Juanita Fernández nació en El Batel, al centro oeste de la provincia de Corrientes, a 12 kilómetros de la localidad de Pedro R. Fernández. Pero esta localidad que lleva el mismo apellido que Juana, curiosamente pasó a ser más reconocida por el nombre de su estación de ferrocarril “Manuel Florencio Mantilla”, a pesar de que por ella desde los años ’90 no pasa más el tren. Por esa razón la cantautora Teresa Parodi le dedicó un emotivo chamamé al cielo de este pueblo, y lo tituló “Bajo el cielo de Mantilla”, lo que le dio trascendencia nacional.
Así como el cielo de Mantilla ya no es el mismo desde que la gran poeta lo inmortalizó, este pueblo tampoco es el mismo desde que Juana Fernández lo anda y desanda con sus sabores y saberes a cuestas. Y es tan marcada la huella que ella va dejando “bajo ese cielo infinito de Mantilla”, que le inspiró a la escritora coterránea Alicia Rossi un bellísimo texto dedicado a su persona.
Siendo joven, hace 35 años, Juana se mudó con su madre desde El Batel a una parcela que les prestaron en la colonia 2 de Abril, a 7 kilómetros de Mantilla, una zona de pequeños agricultores que siembran maíz, batata, mandioca y demás. Vivió diez años sola con su madre, trabajando la tierra y criando algunos animales, cuando un día conoció a Felipe Néstor Medina y se casó con él.
Juntos compraron tres de las hectáreas que ýa trabajaban. Poco a poco se fueron haciendo su casita. Luego compraron más tierras hasta completar 26 hectáreas, que hoy trabajan a la par, cuerpo a cuerpo, sólo ellos dos. A veces los ayuda su yerno, porque tienen una hija y un hijo. Éste último ya se independizó de ellos. La hija está estudiando.
Cuenta Juanita: “Sembramos maíz y vendemos harina. Esta temporada que tenemos choclo para comer nosotros, hacemos polenta de choclo, sopa paraguaya, mbutucá, que es como la humita en chala que comen en el noroeste de nuestro país. Solemos cosechar porotos, que vendemos y en casa los aprovechamos en ensaladas. Criamos vacas, cerdos, corderos, y vendemos algún animalito, las vacas viejas, antes de que se nos mueran, terneros machos, algún chancho, 4 o 5 por mes. Este fin de año que pasó, tuvimos bastantes pedidos y vendimos 30 lechones”.
“En invierno tenemos mandarinas y naranjas. Cuando abunda el mango, hago mermelada. Cuando refresca, también suelo hacer dulce de leche. Cuando hace calor no se puede hacer nada. También sembramos batata, mandioca. Hago y vendo dulce y licor de Yatay (lo pronuncian Yataí), ordeñamos, elaboramos queso artesanal y hacemos pasteles de queso y de dulce para vender. A veces encargo 100 frascos para dulce y me quedo corta. Con las botellas me pasa lo mismo. Los sábados a la mañana cargamos todo en la camioneta y nos vamos a vender a la feria de la plaza de Mantilla”.
Y sigue contando Juana: “El mbocayá es una fruta silvestre, redonda, con muchas espinas. Su forma es una bolita chiquita, como la de los cocos. Es una planta muy alta y con una raíz muy larga. La sacudimos para hacer caer sus frutitos. Esta zona estaba llena de cocales y se fueron arrancando para sembrar tabaco, en la década de 1980. No se podía andar a caballo, de tanto coco que había. Nosotros usamos los coquitos para los chanchos, que los comen con las pepitas y los engorda bien. Además compramos afrecho de arroz y de maíz, para alimentarlos bien”.
“La gran tabacalera (por Nobleza Picardo, que cerró su planta de Goya) se fue a Brasil y hoy ya nadie siembra tabaco. Sólo quedó el algodón, que también se fue abandonando. Hoy se siembra sandía, zapallo, batata, mandioca. Pero por la reciente sequía, este verano, no hay. El último choclo se endureció antes de madurar, por la ‘seca’”.
“Todo lo hacemos, mi marido y yo: sembramos, cosechamos, alimentamos a los animales y elaboramos nuestros productos para vender. En casa solemos comer polenta con batata o mandioca hervidas. De postre, comemos las frutas de temporada, sandía, melón, en verano; y en invierno, mandarina, naranja”.
Juana apoya todos los proyectos turísticos de su localidad, que está ubicada cerca de la Ruta 12, y forma parte de ellos con toda su familia: “Todos los primeros fines de semana de febrero en Mantilla se realiza la Fiesta del Yatay, pero este año no se hizo por la pandemia. Mi hijo vive en Mantilla y es guía turístico y de cabalgatas. Ahora me preocupo porque mi hija estudie y se reciba. Mi orgullo es poder representar a Mantilla con mis productos en las ferias a las que nos invitan de otros pueblos y de otros lugares”, concluye.
A Juana Fernández la nominaron para Mujer Rural del año 2021. Y las razones están enumeradas con tono poético por la escritora coterránea Alicia Rossi, quien la “pintó” en cuerpo y alma en el siguiente texto: “Hoy cumple años mi amiga Juanita. Es como decir cumple años la tierra, la pachamama, el verde de los montes, el azul del Batel, la aspereza de la chala, el queso casero, el chipá cuerito, los animales de la granja, los hijos del amor y del corazón que entibiaron su regazo, el mate amargo y el chipá olla. Juanita es eso y mucho, mucho más. Es fuerza, coraje, astucia y sabiduría. Es 8 de diciembre y su virgencita de Itatí. Es chamamé en patio recién regado y es escoba de pichanas. Es tradición y creencia. Es fuerte como su licor de Yatay. Es dulce como el almíbar de sus pastelitos. Es múltiple como sus hojaldres. Transparente como su dulce de mamón. Misteriosa como sus cuentos de luna llena. Blanda como sus quesos blancos. Enojona como la ortiga, tierna y calentita como sus tortitas de maíz. Amiguera como el mate y solidaria porque así le enseñó la vida. Es sapukay desbocado, gozado y profundo. Es gringa trabajadora. Criolla como su olla negra. Y es mi orgullo llamarla Amiga”.
Juanita Fernández nos quiso dedicar el chamamé “Bajo el cielo de Mantilla”, con música de Mateo Villalba y letra e interpretación de Teresa Parodi: