Cuenta Marcelo Aimaro que había una vez un tiempo en que la leche se ordeñaba, se servía directo en una copita de cristal y había quienes hasta le agregaban alguna gotita de coñac antes de tomarla. Hoy esa costumbre ya ha cambiado, y la actividad lechera evolucionó y se profesionalizó. Lo que nunca cambiaron son las condiciones de pago a los productores, que siguen sin encontrar un sistema justo de formación de precios que les evite trabajar a pérdida.
Para Aimaro, que es secretario de la Mesa de Productores de Leche de Santa Fe (Meprolsafe), esta es una de las explicaciones sobre porqué la actividad se fue concentrando cada vez en menos manos, ya que muchos pequeños y medianos productores quedaron fuera del mapa productivo. Santa Fe y Córdoba, las principales provincias lecheras de la Argentina que concentran más del 80% de la lechería del país, lo lamentan.
“La lechería está vegetando. Los litros que producimos ahora son los mismos que desde el 2000. Estamos en una meseta”, se lamenta el productor en diálogo con Bichos de Campo.
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Aimaro tiene un lazo eterno con la lechería ya que lo suyo viene de familia. “Hace 70 años que somos tamberos de parte de mi papá, y de parte de mi abuelo materno son muchos años más. Mi bisabuelo materno tenía las vacas en pleno centro de Rosario o plaza Sarmiento, para que se den una idea”, rememora.
“Antes las vacas estaban ahí nomás y sé por dichos de mi abuela que la gente se acercaba para que le ordeñaran la leche al pie de la vaca en una copa de cristal y con el agregado de unas gotitas de coñac”.
Su abuelo materno tenía un tambo desde el que mandaban la leche por tren a Rosario, y allí la recibían otros familiares que la repartían por toda la ciudad. “Somos tamberos de toda la vida”, se enorgullece.
Tiempos lejanos. Aimaro traza una radiografía actual de la actividad y reconoce que “se han perdido todas las empresas cooperativas lecheras; de hecho el cooperativismo fracasó totalmente en la parte lechera, y entre los culpables estamos nosotros mismos los productores, por no hacernos cargo de las cosas de las cuales tenemos que hacernos cargo”.
Para el presidente de Meprolsafe no se trata sólo de concentrar la culpa en la política. “Los productores no siempre participamos tanto y es necesario hacerlo si queremos empezar a cambiar las cosas porque acá no hubo ni hay una política lechera real que de previsibilidad y horizonte para que podamos invertir, tener financiamiento acorde, ni tampoco poder saber cuál será nuestro precio”, manifiesta.
“También necesitamos una entidad técnica que nos asesore, porque no nos olvidemos que hay lecherías distintas en las provincias. Santa Fe tiene el 75% de productores que son pequeños y medianos, por ende allí necesitan mucho asesoramiento, ayuda del Estado e infraestructura. Hoy los caminos están destruidos, la energía no es la mejor, necesitamos Internet para nosotros, para nuestros empleados y sus hijos. Estamos en el 2021 y no reciben la educación que merecen; nos llenamos la boca hablando de arraigo pero el tambo es un generador de arraigo”, visualiza.
En referencia al precio actual percibido por el litro de leche, Aimaro siente que no todas las decisiones salen como esperan. “Mañana podemos pasar de cobrar de 10 a 20 pesos y por los próximos dos años podemos seguir en los mismos valores. Cuando hay saltos en el precio de los cereales fundamentalmente, hasta que se reacomoda la rueda, a nosotros nos lleva al menos unos seis meses”, precisa.
“Hoy no podemos encarrilar la rueda y después me dicen ´el productor recuperó rentabilidad y está empatando´. ¿Pero de qué me están hablando? El parámetro siempre es un litro de leche y dos kilos de maíz; un litro de leche promedio en el país cuestan 22 pesos y dos kilos de maíz cuestan el doble. Aparte de eso hay que sumar que el 50% de la leche se hace sobre campos alquilados y el combustible sigue aumentando”, describe.
Esa estructura donde los costos para los productores están expresados en dólares y sus ingresos son percibidos en pesos continúa hasta hoy, se agrava y el retorno llega muy lento y muchas veces ni siquiera llegan a empatar el valor de los insumos.
“El productor está en rojo desde septiembre del año pasado. Hoy entregamos la leche y no sabemos cuándo la vamos a cobrar porque no recibimos el pago el mismo día en que la entregamos, y tampoco podemos sentarnos a discutir su precio”, se queja.
“No hay un rumbo; acá vamos para adelante pero a veces quedamos muchos en el camino. En el 2000 éramos casi 30 mil productores y hoy somos 10 mil y chirolas”, se lamentó.
Aimaro cree, como dirigentes sectorial, que “hay que buscar un mecanismo de fijación de precio orientativo para que al menos podamos sentarnos en la mesa con el Gobierno como arbitro y para discutir con la industria”.
Hoy el que define el precio de la leche es el comprador, es decir, la industria. A los tamberos les pagan un litro de leche actualmente a 28 o 29 pesos, pero ellos aseguran que para no perder deberían recibir unos 35 pesos por litro.
Meprolsafe, la entidad a la que pertenece Aimaro, está embarcada en una lucha por tratar de lograr que se pague la leche por calidad.