Vamos por partes, diría Jack el destripador. En el caso de Guillermo Moreno, el ex secretario de Comercio que destripó los controles mínimos que debe tener un Estado serio, las partes se estructuran de la siguiente manera para generar un formidable negociado en torno a los permisos de exportación de trigo y maíz, los llamados ROE Verde.
Primer paso: Hay que definir una consigna tribunera
Para empezar hubo que definir una consigna política altisonante que sirviera para justificar todo lo que habría de llegar: en este caso, Moreno instaló todo bajo el paraguas de “defender la mesa de los argentinos”. En un país que siempre rebalsó de alimentos, a Moreno se le ocurrió que había que restringir las exportaciones de ciertos productos bajo el supuesto objetivo de que así estos llegarían más baratos a los hogares. No sucedió eso sino lo contrario: esta política desalentó la competencia en el mercado y acható los precios pagados a los productores, beneficiando a ciertos intermediarios. Con el correr de los años, los precios no bajaron sino que estallaron porque faltaba producción: el trigo tocó máximos históricos en 2013 y la carne lo había hecho antes, en 2010. Pero poco importaba porque el latiguillo siempre sonaba muy lindo.
Segundo paso: Hay que crear un Registro
En el caso de las exportaciones reguladas de ciertos alimentos que producía la Argentina, entre 2008 y 2015 hubo ROE (Registro de Operaciones de Exportación) de tres colores: los ROE Rojos regulaban las ventas de carne vacuna y fueron los primeros de todos; los ROE Verde se aplicaron para los granos básicos y sus derivados; y los ROE Blanco se incorporaron después para regular los productos lácteos. En total, todas las mercaderías reguladas sumaban exportaciones por unos 30.000 millones de dólares anuales. Estos ROE se crearon a título estadístico, pero muy rápido se convirtieron en un obstáculo para las empresas: si no tenías el permiso, no exportabas.
Tercer paso: Hay que apoderarse de la botonera
Funcionario mimado por Néstor Kirchner pero también por Cristina (al menos hasta la llegada de Axel Kicillof al gabinete, a fines de 2013), Moreno no siempre tuvo el control de los ROE. Desde 2008 (año del conflicto con el campo por la Resolución 125) y por tres largos años tuvo que compartir esa botonera (literalmente había dos computadoras desde donde se destrababan los ROE), con el ex titular de la AFIP, Ricardo Echegeray. Pero tantos eran los casos de corrupción alrededor de ese funcionario, que Cristina decidió eliminar la ONCCA en febrero de 2011. En su lugar se creó la UCESCI, un organismo que dependía formalmente de tres ministros (Economía, Agricultura y Producción), pero cuyos titulares nunca se reunieron. En los hechos, pero no en los papeles, esta área que debía administrar los ROE dependía de Moreno. Su mesa de entradas se ubicaba en el noveno piso del mismo edificio de Diagonal Sur donde funcionaba la Secretaría de Comercio. Allí se presentaban las empresas interesadas en un ROE Verde. Luego del trámite, según un instructivo publicado en aquel momento, se obtenía “la autorización de la exportación mediante el ‘desbloqueo’ de la Declaración Jurada de Venta al Exterior del Sistema María (DJVE-SIM)”. Lisandro Tanzi, un “allegado de Moreno”, fue el primer titular de la UCESCI.
Cuarto paso: Hay que conseguirse un empresario amigo
El ruralista cordobés Ider Peretti fue el principal ladero empresario que tuvo Guillermo Moreno a lo largo de su extensa gestión en Comercio. Se conocieron luego del conflicto agropecuario de 2008 y desde allí fueron inseparables. Moreno lo puso al frente de la primera entidad empresaria que decidió crear para hacer negocios desde el Mercado Central (la Corporación Argentina de Productores, creada en 2011) y lo impulsó para presidir una entidad histórica, la Confederación General Económica (CGE), a partir de diciembre de 2012. Ese mismo año, Peretti fue una pieza clave para el armado de dos giras comerciales a Angola.
Quinto paso: Hay que crear una cámara
Ya hemos contado que, además de la CAP, Ider Peretti fue el primer y único presidente de una segunda cámara empresaria impulsada por Moreno: la Cámara Argentina de Productores y Exportadores de Cereales (Capeco), que nació en junio de 2012 y funcionaba en el mismo edificio de la CGE, en Rivadavia al 1100. Hasta ese momento, los exportadores agrícolas (tanto las multinacionales como las empresas locales) estaban nucleados en la unificada Cámara de la Industria Aceitera y Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC). Pero Moreno decidió que había que tener un espacio que represente a los exportadores del campo “nacional y popular”. Por eso la primera medida fue forzar a las cooperativas vinculadas históricamente a Coninagro (ACA) y la Federación Agraria (AFA), y a algunas empresas nacionales, como AGD, de Roberto Urquía, a sumarse a la flamante cámara presidida por su ladero, Peretti.
Sexto paso: Hay que crear un cupo dentro del cupo
Moreno, a través de la UCESCI, debía administrar los pedidos de cupos para exportar granos y subproductos que reclamaban las exportadoras nucleadas en Ciara-CEC. En los casos favorables, les extendía el ROE Verde que necesitaban para destrabar luego cada embarque en la Aduana. Pero a comienzos de 2013, el funcionario decidió alterar las reglas de juego y creó un “cupo dentro del cupo”, pues dispuso que el 25% de los permisos de exportación para trigo y maíz (no así para la soja) fueran a parar a manos de los socios de la flamante cámara CAPECO, presidida por su amigo Peretti. Fue todo de palabra, porque jamás se firmó un decreto presidencial o resolución ministerial que brindara sustento legal a tal decisión. Los cambios, bajo un supuesto beneficio para los pequeños productores, fueron anunciados por el propio ruralista K tras una reunión con Moreno en marzo de 2013. “El trigo que quedará en la mesa de los argentinos saldrá de los grandes productores”, mintió Peretti, apelando a la muletilla.
Séptimo paso: Hay que privatizar el reparto de ROE Verde
Ya tenemos los Registros, también manejamos la botonera. Ya decidimos que parte de los permisos de exportación o ROE Verde iban a destinarse a los socios de una cámara nac&pop creada unos meses antes y presidida por un empresario conocido y apañado. Lo que hacía falta en este punto era crear un mecanismo rápido para distribuir esos permisos de manera ágil y efectiva. En este punto del proceso, Moreno consintió una “privatización” del reparto de ROE Verde que debía, en teoría, realizar desde la UCESCI. Pero allí, donde está la botonera del Estado, unos pisos arriba del despacho de Moreno, no se hacía demasiado, pues las listas de empresas beneficiadas llegaban directamente elaboradas desde las dos entidades que ahora agrupaban a las cerealeras. En la mesa de entradas los empleados había dos listas, ocultas al público: una llegaba de Ciara-CEC y la otra desde CAPECO. Los empleados que recibían formalmente los pedidos solo tenían que mirar a ver si la empresa que quería exportar estaba en algunas de esas dos nóminas. La de Ciara-CEC siempre se repetía, pues los exportadores tradicionales optaron por el concepto de “past-performance” (antecedentes de exportación) y para no pisarse los callos entre ellos mantenían los porcentajes de años anteriores. La lista que Peretti enviaba desde CAPECO sí se modificaba de modo constante e incorporaba a muchas caras nuevas: comienzan a figurar allí empresas que nunca antes habían exportado trigo y maíz, que no tenían elevadores ni contrataban barcos. Que solo actuaban como un “pasamanos” de esos permisos. Estos son dos ejemplos de aquellas planillas privadas que definían un cupo oficial de exportación:
Octavo paso: Hay que habilitar una ventanilla paralela
Para iniciar un trámite, en la UCESCI solo chequeaban las listas de ROE Verde enviadas por las dos cámaras privadas, la histórica y la nueva, apadrinada por Guillermo Moreno. A lo sumo, pedían otros requisitos, como la matriculación respectiva de cada firma ante diversos organismos, como la ex ONCCA o la Aduana. Pero todos sabían que había que llegar hasta allí con los cupos cocinados de antemano: cada empresa iniciaba el trámite formal sabiendo cuánto trigo o maíz le iba a tocar. En el caso de los socios de CAPECO, la mayor parte de quienes pedían ROE Verde y quienes podían dárselos se producían en el cuarto piso del viejo edificio de la CGE, que presidía el propio Peretti. Y la principal interlocutora del “exportador” era la esposa del empresario, una mujer espigada llamada Daniela Borgogno. ¿Había pagos irregulares por figurar en el listado de CAPECO? Eso es algo que debería investigar la justicia, pero el sentido común y algunos testimonios indican que sí existían y que podían varias entre 2 y 8 dólares por cada tonelada por exportar, dependiendo de cada momento del mercado y del cultivo. El trigo tenía cupos más bien exiguos y por lo tanto cotizaba más caro. El maíz, más abundante, dejaba márgenes más chicos para especular. De todos modos, CAPECO distribuyó casi 7 millones de toneladas de maíz en las campañas 2013/14 y 2014/15. Y por lo menos 650 mil toneladas de trigo en el ciclo 2014/15.
Noveno paso: Hay que maquillar posibles pagos irregulares
Un empresario ligado al corretaje de granos reconoció, pidiendo estricta reserva de la fuente, haber dejado dinero en CAPECO a cambio de los permisos para exportar unas cuantas miles de toneladas de maíz de la campaña 2014/15. “Incluso me hicieron un recibo haciendo figurar ese aporte como el pago de publicidad para la exposición de lechería de Morteros, que también organizaba Peretti”, relató. Aunque no tuvieran nada que ver con la lechería, fueron varios los “sponsor” involuntarios que desfilaron por la Muestra Internacional de Lechería (MIL) y en la Primera Feria Lechera de las Américas realizadas en el predio de la sociedad rural cordobesa que presidieron alternativamente Peretti y Borgogno. Según otros testimonios, esos recibos improvisados también se justificaron en muchas ocasiones como cuotas societarias para CAPECO, una cámara que no llegó a completar su proceso legal de creación y que se extinguió -sin dejar casi rastros- a fines de 2015, ni bien se confirmó que el kirchnerismo sería derrotado en las elecciones y debía dejar el gobierno. Los ROE Verde, en rigor, fueron eliminados por el presidente Mauricio Macri a los pocos días de su asunción.
Décimo paso: No hay que dejar rastros, y mucho menos estadística
Las empresas que recibían ROE Verde a través de este curioso sistema de reparto privatizado eran informadas por la ex UCESCI (ese organismo también fue eliminada por la gestión macrista) unas pocas horas durante la tarde de cada día hábil, pero con el anochecer esos archivos desaparecían de los registros oficiales. La Secretaría de Comercio que presidía Moreno se vio forzada a publicar por esos breves lapsos los nombres de las firmas a las que les asignaba el cupo de exportación por una exigencia de las grandes multinacionales de Ciara-CEC, que reclamaron al menos esa pizca de transparencia luego del escándalo que en 2009 involucró a una empresa llamada SIPEA, que de buenas a primeras recibió gran parte del saldo exportable de trigo de ese año de manos de Echegaray y la ex ONCCA. Pero la publicación era fugaz y los nombres no se acumularon en planillas oficiales y mucho menos en una estadística: pese a que fueron millones de toneladas, el Estado Argentino casi no podría informar hoy con precisión cuántos ROE Verde concedió y a qué empresas. De todos modos, el negocio agrícola tuvo algo de suerte, ya que de a ratos se podía espiar esos nombres. En el caso de la industria frigorífica, que recibía los ROE Rojo para exportar carne vacuna, la información siempre se mantuvo oculta.
En fin, vamos por partes, como diría Jack…
Luego de una filtración de documentos internos desde la CGE, Bichos de Campo publicará en las próximas horas el listado de empresas “asociadas” a CAPECO que recibieron los ROE Verde de esa cámara presidida por el empresario amigo del funcionario amigo, que debía repartir esos permisos de exportación. Sería bueno preguntarles a cada una de ellas cómo lograron conseguir esos salvoconductos.