El trabajo del tambero en las fosas de ordeñe siempre ha sido uno muy sacrificado. No sólo por sus horarios sino por el esfuerzo físico y las múltiples tareas que deben ser atendidas. Pero desde 2016 se esta trabajando en la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA Rafaela, en la provincia de Santa Fe, en la aplicación de un tambo robotizado, enmarcado en un proyecto de investigación entre esta institución tecnológica y la empresa de servicios lecheros DeLaval.
El objetivo era poner en práctica nuevas formas de trabajo que mejoraran los niveles de producción, así como el bienestar de los operarios. Cinco años después, los indicadores arrojan resultados positivos, cristalizados en la gran adaptabilidad de los animales a un sistema de extracción de leche ciento por ciento automatizado, y a un mejor rendimiento de los trabajadores.
Tal es el caso de Maximiliano Zenklusen, técnico en Producción Agropecuaria de la localidad de Rafaela, que desde hace cuatro años se encarga de supervisar el funcionamiento del tambo robot de la EEA local. A diferencia del ritmo de trabajo que tiene un tambero tradicional, cuya jornada de ordeñe arranca entre las tres y las cuatro de la madrugada, la automatización generada por este sistema ha permitido que los operarios tengan turnos reducidos –ingresan entre las 6 y las 7 de la mañana y se retiran al mediodía- y un menor desgaste físico.
¿Pero cómo se trabaja en un tambo completamente robotizado? Para responder esa pregunta hay que indicar, en primer lugar, que un sistema de ordeñe automatizado supone la confluencia de tecnologías de la robótica y de la información.
En el caso del mecanismo aplicado por el INTA Rafaela, se trata de uno con autonomía propia que funciona las 24 horas del día, y que gracias a sus sensores y cámaras supervisa a cada animal que ingresa de modo voluntario para ser ordeñado. Dichos sensores monitorean el estado físico de cada individuo y analizan la producción de cada pezón, la periodicidad con que busca ordeñarse y el promedio de leche extraído.
Toda la información recolectada opera sobre la dieta del animal, que recibe más o menos cantidad de balanceado en función de esos indicadores, y sobre la posterior atención veterinaria.
¿Y dónde entran los operarios? En el momento en que es necesario revisar los datos recogidos y chequear los puntos débiles del rodeo en general. En el ensayo llevado adelante por INTA Rafaela, el período en que el animal puede ordeñarse va actualmente desde las ocho de la noche hasta las siete de la mañana. Esto cambia en función de la estación del año, para evitar el estrés por las condiciones climáticas.
En un día normal, Zenklusen y su equipo ingresan al establecimiento alrededor de las seis de la mañana y observan los datos recolectados por el equipo durante la noche y madrugada. Aquellas vacas que no se hayan ordeñado deberán ser buscadas e ingresadas al sistema. Luego de que se controlan los indicadores de cada animal se procede, de ser necesario, con la atención veterinaria.
Pero no todos es análisis de información. Los operarios también llevan adelante la detección de los celos, la inseminación, el armado de las parcelas y el control del balanceado suministrado. Además supervisan la adaptación de las nuevas vaquillonas que ingresan, que por lo general adoptan el ordeñe voluntario dentro de las primeras 24 horas.
Un dato interesante es que gracias al sistema de cámaras y sensores integrados, todos los operarios pueden recibir alertas en sus celulares que les permiten continuar con el seguimiento aún estando lejos del campo.
¿Qué resultados ha arrojado este innovador sistema de trabajo? En los cinco años de funcionamiento de este tambo robotizado, que tiene en promedio a 65 animales en ordeñe, la producción ha mostrado un crecimiento más que importante. Según el último informe realizado en base a los datos de octubre de este año, cada animal produce unos 34,6 litros de leche en promedio e ingresa a ordeñarse de manera voluntaria entre 2,2 y 2,4 veces por día, número que varía en función del período de lactancia en el que se encuentre el animal. Esto supone una producción mensual de entre 60.000 y 65.000 litros, lo que triplica la media nacional.
El INTA Rafaela ya ha recibido la visita de más de 4.500 personas que en los últimos años se han acercado para analizar esta nueva forma de producción de leche.