de la materia prima que pagan los exportadores locales es el más alto del Cono Sur. Según datos del IPCVA, al 26 de diciembre el kilo de novillo en gancho era de 3,60 dólares en Argentina, en Brasil de 3,20 y en Uruguay de 3,30.
El costo del kilo pagado a los productores es 10% superior al que pagan los frigoríficos en Brasil, que tienen mayor productividad por contar con un volumen más alta, y una economía más estable.
Entones, en tanto no se logre controlar la inflación, y si encima se concreta el aumento de retenciones, está en riesgo la competitividad exportadora del sector.
Para este año algunos cálculos como los de la consultora María Julia Aiassa indican que la producción de carne sería de 3 millones de toneladas, lo que implica una baja de 10% respecto de 2023.
Si la exportación repite el volumen de este año, unas 920 mil toneladas, la exportación elevaría su participación al 30% en el negocio de la carne vacuna, pero en función de lo antes dicho hay varias dudas respecto de que se pueda llegar a ese volumen sin operar a pérdida.