“La conciencia ambiental de la familia, esa fue la inspiración para comprar este terreno que era un campo ganadero y convertirlo en reserva natural. Queríamos tener un espacio para ocio y recreación que a la vez pudiera servir para educación ambiental”. Así comienza la entrevista en Senderos del Monte, una reserva privada ubicada en Gualeguaychú, Entre Ríos. Bichos de Campo habló con Brenda y Juliana Powell que llevan adelante la iniciativa junto a sus padres Alejandro y Mercedes.
Recorriendo el predio donde hay vivero de nativas, huerta y senderos para conocer la naturaleza, la primera pregunta que surge es cómo fue el proceso para dejar de ser un campo con vacas a convertirse “en esto”. Y la esencia de la respuesta es respetar el proceso natural. “Dejamos que la tierra cicatrizara y que se fuera recomponiendo la vegetación; es un proceso continuo, -que no se acaba nunca- y esperamos 5 años antes de abrir al público: recién en ese momento comenzamos a tener una biodiversidad mínima como para tener el recurso para la educación ambiental”.
Juliana, que es licenciada en Planificación y Diseño del paisaje, fue quien tomó bajo sus alas al proyecto. Pero aclara que fue un trabajo interdisciplinario. ya que contó con el asesoramiento de topografía de gente de la Universidad de Buenos Aires y de naturalistas que hicieron diversos relevamientos como el de flora, que fue liderado por Gabriel Burgueño (titular de cátedra en la licenciatura que Juliana realizó) junto con personal de INTA. Y un dato: comenzaron con 10 hectáreas y ahora tienen 125 hectáreas. La reserva se ubica a 8 kilómetros de la ciudad de Gualeguaychú.
“El vivero comenzó en parte como un hobby de mi papá y a su vez la producción nos sirvió para ir reforestando algunas áreas de la reserva”, cuenta Brenda, que es técnica en Hotelería.
“Por otro lado mi hermana es paisajista y obviamente en sus trabajos trata de fomentar el uso de plantas nativas y la realidad con la que se encontraba, hace unos años, era que en los viveros que eran sus principales proveedores no contaban con variedad de especies nativas; digamos que Juliana fue la primera gran clienta del vivero”, remata con una sonrisa. “La demanda continuó creciendo y sin planificarlo terminó siendo una unidad de negocio de la reserva”.
“Lo lindo del crecimiento del vivero, además de que cada vez más gente busca este tipo de especies, es que generamos una red con otros viveros productores de plantas nativas de la zona donde nos consultamos continuamente con qué contamos para poder satisfacer los pedidos de nuestros clientes y así nos complementarnos”.
Con respecto a la huerta, comenzó con los inicios del emprendimiento y por idea de Mercedes y hoy, además del uso familiar, esos productos se utilizan en las comidas que se ofrecen a los turistas, sobre todo a quienes eligen pasar las noches haciendo glamping (carpas instaladas en el monte con camas cómodas y baño completo), iniciativa liderada por Brenda, que tiene experiencia en hotelería. El tratamiento de la huerta es 100% agroecológico.
Con respecto a la propuesta de turismo, Senderos del Monte abre los sábados de 15 a 19 horas. En ese lapso se puede ingresar a la reserva, recorrer el sendero autoguiado, el centro de interpretación y la zona de juegos para chicos (250 pesos por persona). A las 17 realizan senderismo guiado donde se invita a conocer qué es un humedal y por qué es tan importante contar con ellos. La guiada tiene un valor de 500 pesos por adulto y 250 pesos para los menores de 12 años (si se realizan ambas actividades se hace un 20% de descuento sobre la guiada).
Esas son las actividades fijas pero la familia siempre está ideando y proponiendo cosas distintas, como feria de emprendedores locales, jornada de juegos para menores de 2 años, guiadas nocturnas, talleres y clases de yoga. El 80% de los visitantes y que realizan las actividades fijas son de Buenos Aires y Santa Fe, que son muy bien aceptados por la gente de Gualeguaychú.
“Los visitantes nos dicen que no pueden creer que exista un lugar así tan cerca, y nos felicitan porque notan el esfuerzo puesto en cada rincón de la reserva. La mayoría reconoce que vienen sin saber con qué se van a encontrar pero que todo el lugar, la gente, las edificaciones, la cartelería, supera ampliamente las expectativas”, detallan.
Otra iniciativa de la reserva es un programa para promover la conciencia del cuidado del ambiente destinado a estudiantes universitarios, terciarios y del último ciclo del colegio secundario, como así también a instituciones afines a la temática como por ejemplo agrupaciones Scouts. La propuesta consiste en que los estudiantes compartan una jornada de aprendizaje, esparcimiento y trabajo voluntario, a cargo de sus docentes y con el respaldo de las instituciones a las que pertenecen. La familia brinda la visita guiada sin costo y, al finalizar, los chicos colaboran con tareas de la reserva como por ejemplo repique de plantas en el vivero o control de exóticas.
-¿Les consultan personas interesadas en crear una reserva?
-Sí, muchas, hay gran interés. También por eso integramos la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas donde intercambiamos, ideas, objetivos, conocimientos, esperanzas, sueños y deseos con otras personas que están en nuestra misma situación.
-¿Por qué es importante crear reservas privadas?
-Porque además de ser una gratificación personal (al menos en nuestro caso), es hacer un bien colectivo a través del cuidado ambiental: respetando la naturaleza se generan servicios ecosistémicos para el bienestar de la comunidad y del planeta en general, aunque sea solo de la dimensión de un granito de arena.