El “Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático” elaborado por el gobierno argentino, presidido por Alberto Fernández y gestionado en los hechos por el ministro de Economía Sergio Massa, representa una guía de acciones por implementar hasta 2030 para poder cumplir con los compromisos asumidos ante Naciones Unidas en la materia.
Uno de los puntos del documento de 419 páginas afirma que “se ampliarán los sistemas de áreas protegidas” y que “a partir del informe de consultoría ‘Identificación de Vacíos Ecorregionales’ (Solís Neffa, et al. 2021) se han identificado áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad y vacíos de conservación de las ecorregiones Altos Andes, Puna, Monte de Sierras y Bolsones, Espinal, Pampa, Delta e Islas del Paraná, Campos y Malezales, Esteros del Iberá, Selva Paranaense y Costero-Marina que orientarán la creación de nuevas áreas protegidas”.
Así que en Bichos de Campo consultamos el estudio en cuestión, el cual fue elaborado por científicos argentinos con recursos de una donación del Fondo Mundial del Medio Ambiente (GEF), organismo con sede central en Washington, EE.UU.
El trabajo identifica como áreas para transformar en zonas de conservación, es decir, regiones en las cuales habría que retirar toda actividad productiva, a buena parte del noreste de Corrientes, que comprende, casualmente o no, prácticamente las mismas áreas que se pretendían restringir con el fallido proyecto de “ley de humedales”.
Las áreas propuestas para poner en conservación son la Alta Cuenca del río Aguapey, Campos de Candelaria, Cuenca del río Aguapey, Palmeral de Bonpland, Tres Cerros, Colonia Carlos Pellegrini, Selvas del río Uruguay y Arroyo del Medio.
También se pretende restringir la actividad productiva en el sector noroeste de Corrientes, específicamente en el norte de los Esteros del Iberá, Lomada Caa Catí a Mburucuyá, Corredor Iberá-Mburucuyá, Puerto Valle-Galarza, El Libertador y Corredor Mburucuyá-San Roque.
En la región pampeana la zona que lleva las de perder es el sudeste de Entre Ríos, dado que el estudio –que, recordemos, forma parte del compromiso asumido por la Argentina– propone restringir la actividad productiva en buena parte de ese territorio.
Las restricciones propuestas también abarcan a Sierra de la Ventana, San Clemente del Tuyú, Bahía de Samborombón y oeste y norte de Mar del Plata.
El capítulo dedicado a las zonas identificadas como “espinales” propone crear áreas de conservación en las regiones pampeanas de Parque Luro y Victorica; no casualmente los límites de este último son similares a los propuestos por la iniciativa que pretendió este año implementar –vía expropiación– el parque nacional “El Caldenal”, emprendimiento que fue desactivado luego de una movilización popular realizada para impedir la maniobra. También se pretende crear áreas de conservación en “espinales” identificados en Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe.
En tanto, en la ecorregión del Delta e Islas del Paraná el objetivo es crear zonas de conservación en Islas del Ibicuy, Jaaukaningás y Apipé.
Vale insistir que el “Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático” no es un texto tentativo, sino, como el mismo señala, un “documento clave mediante el cual el país detalla los medios y acciones a llevar a cabo para alcanzar las metas de adaptación y mitigación detalladas en la Segunda Contribución Nacional Determinada (NDC, por sus siglas en inglés) y su actualización, presentadas por la República Argentina ante la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) en 2020 y 2021 respectivamente”.
Cuando la naturaleza se revela respondiendo desproporcionadamente a las agresiones provocadas por el ser humano por su emisión descontrolada de Gases de Efecto Invernadero (GEI), para nada se fija en si las áreas están protegidas o no según caprichosos mandatos de los gobiernos.
La única respuesta válida pasa por neutralizar las emisiones que en su mayor proporción son las debidas al uso energético de fuentes fósiles, imposibles de compensar con acciones sobre la agricultura, el uso de la tierra o los bosques. Simplemente porque no hay espacio físico en la superficie terrestre para compensar unas con otras.
Las 419 páginas del Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático abundan en cuestiones poco relacionadas con el drama climático, como diversidad, género, LGBT, indigenismo, etc. Toma como referencia parcializados estudios y metodologías financiados por países con intereses contrapuestos a los nuestros, que presentan a nuestras actividades agropecuarias como responsables principales de las emisiones nacionales, ignorando los aportes que pueden brindar para la descarbonización.
Sesgado y erróneo el planteo de la nota.
Una pena.
En rigor, el documento sobre identificación de vacíos eco-regionales NO plantea en ningún momento restricciones al uso del suelo de “zonas productivas que deberían salir de producción” como figura en el título, o también en el interior de la nota (“El trabajo identifica como áreas para transformar en zonas de conservación, es decir, regiones en las cuales habría que retirar toda actividad productiva”). Lo que en concreto SÍ plantea el documento hacia el final de su resumen ejecutivo es lo siguiente: “Los vacíos identificados resultan complementarios a la red de áreas protegidas existentes (nacionales y provinciales) y protegen un gran número de especies amenazadas y endémicas. Una estrategia coordinada entre los diferentes niveles públicos (municipios, provincias y nación) y privados (productores) responsables del manejo del territorio en los vacíos permitirá su conservación a largo plazo.” Existen diversos ejemplos de manejos agropecuarios que logran conciliar con éxito objetivos de conservación con objetivos productivos (me consta de varios casos derivados del trabajo de nuestro grupo de investigación en la UBA y el CONICET). Y a no confundirse: Deberíamos apropiarnos de esta agenda más temprano que tarde en lugar de oponerse a su implementación porque supuestamente responde a intereses foráneos. Somos nosotros quienes vivimos aquí; esto es en primer lugar por nosotros.
Estimad@s, en mi humilde opinión, no le favorece ni al sector productivo ni a la sociedad toda, expresiones como las que se explicitan en el título de la nota. No sólo por lo incorrecto, sino porque atenta contra el prestigio de éste medio de comunicación.
Además de coincidir con la opinión del preopinante (David Bilenca), destaco iniciativas que incluso se han mencionado en éste medio, como es el caso de “Paisaje Productivo Protegido” (impulsado particularmente por la fundación ProYungas), la cual permite complementar producción y conservación a fin de poder desarrollar de forma genuinamente sustentable las actividades agroproductivas.
Es más, en la reciente nota titulada “El sorprendente pedido de un productor a sus colegas: “Cuando vean un puma, no lo maten”, reclamó Juan Balbín”, el entrevistado ante la pregunta “¿Por qué le pediste al resto de los productores que no maten estas especies?” responde (entre otras palabras) lo siguiente “…Por eso hay que tratar de proteger determinados ambientes que por ahí son chicos, son improductivos,. Muchas veces porque queda más prolijo o porque no tenemos nada mejor que hacer, vamos y hacemos macanas con ese tipo de ecosistemas. Pero son los que nos permiten que todo el resto, tenga un equilibrio que tiene un impacto enorme…”. Con lo cual, lo que aparentemente son “áreas improductivas” es una mirada reduccionista y atomizada bajo un paradigma productivo que atrasa y que nada tiene que ver con el modelo productivo que debemos implementar rapidamente para poder afrontar los desafíos que la humanidad deberá afrontar en los próximos años (me refiero particularmente al cambio climático y la crisis de la biodiversidad).
En fin, para poder dar respuesta a los desafíos mencionados y poder desarrollarnos como país de forma genuinamente sustentable, más temprano que tarde, tendremos que abordar de forma holística el modelo productivo bioeconómico. De nosotros depende…
Pero la ley de Humedales que dormita incluye algunas de ellas, otra son eminentemente turísticas