El tambo de Cristina Coggiola lo arranco su abuelo, lo siguió su padre y a ella le tocó cerrarlo. Esto ocurrió hace casi un año, en agosto de 2023. Y aunque la peleó hasta el último momento, no tuvo más opción que tirar la toalla.
“Lloré un mes entero antes de cerrarlo y lloré abrazada a mi hijo cuando se fueron los últimos cuatro camiones de vacas. Pero no podía seguir perdiendo plata, no me quería seguir endeudando. Me levantaba a las 6,45 y a las 7,10 ya tenía los primeros mensajes del banco avisando que tenía un descubierto que cubrir. Así todos los días”, dijo la productora a Bichos de Campo.
La situación era tan mala que con el comercio que tienen en el pueblo subsidiaron al tambo. “Allí vendemos juguetes, ropa para mamás y sobre todo pañales para adultos y niños”, explicó Cristina, una persona que desborda de energía y optimismo.
Hace poco pudo vender el equipo de frío de 20.000 litros a precio de regalo, porque no es fácil de colocar y estaba nuevo. Nunca lo llegó a instalar, así como otras herramientas vinculadas al bienestar animal tales como aspersores y ventiladores, que aún tiene en venta.
Mientras decidía el cierre del tambo, Cristina se planteaba cómo continuar con la actividad agropecuaria ya que es propietaria del establecimiento.
El campo lo tiene en Colonia Prosperidad, a 50 kilómetros de la localidad cordobesa de San Francisco, en plena cuenca lechera. Con 400 hectáreas de extensión y suelos bajos y salinos, Cristina lo caracterizó como un campo overo, con algunas buenas zonas pero mayormente dificultoso para hacer agricultura y pasturas.
Pero a pesar de contar con esas condiciones decidió ingeniárselas para generar las reservas necesarias y apostar por la recría de vaquillonas para tambos, que es lo que sabe manejar, además de arrancar con otros emprendimientos.
“Tenemos el alimento en silobolsa y no lo podemos mover. Es más conveniente llevar vaquillonas al campo, recriarlas e inseminarlas para su comercialización posterior preñadas o con cría”, explicó la productora.
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La otra idea ya en marcha tiene que ver con dar servicios a vecinos como contratista forrajera. “Compramos una máquina y hacemos rollos. La estoy pagando con un crédito. Es una máquina desmalezadora que corta a estas plantas muy por arriba y que evita el uso de agroquímicos. Soy muy partidaria del cuidado del medio ambiente”, señaló Cristina, que luego explicó que la intención es hacer un control natural y mecanizado de las malezas para reducir el uso de agroquímicos.
Luego agregó que con el asesoramiento de una ingeniera agrónoma está produciendo forraje en parte del campo para mostrar el resultado a los productores de la zona y así conseguir clientes.
Además de esa maquinaria, cuenta también con un tractor, una sembradora y un mixer. Con eso, la ayuda de su ingeniera asesora, mucho empuje y entusiasmo, produce el forraje para sus vaquillonas holando y para quien necesite en la zona.
Cristina es muy, pero muy inquieta, se le nota cuando habla. La energía y el optimismo le brotan por los poros. Esa energía fue la que la llevó a desarrollar otro emprendimiento más.
Dado que los inviernos afectan especialmente a los terneros y a las hembras, que son las reliquias de esos establecimientos, con la ayuda de una ingeniera barajó la posibilidad de implementar unos chalecos de nylon para intentar reducir la aparición de enfermedades en el rodeo.
Y si bien en un principio el efecto fue contraproducente, porque retenía la humedad y el frío, luego de mil y una vueltas y numerosos testeos, lograron tener un modelo en venta con efectos positivos comprobados.
“La tela impermeable por fuera cubre al ternero del frío, de la lluvia y de los vientos. Por dentro el polar lo mantiene calentito. También tiene unas tiras para atarlo y que no se le salga, y un bolsillo donde se puede ir anotando su historia clínica”, explicó.
En años como este, donde las temperaturas son tan bajas, es una herramienta que reduce la mortandad por enfermedades y que permite que las vaquillonas tengan mejores partos, una recuperación más rápida y mejores lactancias.
“Nosotros teníamos mortandades de hasta 10% en inviernos duros pero con esta herramienta llegamos a reducirla al 1% en el que era nuestro tambo. Los terneros por el frío sufrían de enfermedades respiratorias y de diarreas y todo eso lo resolvimos con estos ponchos. Hay que gente que arma casillas de chapa, pero no son muy afectivas ya que es un material que no protege del frío de la noche en invierno”, señaló Cristina.
El producto desarrollado por la productora fue promocionado en redes sociales junto a su amiga Alejandra Badino, otra ex tambera que debió cerrar su tambo, y fue lanzado oficialmente en la última edición de Agroactiva.