La vida de Osvaldo López siempre estuvo ligada a las cabras en diferentes etapas y por distintos motivos. Sus padres eran criadores en Río Cuarto, una zona eminentemente agrícola. Por un problema de salud de su papá, debieron migrar a la ciudad hace unos 50 años y así se fueron desligando de la actividad productiva.
Cuando él nació y tras varios ataques de alergia siendo bebé, la leche de cabra lo salvo de tener problemas de crecimiento. El recuerdo familiar de la vida, la producción agropecuaria y su vivencia personal con la leche caprina sembraron una semilla que dio sus frutos.
Hasta hace dos años, Osvaldo era un hombre de ciudad más, que había tenido diferentes emprendimientos, como un lavadero de autos. “Nos la rebuscábamos”, contó López, que a los 31 años se dio el gusto de tener consolidado su establecimiento caprino llamado Monte Bueno, con el que decidió volver a los orígenes familiares y producir esos animales que tanto lo ayudaron a crecer sano.
Consiguió un pedazo de tierra a pocos kilómetros de Río Cuarto, en Paso del Durazno, y compró las primeras 36 cabras. Hoy tiene un rodeo con 200 madres, cuyas crías comercializa en esa ciudad y otras de la provincia, sobre todo en la zona de Traslasierra.
Osvaldo tiene sólo 31 años, pero un carácter muy emprendedor y gran amor y compromiso por esta actividad ganadera. En el establecimiento producen cabras criollas, a las que le sumaron algo de sangre Anglonubiana, que es una raza doble propósito: mejora la calidad y cantidad de carne y la producción de leche.
El protagonista de la historia cuenta que la clave principal está en el manejo. “Dicen que la cabra hace renegar, pero para que no sea tan complicado armamos un sistema bien organizado”, describe López.
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En primer lugar busca lograr un producto distintivo, por eso la hacienda está sobre un monte nativo y no consume ni alfalfa ni balanceado. “La idea fue hacerlo más natural porque el sabor de la carne es diferente, por eso hacemos un cabrito puramente lechal. Esto significa que se alimenta sólo con la leche de la madre, mientras que las cabras las soltamos al monte”.
Además la hacienda está separada en diferentes corrales y organizó un sistema de preñeces y pariciones que le permite tener oferta todo el año: “La inversión en sí, está en las instalaciones. Por eso hicimos varios corrales para tener un manejo controlado de la producción. Tenemos un celo controlado y pariciones en tandas de 20 cabras sobre un total de 200 lo que nos permite tener oferta todo el año y así satisfacer al cliente”.
En Monte Bueno tienen un corral para la “población general”, otro de maternidad para que las madres que van a parir tengan la atención que requieren, otro más para cabrillonas que son las que no están para servicio y finalmente un corral de machos para meterlos cuando se requiere.
Osvaldo dice que volver a producir cabras “fue cumplir un sueño” ya que “la cabra me salvo el crecimiento y hoy es como reencontrarme con mi madre animal”, ya que este animal no sólo le dio salud de niño, sino también sentido a su vida.